Cultura

Jugada maestra

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Luego de dejar el éxito de «Terrenal», el actor vive un presente soñado con la película «La novia del desierto». Además volvió al teatro y se prepara para una nueva temporada de la serie «El marginal». Historia de un intérprete recio y sensible a la vez.

Protagonista. Una escena de La novia del desierto, el film que lo llevó a Cannes. (Prensa La novia del desierto)

Hizo un movimiento digno de sabio ajedrecista. Claudio Rissi arriesgó primero a perder una torre, pensando en devorarse a la reina rival unas cuantas maniobras después. En otras palabras, se la jugó y renunció a un éxito para apostar «al destino de la vida de actor que, a decir verdad, nunca me dejó a pie». Después de dos años de gran éxito con Terrenal, la obra de Mauricio Kartun, Rissi dijo hasta aquí llegué.        
«Decidí dar un paso al costado, con todo lo que significa, para alguien que vive al día, bajarse de un espectáculo que funciona solito. Pero sentía que ya no podía darle más a esa obra. Mi estancia allí estaba agotada», cuenta. «A veces al actor le urge refrescarse y yo quería salir de la reciedumbre del Tatita, mi personaje en Terrenal, para hacer algo radicalmente opuesto. Y justo me llega el Taqueño, este putito divino de la obra Kilómetro limbo. ¡A un tipo como yo!, cuya imagen inspira todo lo contrario. Creer o reventar», dice el actor, conocido hacedor de papeles ásperos, para referirse al personaje que interpreta por estos días en el teatro.

Punto de inflexión
Rissi es uno de esos actores reconocibles a simple vista, con una extensa trayectoria. Después de dejar Terrenal, continúa, «aparecieron otras posibilidades, como la de hacer cine, un ámbito que últimamente quería explorar. Y ahora protagonizo la película La novia del desierto». La ópera prima de Cecilia Atán y Valeria Pivato, que llega a las salas por estos días, significa un punto de inflexión en su carrera. «No solo porque me hizo incursionar en un ámbito diferente y deseado, sino por todo lo que pasó después», agrega, enigmático.
En su retorno a la pantalla grande, encarna a un solitario vendedor de baratijas que va de pueblo en pueblo por el noroeste argentino en su casa rodante. «Es un gitano que anda por la vida, un lindo atorrante que se las rebusca. Hasta que su rutina se modifica cuando levanta en el camino a una desempleada que va rumbo a San Juan en busca de trabajo. En el medio del viaje sucede algo que los involucra y ambos terminan en el medio del desierto», describe a La novia del desierto, coprotagonizada por Paulina García, la actriz chilena que deslumbró en la premiada Gloria.
Gracias al film, Rissi pudo cruzar el océano por primera vez en sus 60 años. Y su bautismo europeo fue nada menos que en Cannes, festival que soñó conocer desde que tiene uso de razón. En ese marco fue felicitado personalmente por una de las integrantes del jurado, la mismísima Uma Thurman, con quien mantuvo una animada charla que luego se viralizó en las redes sociales. «La terminé invitando a Buenos Aires, pero no tuve muchas chances», bromea el actor, que se muestra entusiasmado por su próximo viaje, esta vez al Festival de San Sebastián.
En el rubro teatral, dice, está feliz con Kilómetro limbo, dirigida por el Indio Romero, que se exhibe en El Tinglado. Allí encarna al mencionado Taqueño, un desopilante gaucho travesti que ofrece sus servicios en un pueblito del Interior. «Es como caminar por la cornisa, porque estás a un paso de caer al precipicio. Yo lo hago con mucho cuidado y respeto, porque es un personaje que puede existir tranquilamente y que decide ser así, pese a la reticente mirada de su padre y de un entorno que no lo acepta», desmenuza.  
Hay más novedades en su horizonte laboral. «Si todo está en orden, en noviembre empezaré a filmar la precuela de El marginal, que contará la historia de los hermanos Borges», adelanta. Los protagonistas, por ende, serán Mario (Rissi) y Juan Pablo Diosito Borges (Nicolás Furtado), que ya habían formado parte de la serie original. Completa Rissi: «En este caso, se sabrá más sobre la vida de cada uno. Primero, antes de entrar a la cárcel. Y después, cuando ya están adentro y se adueñan del poder tras las rejas».

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