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Juglares modernos

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A partir del unipersonal, varias obras recuperan la mezcla de teatro, poesía, narración, danza y música inaugurada por los artistas ambulantes en plena Edad Media. La experiencia de interpretar múltiples roles contada por los protagonistas.

Gira. Katz llegó a Europa con Eskoff.

En la cartelera porteña hay unipersonales masculinos en los que el actor, con escasos objetos y abundantes herramientas de su oficio, compone una diversidad de personajes, que lo obligan a alternar entre voces y registros imaginarios. Desde la improvisación, la emoción y el humor, recuperan tradiciones ancestrales, como las de aquellos ambulantes que desde la Edad Media circularon de pueblo en pueblo, para ganarse la vida ofreciendo una combinación de poesía, narración, teatro, danza y música. El juglar, el bululú, el comediante, el payaso, el mimo, el artista callejero: un poco de cada uno de ellos, originarios de Europa y resignificados en América Latina, se conjuga en Giampaolo Samà, Marcelo Katz, Osqui Guzmán y Marcelo Savignone.
Giampaolo Samà estrenó en 2016 El viaje. Una comedia poco divina. Protagonizada por Samà y codirigida por Miriam Odorico, gira en torno a La Divina comedia, de Dante Alighieri. Recorrió Argentina, Chile e Italia, países a donde planea regresar en 2017 con los 20 personajes que deambulan por la obra: «Dante Alighieri, por supuesto, y Virgilio, Paolo y Francesca, Ulises, el mismísimo Satán, Beatrice y muchos más», enumera. «Como en la tradición juglaresca, voy acompañado por un títere, un alter ego del juglar, quien, como decía Darío Fo, es aquel que con nada hace todo: se convierte en viento, en caballo, en mujer, en niño. Sin hacer imitaciones, solamente con pequeños gestos, indicaciones, alusiones, es un poeta que da espectáculo donde se puede y como se puede. Como Alighieri, es un ser múltiple: es narrador, actor y autor del cuento que cuenta».

Ahora. La comedia del arte según Savignone.

Todas las voces
Marcelo Katz también es uno y es muchos en Eskoff, creación conjunta con Martín Joab, que luego de una gira por Europa regresó a La Carpintería. «Dos personajes existen en un mismo cuerpo: Sensato, un comediante metódico y obsesivo, e Irineo, el ser delirante y descontrolado que él mismo inventó para sus rutinas cómicas. Pero Irineo ya no se conforma con esos pequeños retazos de vida y lo acecha constantemente. Atormentado por la situación, Sensato emprende un viaje hacia tierras lejanas con el objetivo de desprenderse de su alter ego».
Y quien sigue en cartel, casi sin interrupciones, desde 2010, es Osqui Guzmán en El bululú. Antología endiablada, de Guzmán en coautoría con Leticia González de Lellis, en Timbre 4. Allí fusiona su historia de vida y los textos del Siglo de Oro Español que recitaba el recordado actor José María Vilches. «El teatro es todo improvisado», lanza provocativamente Guzmán. «La condición del actor es la de improvisador, porque el teatro es una experiencia del presente: hay que hacer cada función como si fuera la primera y última», completa. Esa cualidad parece estar, casi en esencia, en la noción misma del bululú. «Se cree que el origen de esta palabra tiene que ver con los oradores africanos, una especie de cuentacuentos, quienes, se decía, “bululeaban”. Cuando la palabra llegó a España, quedó la cosa del “bla bla”, “blabeaba”, “bululeaba”. Ya en la Edad Media, cuando los teatristas eran itinerantes, si la compañía, por ejemplo, era de quince integrantes, se llamaba farándula; si era de dos, se llamaba ñaque; el que iba solo, de pueblo en pueblo, haciendo las voces de todos los personajes, se llamaba bululú: él solo era una compañía entera. Y el arte del actor es poner fuera de sí mismo otros cuerpos, alimentar la imaginación del espectador».

Clásico. Guzmán acumula 7 temporadas

También como un juglar moderno funciona Marcelo Savignone en Ahora. Homenaje a la Comedia dell’Arte, en Belisario. Las funciones varían mucho porque Savignone improvisa a partir de opciones que el público le ofrece, basadas en personajes típicos, cuyas máscaras, como la de Arlequino, él va utilizando, junto con títeres y técnicas de sombra. «He ido a la tradición del teatro: el juglar, el actor que interpreta, canta, se mueve», dice. «Es una búsqueda del ejercicio de la memoria, de ir a lo lejano reconocible, como es la comedia del arte».

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