Cultura

La actualidad de un legado

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Fue cronista, escritor de ficciones, editor, traductor y militante. El periodismo de investigación lo reconoce como uno de sus fundadores y su figura atraviesa la memoria de la última dictadura militar. Homenajes y relecturas en el aniversario de su asesinato.


(Foto: Archivo Acción)

La literatura argentina del siglo XX, la memoria de la última dictadura y el periodismo de investigación están atravesadas por el nombre de Rodolfo Walsh. El grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada que lo asesinó el 25 de marzo de 1977 no estaba al tanto de que en ese mismo momento la Carta abierta de un escritor a la junta militar, su último texto, comenzaba a circular como punto de partida de un amplio movimiento de reivindicación del autor y de nuevas lecturas de su obra. Desde la recuperación de la democracia, la figura de Walsh se convirtió en un emblema de la cultura y de los derechos humanos en la Argentina, y la actualidad de sus reflexiones vuelve a plantearse con el aniversario de su muerte.
El segundo juicio en la causa Esma, que concluyó en 2011 con las condenas de Jorge Acosta, Alfredo Astiz y otros represores, permitió reconstruir los últimos momentos de Walsh, desde que fue interceptado en la esquina de San Juan y Entre Ríos hasta el ingreso de su cuerpo sin vida en la Esma. No obstante, todavía se desconoce el destino de sus restos y el de los textos inéditos que los militares robaron en su casa de San Vicente y que fueron vistos por detenidos en el centro clandestino.

Historia política
«Es difícil encontrar lo que no se busca –señala Patricia Walsh, hija del escritor–. Según testimonios que obran en la causa, los represores llevaban los cuerpos sin vida de aquellas personas que llegaban muertas a la Esma o morían como consecuencia de la tortura al campo de deportes Ernesto Belmonte –que no es un sitio de memoria y donde se siguen practicando deportes como si nunca hubiera pasado nada– y allí los quemaban. Cuántos no sabemos, pero fueron muchos, y uno de ellos muy probablemente fue el de Rodolfo Walsh. Si hubiera existido la voluntad necesaria se podría haber hecho una búsqueda en el lugar».
La ex legisladora nacional, e impulsora de la anulación de las leyes de obediencia debida y punto final en agosto de 2003, recuerda que su padre había concluido el cuento «Juan se iba por el río», robado junto con otros escritos en San Vicente. Walsh se había mudado a esa localidad para escapar del «territorio cercado» que era Buenos Aires y reasumirse como escritor. Por entonces había planteado disidencias con los dirigentes de la organización Montoneros, que integraba desde 1972 como desenlace de un largo proceso de desarrollo político en el que fueron determinantes su investigación de los fusilamientos de José León Suarez, conocidos a través del libro Operación Masacre, el contacto con la Revolución Cubana y la experiencia como director del periódico CGT (1968-1969).
Patricia cuenta: «En San Vicente ya no recibía a nadie. Creía que Montoneros tenía que hacer un reconocimiento público de la derrota militar y llamar a la resistencia con otras formas. Debían desactivarse todas las citas entre militantes. Él mismo no acudía a ninguna. Sin embargo, recibe una carta de Cristina Bustos, la viuda de José Carlos Coronel, un compañero que había muerto junto con mi hermana Victoria en un enfrentamiento con los militares. La compañera le pedía ayuda porque había quedado sola con dos nenas y no tenía recursos para sobrevivir. Mi padre hace una excepción y accede a tener una cita. En realidad la carta termina siendo parte de la emboscada porque Cristina –una víctima de la dictadura, que está desaparecida–fue secuestrada por un grupo de tareas de la Esma».
Antes de la mudanza, Rodolfo Walsh había alquilado junto con su compañera, Lilia Ferreyra, un departamento de un ambiente en el barrio de Palermo. Su hija recuerda que solían encontrarse en un restaurante cercano. «Estaba muy dañado por la muerte de mi hermana, por la muerte de su amigo (Francisco) Paco Urondo. No daba más. El último día, de manera inesperada, en el andén de la estación de trenes de San Vicente le dan el boleto de compraventa de la casa nueva, y lo guarda en su portafolios», dice. Fue lo que llevó a los represores hasta el lugar.

Partes de un legado
«Walsh deja un legado muy rico con los textos políticos del último año –señala Eduardo Jozami, autor de la biografía Rodolfo Walsh. La palabra y la acción–. En el debate con la conducción de Montoneros abre una línea de reflexión que durante los años anteriores estuvo obturada por la forma de entender la disciplina en las organizaciones armadas. A partir de ahí hay otra mirada sobre la relación entre política e historia, sobre el rol del intelectual. Walsh está pensando más allá, está imaginando una concepción de la política y la militancia popular muy rica para desarrollar hoy en un contexto diferente».
El oficio de periodista, tal como lo desplegó desde Operación Masacre –de cuya primera edición en libro se cumplen 60 años en diciembre– hasta la Agencia Clandestina de Noticias –creada durante la dictadura– es también clave en ese legado: «No es casual que la figura de Walsh haya sido recuperada por muchas formas de comunicación barrial y vecinal, por muchos grupos juveniles, porque hay ahí una idea de comunicación popular al margen de las grandes estructuras del periodismo y al mismo tiempo una cierta irreverencia, una cierta independencia».
El periodismo de investigación y el género de la no ficción lo reconocen como uno de sus fundadores. «Un ejercicio interesante sería analizar qué era el periodismo de investigación para Walsh y cómo se lo entiende hoy –propone Jozami, que compartió la militancia con Walsh en el gremio periodístico–. En los grandes diarios vemos demasiados textos que responden a objetivos que no son el puro interés del periodista por conocer o por tener una gran nota, lo que había guiado a Walsh en un principio, y tampoco el compromiso con una causa de justicia, sino que tienden a servir los objetivos de determinados sectores económicos para atacar a un gobierno o para pelear con otros sectores. Walsh formulaba una ética que valdría la pena recuperar».
Como parte de las conmemoraciones, el 28 de marzo la Biblioteca Nacional inaugura la muestra Rodolfo Walsh: los oficios de la palabra, en la que se expondrá la génesis de Operación Masacre a través de distintas ediciones y de las pruebas de imprenta corregidas por Walsh, además de documentar su trabajo como periodista, antólogo, escritor de ficciones, editor y traductor.
 «Tal vez el texto que más impresiona es la Carta, su testamento político», dice al respecto Patricia Walsh. Aquella denuncia escrita «con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en los momentos difíciles», como se lee en sus últimas líneas, sorprende no solo por la información sobre los asesinatos cometidos por la dictadura, sino por el análisis de la represión como política planificada y complementaria de las modificaciones en la estructura del poder económico, que el escritor advirtió cuando recién comenzaba.
«A lo mejor nos falta un ejercicio intelectual –agrega Eduardo Jozami–. Seguir imaginando a Walsh, seguir pensando en una vida que se trunca en un momento de tanta riqueza desde el punto de vista de su escritura y de su reflexión». Patricia Walsh recuerda el cuento «Un oscuro día de justicia» y en particular una frase final: «El pueblo aprendió que estaba solo y que debía pelear por sí mismo». Las posibilidades de lectura están lejos de agotarse. «La causa Esma continúa, con un desarrollo muy lento –dice–. Hoy tenemos desafíos muy fuertes en derechos humanos y los textos de mi padre nos interpelan».

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