Cultura

La hora de las enlatadas

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El rating y la repercusión de las ficciones producidas en Brasil, Colombia, México y Turquía dejan su huella en la programación de los canales de aire. Análisis y crítica de un fenómeno creciente.

 

Protagonistas. Onur, Sherezade y la ficción turca que cautiva al público argentino.

B eatriz dejó la cena a medio terminar y, como dice Mafalda, paró el mundo para bajarse y se encerró en la habitación para ver «su novela turca» por El Trece. Su compañero, Gustavo, hizo lo propio en el living para adentrarse en un nuevo capítulo de la historia de narcotraficantes colombianos que emite canal 9. Y al hijo de la mujer, de visita en la casa, no le quedó otra que levantar los platos pasaditas las 22 horas. La anécdota es tan real como que el encendido de la TV argentina disminuye irreversiblemente ante las nuevas formas de consumo audiovisual. Tan real como que algunas ficciones extranjeras impactaron en el mercado de la tele abierta en horario central e hicieron tambalear el reinado de Marcelo Tinelli. Pero, ¿cómo afecta, en términos comerciales y culturales, el ingreso a la lucha por el rating de éxitos «enlatados» como Las mil y una noches, Avenida Brasil o el El patrón del mal?
«Avalancha», «aluvión», «avanzada» son los términos que se utilizan para graficar la repercusión local de la novela turca Las mil y una noches, que arribó con cuotas de melodrama y exotismo a la pantalla de El Trece para alcanzar picos de rating de 26 puntos, pese a que la tendencia actual es que los consumidores televisivos prefieren ver sus series desde Internet y a través de las nuevas plataformas. La ficción producida en Turquía se convirtió en el éxito tan ansiado por El Trece, que atravesó 2014 peleando por la punta contra Telefe: el primero con su caballito de batalla Bailando por un sueño del omnipresente Tinelli y Avenida Brasil, otro bastión de las llamadas novelas «enlatadas», que causaba furor desde la pantalla del canal de las pelotas. Las mil y una noches, la historia de amor entre Sherezade y Onur, no solo cautiva al público frente al televisor durante el «prime time», sino que es replicada hasta el hartazgo durante el resto de la jornada. Sus protagonistas desfilan por otros programas, emisiones de radio, tapas de revistas y diarios. La idea del producto global impacta hasta en otros mercados, como el del turismo. Un móvil del noticiero de El Trece preguntaba a un grupo de televidentes por qué eligen la novela: las respuestas ponían el acento –además de en la historia de amor– en el encanto de los paisajes y la cultura turca. Un dato llamativo: en Despegar.com la venta de pasajes a Estambul, en lo que va del año, se cuadruplicó respecto de 2014. Afirmar que solo se debe a la novela sería apresurado pero, por las dudas, la compañía aérea Turkish Airlines pautó publicidad de inmediato en la exitosa ficción.

 

Números que mandan
Como si el lugar de procedencia fuese una garantía de éxito, Telefe puso al aire las propuestas turcas El precio del amor y Ezel.  Aunque con el antecedente de Avenida Brasil también compró la brasileña Rastros de mentiras, de muy aceptable recepción.  «Lo más preocupante es que las series extranjeras estén tomando el prime time», alerta Marcelo Camaño. El guionista de éxitos como Montecristo y Resistiré observa que «con respecto a Las mil y una noches, estos son números que canal 13 hace mucho tiempo que no veía. Más allá de que te guste o no, muestra una necesidad del público de conectarse con historias que por lo menos tengan en claro el género: es un melodrama de punta a punta», subraya en diálogo con Acción.
«Más allá de los valores que tengan como producto, el éxito de estas propuestas extranjeras habla de la situación que vivimos en la televisión actual. Lo que están haciendo es ocupar un lugar que estaba vacío», afirma la actriz Alejandra Darín, presidenta de la Asociación Argentina de Actores. «Tenemos una historia muy rica, con ficciones que fueron éxitos absolutos. Y este tipo de producciones extranjeras acaparan ese lugar», afirma Darín. «No me sorprende que la novela turca gane», reflexiona Camaño, a su turno. «Tiene que ver con la necesidad del público de que le cuenten historias. Y el público argentino es muy fiel con sus actores, con sus historias: las desea, las quiere, las respeta, las consume y se fanatiza. Pero si vos lo confundís permanentemente y vas traficando distinta cantidad de géneros, siguiendo el rating, y dejás que la ficción se deshilache, que los actores se vayan, cambiás los horarios, de un capítulo de una hora empezás a programar 15 o 30 minutos, entonces la gente se harta. La ficción está para entretenerte, para que después de un día de laburo encuentres tu serie o programa diario favorito», resume el autor.
En 2014, Canal 9, donde las enlatadas mexicanas y venezolanas de la tarde ya eran un clásico, generó en la franja de las 22 horas el espacio para las exitosas «narconovelas». Ficciones relacionadas con el tráfico de drogas, las muertes por encargo y las venganzas, lograron sumar a los hombres a su tradicional público femenino. El puntapié inicial lo dio en 2006 la explícita Sin tetas no hay paraíso, pero recién el año pasado con Escobar – El patrón del mal (que llegó a picos de 12 puntos de rating) nació una seguidilla de producciones colombianas que reposicionó a Canal 9, duplicando los números de audiencia. Con la receta del éxito, los productores compraron la tira El señor de los cielos, sobre la vida de Amado Carrillo Fuentes, jefe del cartel de Juárez en México; y La viuda negra, sobre la vida de Griselda Blanco, la reina de la coca.

Narcos. Después del éxito de El patrón del mal, llegaron más producciones colombianas a la televisión local.

Esta temporada promete el lanzamiento de El varón de la droga, la ficción que retratará vida y obra del Chapo Guzmán. Pero el fenómeno se da a nivel regional. Los especialistas acuerdan que las narconovelas captaron el gusto de un público aburrido del universo romántico de las novelas latinas clásicas. Y la Argentina no iba a ser la excepción. Camaño afirma que «lo de Canal 9 es una vergüenza. Es muy distinto a lo de América, que decidió que su programación gire en torno a programas de paneles de espectáculos, actualidad y realities: esa es su marca. ¿Cuál es la marca de Canal 9? ¿Las latas de Televisa? ¿Las de Colombia?», cuestiona el autor. «Canal 9 está cumpliendo la ley. Tienen el porcentaje de producción nacional que tienen que tener, con los programas de panelistas. Aunque la ficción es más cara, te construye fidelidad, identidad y memoria. Estos temas, en los canales, están completamente ausentes. Una vez más, la televisión llega tarde a donde ya llegó la sociedad hace rato», subraya Camaño, presidente de la Asociación de Autores Audiovisuales La Migré. Está claro que en la TV manda el rating, la cifra que determina dónde corta el cuchillo en la torta publicitaria. Pero, ¿qué pasa con los contenidos? ¿Por qué no se puede conseguir ese nivel de éxito con ficciones locales? «Se ha generado una psicosis por el rating», responde Daniel Stigliano, titular de la productora Azteka Film. «El rating es tomado como referencia y eso hace que, en pos de la buena medición, muchas veces no importe demasiado el contenido», agrega. «Debe ser al revés, el contenido debe ser producido con calidad tomando un riesgo artístico», reflexiona el productor televisivo. «La mayoría de las veces, nosotros tratamos con productores que tienen grandes problemas de hibridez y no saben qué tipo de género quieren. Y así confunden permanentemente a los autores y al público», arremete Camaño contra los popes de la TV abierta.
«El autor no va a traicionar al género porque quiera. El productor es el que se desespera porque el minuto a minuto rinde más en una u otra trama, con un personaje y con tal actor. Y te vuelve loco para que pases de la comedia al drama, del drama al policial, luego al melodrama y de ahí a dar recetas de cocina», ironiza el guionista. «Es desesperante trabajar así. Y el público se va alejando de las producciones nacionales y está yendo más a consumir series por Internet», considera. Camaño advierte que la situación actual es una consecuencia de «los desastres que han hecho con los relatos, los cambios de horarios y la falta de respeto a los profesionales y al público».
«A la ficción se la ha empobrecido, no solamente en la cantidad, sino que se reiteran las mismas historias. He visto un empobrecimiento alarmante en estos últimos 15 o 20 años», dice Darín. La actriz señala que «se repiten los argumentos y la estructura. Cambian un poco los nombres de los personajes y ya. Repiten la receta, pero tampoco la cocinan muy bien. Y les falta uno de los ingredientes fundamentales: la creatividad. Se trata a la gente de tonta», critica la intérprete y dirigente gremial. ¿Cómo afecta a la cultura el presente estado de cosas? «Ese es el gran tema», responde Camaño. «Lo que pierden de vista los canales es que una serie es un producto cultural. Y estamos dejando la soberanía cultural en manos de dos o tres tipos a los que no les interesa un carajo de nada. Nosotros recordamos los programas de nuestra infancia: tienen que ver con la memoria popular, con la identidad de un país. Los pibes van a recordar algunas ficciones de hoy como las ficciones donde los protagonistas eran extranjeros».

Mariano Ugarte

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