Cultura | LITERATURA E INTIMIDAD

La vida como materia prima

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Osvaldo Aguirre

Las ficciones autobiográficas ocupan un lugar preferencial tanto para los escritores como para los lectores. Recuerdos, vínculos y traumas volcados sobre el papel.

Entre los libros del 2022, las ficciones biográficas confirmaron el lugar privilegiado que ocupan para los lectores y para los escritores argentinos. También el carácter esquivo de los textos a cualquier definición convencional, al presentar «literaturas pequeñas, sin género, fragmentarias, que parecen medio rotas pero van al hueso del asunto y tocan el corazón de las cosas», como plantea Mauro Libertella, un autor de referencia.
«La escritura de la intimidad se deriva naturalmente del hecho de que estamos escribiendo y leyendo todo el tiempo en las redes sociales. La intimidad como la entendíamos antes se acabó, todo está disponible para cualquiera», plantea Mercedes Güiraldes, gerenta de ficción del grupo Planeta. En esa línea, «la anécdota personal, los vínculos, todo eso que se suele relacionar con el mundo femenino es hoy la materia de muchos libros escritos tanto por mujeres como por varones: se levantó una especie de mandato sobre qué se puede y qué no se puede escribir».
Marina Mariasch publicó el año pasado Efectos personales, sobre el suicidio de su madre. Pero no se trata de «poner en palabras» una historia personal: «No creo que la literatura sirva para curar o para sanar. Es algo del orden de lo que sucede más allá de uno, como un trance imposible de frenar. En el libro aviso desde el primer instante que quizá esto no sirva para nada, que no sea bueno para nadie ni aclare nada. Escribir es para mí correr un riesgo, ponerme en evidencia, exponer mi vulnerabilidad».
En Diario inconsciente, primer título de la editorial Bosque energético, Santiago Loza reelabora días de internación en una clínica psiquiátrica. «No soy ya esa persona, quizá lo que ayuda a escribir es la distancia. También para correrse de la autocompasión. Las cosas tampoco pasaron como las cuento, hay un juego de esconderse y de asomarse. La juventud que se narra no me pertenece pero a la vez quedan las secuelas», dice el autor, también reconocido como dramaturgo y cineasta.
Durante el proceso de escritura, «me daba terror que pudiera leerse como un relato de superación», agrega Loza. La confesión está fuera de lugar: «Hay una verdad literaria que no es necesariamente comprobable o no tiene un correlato objetivo con los hechos», señala Mariasch. «No es una verdad documental y no tiene la menor intención de serlo, y está claro que todo relato es justamente eso, una versión de los hechos, porque como dice Lacan no hay manera de hablar de uno mismo sin mentir», agrega.
Para Libertella, la intimidad estuvo asociada a la escritura de las mujeres «en parte porque los grandes temas de la vida en sociedad fueron cuestiones sobre las que escribían los hombres con todas las condiciones materiales a su servicio». Mientras tanto, «las mujeres estuvieron recluidas en la vida doméstica y había algo clandestino y secreto en lo que escribían, pero hoy tienen otro lugar en la sociedad, están escribiendo otro tipo de géneros y ahí se produce un vuelco, un espacio donde algunos nos metemos para escribir también cosas de la intimidad», dice el escritor y periodista, que en Un futuro anterior reconstruye su relación de pareja.
Mariasch no cree que la intimidad se haya habilitado en la literatura «ni recientemente ni a través de voces femeninas» y cita como antecedentes inmediatos las obras del noruego Karl Ove Knausgård y de Alan Pauls. «La autoficción existió siempre, de un modo u otro», coincide Mercedes Güiraldes, que observa el auge actual «como un fenómeno ligado sobre todo a la ficción literaria, una expresión eminentemente artística a pesar de que hay quienes la desprecian y también de cierta saturación».

Límites difusos
Mi libro enterrado (2013) determinó la orientación de la obra de Mauro Libertella. «Cuando lo escribía pensaba a quién podía interesarle lo que contaba sobre mi viejo», dice, en referencia al escritor Héctor Libertella. «Y sin embargo, de todos mis libros, es el que más trascendió mi experiencia, en el sentido de que mucha gente me dice que encuentra su propia historia. Las circunstancias son distintas, pero algo produce la identificación. Eso me parece mágico, y es también la potencia del género».
Para Loza, «la memoria arma una primera ficción». En Diario inconsciente «hay algo que me autoricé a narrar con el paso del tiempo y también partes que ya no sé qué veracidad tienen: sé que algunas cosas sucedieron, otras son inventadas y otras ya no tiene sentido escribirlas. No definiría al libro como autoficción, escribí lo que salía en el cuerpo narrativo que se armaba, trabajando algo formal, con el lenguaje, corrido de la historia clínica».
Libertella destaca nuevos pactos de lectura. «Philip Roth, por ejemplo, juega en el límite entre la ficción y la realidad. Otros autores cuentan algo que ocurrió. Y después hay casos como el de Knausgård, que propone una literatura autobiográfica y de pronto dedica cien páginas a un diálogo imposible de recordar. Es el gesto literario más modernizador que encontré en la relación entre realidad y ficción: no importa finalmente, en literatura, si los hechos ocurrieron como los estamos leyendo sino que el pacto está en el tono, en la forma de contar la historia».
Loza anota que «se suele escribir para encontrar un sentido», pero no es su caso. «Escribo de a ratos, en momentos dispersos. También hay algo de tomar apuntes que me interesa, como si los textos no fueran definitivos, como si no quisieran sentenciar», dice. El título Diario inconsciente «apareció como una alusión a aquello que no se pudo contar, a lo que el libro rodea sin nombrar».
Desde el «giro autobiográfico de la literatura argentina», señalado por la crítica, las posibilidades se diversifican. «Los editores vamos detrás de un fenómeno que no veo en términos de producto, de invento, sino más bien como hijo de su tiempo, como liberación de cualquier pretensión de fijar o encorsetar a la literatura, de decir a priori qué y cómo se debe escribir», dice Güiraldes. El premio Nobel de literatura del año pasado para la francesa Annie Ernaux es otro indicio de la consagración de un género inspirado en la indefinición de sus límites.

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