Cultura | GENUINA Y MARKETINERA

Las mil y una vidas de Shakira

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Mariano del Mazo

Intérprete personalísima, artista total, la colombiana más famosa ha recorrido un largo y fructífero camino desde que partió de su Barranquilla natal.

Facetas. La agenda de la cantante se multiplica más allá de la música: es filántropa, embajadora de UNICEF y ahora también líder de género.

Foto: Loic Venance/AFP

Shakira es una estrella que sabe todo: qué cantar, cómo cantar y en qué momento. Al igual que artistas ya clásicos –los Rolling Stones sin ir más lejos– se metamorfosea con su tiempo, en una adaptación que incluye ritmos y temáticas. Bajo el amplio y definitivamente inasible paraguas del pop, ha hecho desde vallenato hasta reggaeton, desde canción de autor hasta world music. Por eso no extraña su alianza estratégica con el rey Midas de estos tiempos, el enigmático Bizarrap. El argentino sin rostro, surgido de una pieza adolescente de Ramos Mejia, fue el artífice del terremoto global a caballo de una vulgar canción de despecho que trepó a uno de los zeitgeist de época: el empoderamiento de la mujer.
Cantante personalísima, artista total, dueña del don de aparecer genuina y marketinera al mismo tiempo, Shakira maneja otro arte: el de la ubicuidad. Estuvo cuando tuvo que estar, entre tantos, con Black Eyes Peas, Alejandro Sanz, Mercedes Sosa o Gustavo Cerati. La muerte del Soda Stereo interrumpió una sociedad musical de alcances insospechados. Como sus coterráneos Juanes y Carlos Vives, Shakira sabe jugar a los mil ritmos pero en su actitud perdura un matiz rockero que parte desde el folclore de su tierra hacia donde sea.
La amplitud de herramientas contempla un manejo escénico estupendo, con una capacidad bailable arrolladora y sensual. Como un llamado de la sangre –es de origen libanés– aprendió danzas árabes a los cuatro años, y muchas de sus canciones se deslizan por sinuosas líneas de Oriente. Alterna el español y el inglés y un esmerado trabajo de management la convirtió en la única artista (mujer y hombre) que cantó en tres mundiales consecutivos en tres continentes diferentes: Alemania 2006, Sudáfrica 2010 y Brasil 2014.

Una voz prodigiosa
Nació en una de las ciudades más musicales del mundo, Barranquilla. Es el orgullo de la región de la Colombia caribeña, enmarcada por el río Magdalena. El escritor que le disputa el trono de «colombiano más famoso», Gabriel García Márquez, quedó embelesado por esa muchacha menuda y eléctrica. Le dedicó un célebre perfil periodístico, una entrevista glosada que publicó la revista Cambio. Escribió el Nobel: «Hubo épocas en que concedió hasta cuarenta entrevistas diarias sin repetirse. Tiene ideas propias sobre el arte, la vida terrenal y la eterna, la existencia de Dios, el amor o la muerte. Sin embargo, sus entrevistadores y publicistas ocasionales se han empeñado tanto en que las explique, que la han vuelto experta en respuestas fugitivas, más útiles para escamotear que para revelar. Rechaza toda idea relacionada con la fragilidad de su fama, y la exasperan las versiones de que puede perder la voz por sus supuestos abusos. “En plena luz del mediodía –dice Shakira– no quiero pensar en el ocaso”. De todos modos, los especialistas lo ven como un riesgo improbable, pues su voz tiene una colocación natural capaz de sobrevivir a sus excesos. Ha tenido que cantar agotada por las fiebres, ha perdido el conocimiento por cansancio, pero nunca ha sufrido la mínima alteración de la voz».
Sus dos parejas más conocidas fueron, desde ópticas diferentes, poderosas y polémicas. Tuvo una relación de diez años con Antonio De la Rúa y debió soportar lateralmente el derrumbe estrepitoso de su suegro, el expresidente Fernando De la Rúa. Antonio, (a) Antonito, se encargó de manejar la carrera de su novia. Una mina de oro. Hábil para las operaciones políticas –fue un personaje clave del Grupo Sushi, que maniobró las tramas palaciegas de la gestión de su padre–, se considera a sí mismo el artífice del gran salto artístico y comercial de Shakira a partir del disco Laudry Service. Cuando la relación terminó, hubo un feroz cruce de abogados: Antonito exigió el 18% de todas las ganancias.
Shakira no se dio tiempo de procesar las esquirlas de ese amor voraz. El final coincidió con el comienzo de su relación con Gerard Piqué. Aunque desde el fútbol –se cansó de ganar copas con el Barcelona y fue campeón del mundo con España–, el perfil del zaguero no difiere tanto del de Antonito: es tal vez el jugador de fútbol que más ha ampliado sus arcas con diversificados emprendimientos empresariales. Shakira se instaló en Barcelona y desarrolló su carrera haciendo malabares entre su rol de esposa –al fin, se trató de una pareja entre latinos– y, en muy poco tiempo, como madre de dos hijos. Lejos quedan las imágenes como de reality de la cantante mirando en pijama desde una cama king size alguna de las más de 30 finales que Piqué jugó con el Barcelona, rodeada de los niños Milan y Sasha. Lejos también las canciones dedicadas a él, temas como «Me enamoré», «Día de enero» y «Addicted to you». Como escribió Gabo, Shakira parece haber tenido mil vidas y su agenda se multiplica más allá de la música. Es filántropa y embajadora de buena voluntad de la UNICEF. Denunció injusticias con frases rotundas: «Donde las personas no tienen igual acceso a las oportunidades hay que actuar. Generación tras generación, están atrapados en un círculo vicioso». Ahora sumó un rol: se encaramó como líder de género, mientras ve crecer las visualizaciones de su colaboración con Bizarrap. «Las mujeres ya no lloran. Las mujeres facturan», canta, con una sinceridad lindante con el cinismo. La que avisa no traiciona.

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