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Literatura futbolera

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Menospreciada durante décadas, la pelota pasó a ser el eje de cuentos y novelas de escritores como Soriano, Fontanarrosa y Sacheri. Entre el periodismo y la ficción, cada vez se editan más títulos que evocan a jugadores, equipos y campeonatos históricos.


Según Alejandro Dolina, existe cierta demagogia en la literatura que exalta la pasión deportiva: en ese encuentro entre el gran arte y lo popular, no asciende lo popular sino que desciende el gran arte. Para el autor de Crónicas del ángel gris, la que pierde es la literatura. A pesar de lo anterior, en los últimos años se produjo una futbolización del universo libresco, una invasión de esta zona del pensamiento a partir de la utilización de una cantera de metáforas tomadas del juego. Y esto se observa tanto en el periodismo como en la literatura.
Frente a las ventas parece no haber discusión. La Agencia Argentina de ISBN (International Standard Book Number) difundió la carrera de las estadísticas: en 1996 se publicaron 21 libros con el fútbol como tema central. En 2005, esa cifra trepó a 65; en 2006, a 59. Diez años más tarde, mientras algunas estimaciones hablan de cuatro decenas de títulos por temporada, algunos de ellos se cuelgan a lo más alto de ranking de ventas. Mezclados en la lista de más vendidos están Gallardo Monumental, la biografía de Diego Borinski sobre el actual entrenador de River Plate, Marcelo Gallardo; o Tévez, Corazón apache, la vida del astro boquense Carlos Tévez visto a través de los ojos de Sebastián Varela del Río. Ambos superaron los 10.000 ejemplares vendidos.
Esta temporada salieron a la cancha Corbatta. El wing, de Alejandro Wall; Creer. El desafío de superarse siempre, una suerte de manifiesto de Diego Simeone; y Pelota de papel, que reúne cuentos de futbolistas como Sebastián Domínguez, Pablo Aimar, Rubén Capria, Jorge Sampaoli y Jorge Valdano, entre otros, con el aporte de periodistas y el padrinazgo de Eduardo Sacheri, que también escribió y escribe mucho: Esperándolo a Tito (2007) ya es un clásico del género.
Compilaciones de cuentos, biografías, reconstrucciones históricas y hasta ficciones forman parte de un fenómeno que, a diferencia de otras épocas, no está en tela de juicio. ¿Se trata de, como dice Dolina, de una «patología» literaria? La metáfora más recurrida se relaciona con la guerra y la pasión como padecimiento. ¿Una vida con ausencia de emociones?
Ariel Scher, autor de Contar el juego (Capital Intelectual, 2013) y otros tantos aportes a la causa, sostiene que «la literatura y el deporte son muchas cosas y, entre todo lo que son, son dos maneras de jugar. A veces juegan juntos y el juego se plasma en páginas, en libros, en oraciones, en canciones, en cantitos. Como con cualquier literatura, como con cualquier construcción lúdica, puede gustarnos o no, provocarnos mucho, poco, nada. Más que de una literatura deportiva o futbolera, prefiero hablar de una literatura con deporte: una frase, una metáfora, una comparación que el autor considera necesaria para esa literatura. Cierto es que en tiempos más viejos había menos libros o menos literatura directamente sobre deportes. Habrá que ver cuánto hay en eso de ruptura de prejuicios o de moda».
El fútbol se metió de lleno en la literatura: cada vez son más las editoriales que apuestan por escrituras reveladoras y asuntos nunca tratados en este ámbito. El consumo demuestra no solo cuánto creció la oferta, sino también el interés de un público lector que la industria editorial desconocía. Ana Laura Pérez, editora del grupo Random House, narra su descubrimiento: «El prejuicio me hizo creer que el hincha de fútbol no lee. Sin embargo, hay un interés enorme de esos lectores. Sobre todos en trabajos enfocados en la historia de los clubes o en sus figuras más representativas. Los periodistas deportivos son personas informadas, escriben bien y tienen acceso a los deportistas de primera línea».
Hay otros títulos exitosos que se desplazaron de estos tópicos hacia otros aspectos puntuales de la historia de las instituciones, como el caso de Carceleros, de Marcelo Izquierdo (Aguilar, 2015), la historia de General Lamadrid, el único club del mundo fundado frente a una cárcel; o Dios es cuervo, de Pablo Calvo (Sudamericana, 2013), acerca del fanatismo del papa Francisco por San Lorenzo de Almagro.

 

Mitos
Hasta la década del 60, los sectores ilustrados separaban de la cultura a todas las manifestaciones que estuvieran fuera de las bellas artes. El fútbol era un fenómeno poco menos que desdeñable. A partir de los 70, se comenzó a visualizar a los escritores futboleros. Lo nuevo es que, a partir de los 80, el fútbol entró como elemento de ficción en forma regular, con exponentes destacados como Osvaldo Soriano (Rebeldes, soñadores y fugitivos, 1987), Roberto Fontanarrosa (El mundo ha vivido equivocado, 1983) y Juan Sasturain (El día del arquero, 1991), que partieron desde las crónicas de prensa y el humor para luego desembocar en la literatura. También Alejandro Dolina aportó lo suyo, en sus Crónicas del ángel gris (1988), con sus «Apuntes de fútbol en Flores».

Un repaso más amplio nos lleva hasta mediados del siglo pasado, donde casi no se conocían títulos futboleros. «Puntero izquierdo», de Mario Benedetti y «Suicidio en la cancha», de Horacio Quiroga, son algunos de esos cuentos que muchos recuerdan pero que, como los grandes mitos, al final muy pocos leyeron.
La aparición en la década del 70 de Literatura de la pelota, del poeta y escritor Roberto Santoro, escritor desaparecido por la dictadura en 1976, el género se posicionó. El trabajo de Santoro, incunable durante décadas, es una antología pionera de textos literarios relacionados con la pelota. Publicado por el mismo Santoro en 1971, se reeditó en 2006 a través de Ediciones Lea.
En la Argentina tuvo un peso importante Fiebre en las gradas, del inglés Nick Hornby (1992, Anagrama), acaso gracias al impulso del relato de un hincha de fútbol, en este caso del Arsenal inglés, que no renuncia a expresar todos los sentimientos encontrados a partir de la pasión de seguir a sus colores. Pese a no editarse en el país, su influencia resultó vital para que jóvenes narradores argentinos se vieran también reflejados en ese camino. Con un entusiasmo contagioso y su característica ironía, Hornby nos cuenta lo que ocurre cuando uno deja que el fútbol dé contenido a unos cuantos huecos que, supuestamente, deberían haber estado ocupados por otras cuestiones.

 

Mirando el pasado
Crónicas Canallas, de Santiago Llach (Blatt & Ríos, 2014); Será siempre Independiente, de Fernando Soriano y José Bellas (Planeta, 2014); Simpatía por el diablo, de Juan Tejedor (Sudamericana, 2013) o Ser de River, de Andrés Burgo (Sudamericana, 2011), se explayan, cada uno a su manera, sobre la apasionada relación con una camiseta. Fernando Soriano le señala a Acción algunos de los pormenores de su relato compartido: «Lo escribimos en tercera persona, pero nos hacía ruido hablar de “los de Independiente”, como si nosotros estuviéramos afuera de ese círculo. Así que pensamos que el relato se encarnaría mejor contándolo como lo sentimos los hinchas del Rojo».
Estos adictos a la redonda rechazan invitaciones a fiestas familiares, asocian su ruptura amorosa al descenso de categoría, se interrogan sobre la esencia de esta obsesión y describen con humor en qué consiste verdaderamente ser hincha de un equipo. Burgo analiza el estrépito que le produjo el descenso de River. «Hasta ahí, en el único lugar de la vida en que estaba invicto era con River: nunca faltaban los títulos. El descenso de River me bajó a tierra», admite.
Este año resultó muy fructífero para los revisionistas, ya que se cumplieron tres décadas de la última consagración argentina en una copa del mundo. El título que alcanzó la Selección de Carlos Bilardo en México 86 alimentó páginas y más páginas. El periodista Daniel Arcucci confeccionó con Diego Maradona el más resonante de los proyectos: Mi mundial, mi verdad (Sudamericana), el largo camino de la épica maradoniana en aquel campeonato inolvidable. Más allá de las anécdotas, es un texto muy calculado y con poca gracia.
Aunque 1986, la verdadera historia (Planeta), de Gustavo Dejtiar y Oscar Barnada suene pomposo, es un trabajo de investigación que narra cómo la política opera en el mundo del fútbol. Los autores se remiten al principio de la historia y para eso arrancan su travesía en el año 1977, con la formación de aquella otra selección campeona del mundo, dirigida por César Luis Menotti. Una prosa neutra, pero no por eso menos convincente para unir dos gestas deportivas, que tienen mucho más en común de lo que creíamos.
El partido, otro trabajo de Andrés Burgo (Tusquets, 2016), resulta un apartado especial de aquel campeonato que ganó Argentina en 1986. Relaciona sus recuerdos infantiles con el partido «más legendario de la historia de los mundiales». Se ocupa de lo que ocurrió antes, durante y después de Argentina 2-Inglaterra 1, esa tarde que tuvo a Maradona como protagonista excluyente con sus dos goles, uno con la mano y otro eludiendo a medio equipo británico.
La industria editorial está lista para agrandar su vitrina de títulos deportivos: se presumen más lanzamientos para este año. Cada gol es siempre una invención, igual que la palabra justa. Como bien sintetizó Pier Paolo Pasolini sobre el romance entre las letras y el fútbol: «El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año».

 

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