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Pablo Díaz Marenghi

Josefina Ludmer
Eterna Cadencia
328 páginas

Decir que Josefina Ludmer es uno de los nombres más destacados dentro de la crítica literaria argentina y latinoamericana no es ninguna novedad. Con varias décadas de experiencia docente en las universidades más prestigiosas de los Estados Unidos, le alcanzó con tan solo un puñado de libros para hacer escuela en la materia. Dos se destacan: El género gauchesco y Onetti, los procesos de construcción del relato. Este conjunto de textos, seleccionados y prologados por Ezequiel De Rosso, abarcan parte de su trabajo entre 1963 y 2013. Si bien son artículos, conferencias y ensayos breves que pueden leerse de manera autónoma, la lectura en continuo permite observar cómo su estilo crítico fue mutando y sofisticándose: de una mirada hipertextual a una híbrida e, incluso, vanguardista. Se leen reflexiones sobre la obra de Ernesto Sabato, Miguel Barnet, Manuel Puig y Sor Juana Inés de la Cruz. Se interroga, por ejemplo, sobre la literatura femenina, la cual, afirma, no existe porque «toda escritura es asexual, bisexual, omnisexual». Agrega, en una sentencia que dialoga con el presente: «No existe la mujer como categoría universal y esencial. Esa categoría, como todas las fórmulas de ser de los subalternos, dominados y enemigos, ha sido puesta desde fuera». Sobre el final emergen ideas provocadoras. Señala que viene «de un mundo perdido donde las pasiones eran fuertes» y esboza el concepto de «máquina de lectura», que será retomado por Ricardo Piglia y Martín Kohan. En 2013 dijo entender la crítica como «una forma de activismo cultural». Su obra es una prueba viva de ello, que sigue dejando enseñanzas ineludibles acerca de cómo, por qué y para qué leer.