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Loki

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Mariano Kairuz

Hiddleston es un superhéroe terrenal.

Disney +

Al igual que WandaVision unos meses atrás, el estreno de la serie Loki parece diseñado para los fans de los superhéroes que ya estaban un poco cansados de los relatos de superhéroes. ¿Qué cosa nueva podía ofrecer Marvel en ese terreno después de 23 películas? Bueno, esto: un artefacto narrativo impredecible que, sin renegar de los superpoderes y los artilugios mágicos, devuelve a sus personajes sobrenaturales a un mundo más pequeño y cercano, de ribetes reconocibles. Y si en Wanda Vision se encontraban en el improbable escenario familiar de una sitcom de los años 60, acá Loki –el dios de la mitología nórdica, salvaje hermano de Thor y uno de los villanos con más onda de la cultura pop– es condenado a una eternidad en una oficina burocrática saturada de protocolos y archivos de papel. No es que no haya una línea argumental repleta de elementos fantásticos (la Autoridad de la Variación Temporal es una agencia dedicada a monitorear la continuidad del espacio-tiempo), pero a no desesperar: por momentos enrevesada hasta lo incomprensible, la trama no sería más que el pretexto para poner en escena a Tom Hiddleston, uno de los mejores actores de su generación, en inesperado contrapunto con Owen Wilson, que como siempre le aporta gracia a casi todo lo que toca. La interacción entre ambos mantiene andando una premisa que además cuenta con la virtud de la brevedad: son seis capítulos de entre 40 y 50 minutos, tiempo suficiente para pegar uno que otro volantazo narrativo.

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