Cultura

Memoria viva

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La poesía y los textos de los pueblos originarios expresan una visión del mundo en la que confluyen la tradición oral heredada de los antepasados y el cuestionamiento al actual estado de cosas. Libros dedicados a la cultura mapuche, selk’nam y yámana.


Autoras. Liliana Ancalao, Viviana Ayilef y Graciela Huinao, exponentes destacadas. (Gentileza Prensa)

Voy tras las huellas de aquellos que se fueron/ Hablo de aquellos que partieron, los del infinito/ He perdido las huellas de aquellos que se fueron». El canto de Lola Kiepja, la última chamán de la etnia selk’nam, contiene una preocupación común en la literatura indígena del sur del continente. La memoria de los antepasados, asociada con la lengua, el conocimiento y la propia visión del mundo, atraviesa los textos de culturas históricamente menospreciadas y resuena con intensidad en el contexto político actual, signado por los reclamos de tierras y nuevas formas de discriminación.
Reuëmn, poesía de mujeres mapuche, selk’nam y yámana, una antología de Cristian Aliaga publicada por Espacio Hudson, se propone revalorar esa literatura en tanto tal, «sin renunciar a su mensaje ancestral ni a sus demandas políticas urgentes». La recopilación comienza con una selección de los cantos que Lola Kiepja transmitió a la antropóloga Anne Chapman poco antes de morir en 1966, obra emblemática tanto de la particular sugestión de las creaciones de los pueblos originarios como de su fragilidad en términos de conservación. La ausencia de escritura fue uno de los obstáculos para preservar ese legado, y también la visión de algunos antropólogos, en particular los que negaron que el pueblo yámana tuviera una literatura propia. Un desconocimiento reparado con la difusión aún reciente de plegarias, expresiones de agradecimiento y de duelo e invocaciones, que conforman la segunda parte del libro.

Valor universal
La literatura mapuche, en cambio, integra textos recuperados de la tradición oral –el Llamekán, cantos que acompañaban las tareas cotidianas, entre otros– con una producción en curso de autores contemporáneos. Las mujeres tienen un lugar protagónico no solo como escritoras, según muestra Reuëmn, sino también como activistas culturales y promotoras del estudio de la lengua propia, el mapuzungun, y la educación de acuerdo a pautas recibidas de los mayores.
Los textos de Eliana Pulquillanca (Piutril, Chile, 1963) formulan el mandato de la tradición («escucha la voz de tus antepasados») y contraponen las comunidades originarias con las grandes ciudades; mientras Liliana Ancalao (provincia de Chubut, 1961) asocia las memorias de infancia con la perspectiva de género; y otras escritoras muestran un inusual sentido de la lírica, como se observa en los poemas de Viviana Ayilef (Trelew, 1981). «Mongen», de la poeta y lingüista Jacqueline Caniguán (Puerto Saavedra, Chile, 1970), formula el encuentro del individuo con lo ancestral con notable sencillez y belleza: «He respirado/ aire sagrado de mi tierra/ He soñado/ En la cascada pura y perdida/ He caminado/ En el sitio de los bailes antiguos/ He vivido en estas horas/ Todos los días de mi vida».
Graciela Huinao (1947), primera indígena en integrar la Academia Chilena de la Lengua, condensa a su vez el conflicto histórico en «Salmo 1492», de apenas cuatro versos: «Nunca fuimos/ el pueblo señalado/ pero nos matan/ en señal de la cruz». El rescate de la tradición no significa una actitud de encierro y aislamiento sino, por una parte, la recreación de un «lenguaje indómito», una poética de resistencia a las persecuciones y la marginación, y por otra un modo de relacionarse con el mundo: «Mi poesía no solamente pertenece a un pueblo determinado. Trato de hacerla lo más universal posible, que traspase las fronteras», dijo Huinao en una entrevista.
En esa misma línea se encuentra, entre otras, la obra del poeta mapuche-huilliche Jaime Huenún (1967), quien publicó este año La calle Mandelstam y otros territorios apócrifos (Fondo de Cultura Económica). Huenún ha editado además varias antologías de escritores mapuches, y el epílogo que escribe para Reuëmn sitúa el sentido actual del que se carga la literatura indígena: «Lo que la geopolítica nacionalista archivó en arcanos documentos de civilización y barbarie renace hoy en plenitud de belleza, mestizaje y legitimidad cultural, estableciendo un contrapoder literario, ético y político», dice.

 

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