Cultura | CIVILIZACIÓN Y BARBARIE EN EL TEATRO

Mitos argentinos revisados

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Analía Melgar

Varias obras de la cartelera cuestionan las ideas plasmadas por Domingo F. Sarmiento y Esteban Echeverría en textos clásicos de la literatura del siglo XIX.

Polos cercanos. Escenas de Las cautivas, Pampa escarlata y Olvidate del matadero, las piezas que desmontan el maniqueísmo del enfoque tradicional. Fotos: Prensa

Facundo. Civilización y barbarie en las pampas argentinas es el título del célebre ensayo de Domingo Faustino Sarmiento, publicado por primera vez en 1845. Desde entonces, el par conceptual que sostiene la argumentación del texto sigue vigente. En pleno siglo XXI, aparece en discusiones y decisiones del ámbito político, periodístico, educativo y literario. En particular, el teatro contemporáneo tiene muchos ejemplos de dramaturgia con personajes y conflictos diversos, pero todos construidos como un diálogo, a menudo paródico, del ideologema sarmientino.
En la cartelera porteña actual hay tres obras que giran en torno a la cuestión: Las cautivas, de Mariano Tenconi Blanco (Metropolitan); Olvidate del matadero, de Pablo Finamore (Teatro del Pueblo) y Pampa escarlata, de Julián Cnochaert (El extranjero). Pero a la lista se podrían sumar otras que fueron estrenadas en los últimos años: La maestra serial, de Gonzalo Demaría; La patria al hombro, de Adriana Tursi; Patriada, Tierra partida y otras obras de la compañía Malvado colibrí; Un hombre civilizado y bárbaro, de Raúl Serrano; Piedra sentada, pata corrida, de Ignacio Bartolone. En el cine, por su parte, a fines del año pasado se estrenó Matadero, película de Santiago Fillol; mientras que Pablo Rotemberg montó La era del cuero, un espectáculo de danza en el Teatro San Martín.
Doctor en literatura por la UBA, investigador de Conicet y docente universitario, Juan Ignacio Pisano agrega algunos atractivos textos recientes que retoman el tema: «El guacho Martín Fierro, de Oscar Fariña; Barbarie y civilización, de Gabo Ferro; ¿Sueñan los gauchoides con ñandúes eléctricos?, de Michel Nieva; Parte de guerra. Indios, gauchos y villeros: ficciones del origen, de Mariano Dubin; Las aventuras de la China Iron, de Gabriela Cabezón Cámara». Su lista también incluye canciones como «Civilización y barbarie», de la banda Güemes; o el disco Danzachapogo, de Raza Truncka, que fusiona folclore con heavy metal.

Historia fundacional
El teatro es, según explica Tenconi Blanco, un ámbito especialmente propicio para revisitar lo que él entiende como un mito fundacional. «El invento de Sarmiento nos permite pensar al país y leer a la literatura argentina. Es una suerte de mito de origen, con una vigencia eterna, de nuestra literatura. Y como el teatro está totalmente conectado con la tradición y los mitos, es el lugar para repensarlos», sostiene el dramaturgo y director.
¿Cuál es el origen de ese mito, cuyas raíces se extienden en todas las direcciones, incluso en El matadero, el famoso relato de Esteban Echeverría fechado en la década de 1830? Pisano encuentra trazas incluso antes de Sarmiento: «La oposición civilización-barbarie, cuyo uso y etimología se pueden rastrear hasta en la antigua Grecia, tiene una raíz europea, en intelectuales de la Ilustración y del Romanticismo como Montesquieu, Herder, Humboldt y Walter Scott. En nuestro país, si bien la dicotomía la cristalizó Sarmiento en Facundo, los términos ya venían siendo usados por actores del partido unitario, para definir a la “barbarie” federal, desde la década de 1820».
El núcleo de la dicotomía define las dos caras de la moneda. «Los civilizados responden a las formas de vida y de organización social que sostiene el núcleo de lo que conocemos como la sociedad occidental. Ese discurso eurocentrista justificó formas de dominación de Occidente por sobre otras culturas. Al ser bárbaras, deben o pueden ser sojuzgadas para que la civilización llegue a ellas y las beneficie», advierte Pisano. Esta polaridad hace aparecer «significados que resultan prístinos para el sentido común hegemónico. El gran desafío está en pensarlos a contrapelo de esos usos».
Precisamente en esa dirección va Olvidate del matadero, en la que Pablo Finamore construyó una fábula que invierte la dicotomía a través del protagonista. «Misky es alguien que se corresponde con lo que en esa época se llamaba el opa, lee todo pero no entiende todo lo que lee. Fue testigo de los hechos que cuenta Echeverría en El matadero, que presenta al mundo partido en dos y políticamente demoniza al otro: emparenta al rosismo y al federalismo con la mugre, la violencia y la sangre. Para Echeverría, en el matadero son todos degenerados, malos, feos, sucios, sin corazón. En cambio, Misky los ve como una fiesta del pueblo: son sus amigos, toda la gente que él conoce. Desmontamos esa construcción de demonizar al adversario».
Por su parte, Julián Cnochaert ubica en Pampa escarlata a una muchacha inglesa del siglo XIX, que tiene como criada a una mujer criolla: entre ellas se produce un acercamiento corporal, mágico, simbiótico, que desencadena un conflicto con dosis de humor. Para Cnochaert, no es posible sostener aquel planteo maniqueo. «Difícilmente ese pensamiento tan binario pueda aplicarse al mundo actual o a un país tan complejo y heterogéneo como Argentina. En mi obra, trabajé las relaciones entre los personajes siguiendo el concepto de Michael Foucault sobre el poder como algo fluctuante, como un rol que se ejerce y que no existe en sí mismo. Así como nosotros podemos, según la ocasión, ser el amado o el amante, el amo o el esclavo, la civilización y la barbarie son intercambiables».
Para Pisano, «el propio Sarmiento se fascinaba con el gaucho, con esa barbarie a la que tanta tinta le dedicó. Ambos términos exceden la mera oposición: pueden resignificarse y hasta intercambiar roles». Las cautivas, de Tenconi Blanco, escenifica lo anterior en cierto modo: «La mirada de la europea es más bárbara que la que tiene la india en algunos momentos: hay un ritual, un festín indio y, a la vez, el abuelo francés abusaba de su nieta. ¿Dónde está la barbarie y dónde la civilización? Para Echeverría, autor del poema narrativo La cautiva, la cultura francesa es la civilizada y los indios representan la barbarie. Acá, la idea de matar a los indios y la de mirar la cultura francesa como objetivo se pervierten, y la india y la francesa hacen el amor». 

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