Cultura | FEDERICO MOURA

Moderno sin fecha de vencimiento

Tiempo de lectura: ...
Juan Ignacio Provéndola

Con la celebración de los 40 años de Locura y la edición de una biografía que recorre su obra, la figura del cantante de Virus se instala definitivamente como emblema y referente del rock.

Visionario. «El día que la gente entienda la obra de Virus se van a caer muchos preconceptos», postuló el líder.

Cuando Locura salió a la venta, allá por octubre de 1985, Federico Moura estaba cumpliendo 34 años, apenas tres menos que Litto Nebbia. Generacionalmente pertenecía a aquella camada pionera del rock como hecho comercial («La balsa» fue el primer hit radial), aunque artísticamente lideraba la promoción siguiente, la de los 80, el postMalvinas, entre la híper y el salto tecnológico que ofrecía la época. Muchos buscaron en esa década renovar los sonidos y las entonaciones, desde Soda Stereo hasta V8, pasando por Zas o Los Violadores. Pero, a diferencia de todos ellos, Federico instaló una noción de vanguardia permanente: al día de la fecha, su variopinta obra al frente de Virus parece eterna y moderna y sigue siendo una referencia y una inspiración para hablar del futuro, nada menos. 

Acaso porque se fue muy joven, el cantante de la banda platense dejó una estela angelada que se magnificó en el tiempo. Se impone una pregunta ucrónica: ¿cómo hubiese atravesado las épocas siguientes en su camino hacia la vejez? «No me lo imagino grande. Creo que parte de su obra fue irse en esa belleza y también en el momento más hermoso de su persona. O, tal vez, eso es lo que quiero creer», reflexiona Marcelo, su hermano menor, ante el conmovido auditorio de la sala Artlab. La consigna era escuchar Locura a 40 años de su salida y, en los intervalos, a Marcelo Moura entrevistado por el periodista Gustavo Bove, autor de Perfecto, hermoso, veloz, luminoso, la reciente biografía de Federico.

«Vinimos a rendirle culto, homenaje y pleitesía a una obra maestra de la música popular argentina», inició Bove, quien refirió a Locura como «el que Federico veía como su disco definitivo». Después de los arrestos iniciales de la new wave en Wadu-Wadu y Recrudece, y de la experiencia rockera en Agujero interior, Virus se entregó a los avances tecnológicos con Relax. Y allí encontró su horma. Por eso es que Locura sigue ese mismo rumbo pero más rápido, para luego desacelerar en Superficies de placer. Eran épocas en las que las bandas locales solían sacar de a un disco por año, y así fue que quedaron tantas canciones de proyectos que duraron más bien poco como Sumo o Los Abuelos de la Nada. «Acá encontramos el ADN de muchas cosas que escuchamos después, como Babasónicos, Miranda!, Adicta y Leo García, o Indios y Bandalos Chinos, también de La Ley a Café Tacuba. El disco envejeció muy bien», refuerza Bove. 

Bisagra. Después de la experimentación de Relax, la banda alcanzó su pico creativo.


En el aire
«Para el tercer disco, un productor nos pidió que bajáramos un cambio y que bajáramos a la tierra. Así fue que hicimos Agujero interior, más rockero y comprensivo. Y Virus empezó a tener popularidad. Hasta entonces, la ecuación era que teníamos menos cantidad de shows y más tiempo para componer. Pero, a partir de ahí, pasó a ser al revés: las giras se hacían cada vez más largas, entonces no había tanto margen para hacer un disco por año», contextualiza el tecladista, que sigue al frente de la banda ahora en su rol de vocalista.

«En ese sentido, Relax fue un disco más experimental. Eso significó también que hiciéramos muchas cosas al pedo: tenías a uno que grababa la guitarra en un baño a 700 metros, o a otro que le ponía pulóveres a los cuerpos de la batería. Sin embargo, esa dinámica es la que nos permitió encontrar cosas que, claramente, caracterizarían al sonido de la década de los 80», razona Moura. En esa transición sonora, «cuando empezamos a tocar, los teclados que había eran los que usaba todo el mundo, tenían una cantidad pequeña de sonidos programados y los escuchabas en cualquier grupo, desde Genesis hasta Virus. Pero justo enganchamos la época en la que aparecieron otros que te permitían generar sonidos más específicos a partir de manipular cosas como la onda, algunos efectos, los agudos, o lo que fuere».  

«Más allá de mi laburo en los teclados, Federico también era un gran pianista y me volvía loco, porque grababa muchas cosas que después yo tenía que reproducir en vivo solo con dos manos», cuenta y se ríe. Aunque luego señala acaso la clave del encanto perenne de ese sonido que Virus desplegó en ese tramo de la década: «Si bien tanto en Relax como en Locura hay una enorme cantidad de arreglos de teclados, los mismos son esporádicos y pausados, porque siempre sentimos que el aire es muy importante en la música».

«Sinceramente, siempre sentimos que las definiciones nos limitaban. Está bien que en el cartel tenía que decir de qué trataba lo que ibas a escuchar, pero una vez pusieron: “Virus, el grupo new-pop-romantic-pac-trak-zen-clack”. ¡Un quilombo!», bromea Marcelo. «A nosotros nos putearon por muchas cosas, menos por parecernos a alguien. Todos escuchábamos cosas muy disímiles: música brasileña, tango, folclore, Bowie, Devo, Spandau Ballet, Roxy Music, The Police. Eran tantas las influencias que, quizás, por eso no se notaban». 

«El día que la gente entienda la obra de Virus se van a caer muchos preconceptos», postuló alguna vez Federico Moura. Cuatro décadas más tarde, su hermano menor completa la idea: «Vivíamos las cosas vertiginosamente y no lo proyectábamos en el tiempo. Tal vez por eso nos adelantamos mucho sin ser conscientes. Pero ahora la obra de Federico y de Virus se escucha mucho más y de una forma más profunda, y cada uno le da a las canciones su propio significado. Y eso, en el fondo, es lo que te vuelve eterno».

Estás leyendo:

Cultura FEDERICO MOURA

Moderno sin fecha de vencimiento

Dejar un comentario

Tenés que estar identificado para dejar un comentario.