La actriz, directora y autora alterna entre el circuito off y el teatro comercial sin alterar el sentido de su búsqueda artística. Sus comienzos en la pantalla chica, su presencia en el cine independiente y su experiencia en una telenovela brasileña.
14 de diciembre de 2016
A Mariana Anghileri, «Moro» para el medio artístico, nunca le interesaron la vidriera, los flashes ni figurar en las redes sociales. Lo suyo «siempre fue el laburo y la diversidad, no la promoción ni el marketing», remarca en una entrevista con Acción. «Me gustan las ficciones y sus diferentes soportes y proyecciones. No soy una esclava de los medios, de las redes ni de un público que espera algo específico. Quisiera poder ser libre y elegir siempre lo que me plazca», dice, entre el deseo y la necesidad.
Esta morocha que hoy se destaca en la sensual obra Deseo, en el teatro comercial, y en Esplendor, en el off, siempre se esforzó para no ser encasillada. Surgió en televisión, en Chiquititas, y después hizo la «escuela» con logradas actuaciones en Gasoleros, Tiempofinal, Soy tu fan y El pacto. Hasta que pegó el salto y se fue a Brasil a formar parte de la taquillera novela Flor del Caribe (2015). «Fue una experiencia genial e inolvidable. Haciendo una novela en Brasil, con todo lo que eso significa y hablando en portugués, cantando, bailando y viviendo en la increíble Ipanema», recuerda. «Si se dan las condiciones, planeo volver a la televisión. Ya no me da miedo el vértigo; al contrario, me atrae».
En la pantalla grande, dejó su huella en el llamado nuevo cine argentino, donde tuvo elogiadas labores en Sábado, Nadar solo y Buena vida delivery. Y como es «inquieta, curiosa y amante de las tablas», se hizo fuerte en el teatro como autora, directora y actriz. Hija es, tal vez, su pieza más relevante, porque Anghileri es hija de un padre desaparecido. «Escribir, descargar mi dolor a través de mi trabajo y formar parte de ciclos como Teatro por la Identidad, me permitieron somatizar la angustia atragantada que tuve durante tanto tiempo. Una ya va teniendo una edad en la que se va dando cuenta de un montón de cosas y la identidad cobra una importancia capital».
Trabajo colectivo
Siempre se manejó con perfil bajo, con producciones austeras y nada glamorosas. Por eso sorprende verla en Deseo, una historia sobre amores gastados y amantes, dirigida por Alejandra Ciurlanti y junto a un elenco con nombres importantes como Juan Gil Navarro, Julieta Ortega y Alejandro Paker. «No es habitual que forme parte de megaproducciones, pero me gusta saltar de un medio a otro. De la tele al off, del ahí al teatro San Martín, o aceptar una propuesta exótica como la de la cadena O Globo, de Brasil. En el caso de Deseo, me interesó la arquitectura del texto, por fuera del tema. Me gusta y admiro la construcción de las ficciones, cuando una pieza sigue a otra, armando un entramado que se desarrolla vertiginosamente», dice. Moro interpreta a Paula, una femme fatale que, con el transcurrir de las escenas, dejará al descubierto sus debilidades.
A esta altura de su carrera, ¿cuál sería su balance? «No me interesa planteármelo, porque no aspiro a llegar a ninguna parte. Me gusta trabajar, descubrir cosas. Me gusta ser parte de equipos, de grupos de gente. Disfruto compartir escena con actores con los que sintonizo. Dirigir es otro viaje hermoso».
En tren de sueños, la actriz gambetea los nombres propios. No busca que la dirija un pope o compartir un escenario con un colega exitoso. «Quiero actuar con gente a la que le guste actuar. Quiero ser dirigida por directores a los que les guste dirigir. Eso es lo que más me importa. Me tira muy para atrás la gente que hace las cosas por algo: un actor por ser famoso, un médico porque es una carrera sólida o un presidente por negocios. Todo se vuelve pequeño. Por suerte Buenos Aires está repleta de gente talentosa que ama el arte sin esperar nada a cambio. Y ojalá el futuro nos depare un Estado que acompañe para poder seguir creciendo, produciendo, armando una industria audiovisual propia y poder sostener el mote de “capital del teatro”, un poco marketinero, pero con asidero en la enorme producción local, que generalmente sustentamos nosotros».