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No mires arriba

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Mariano Kairuz

Adam McKay

Lawrence y DiCaprio, los astrónomos que descubren el cometa que acabará con la Tierra.

El fin del mundo se avecina en la discutida película estrenada por Netflix. Y en la tensión entre ciencia y conciencia, por un lado, y un universo de ignorancia y banalidad generalizadas (y negligencia política), por el otro, fue inevitable identificar un reflejo de los casi dos años de pandemia que la anteceden. Si No mires arriba consiguió convertirse en el producto-tendencia que se propuso ser, es en parte gracias a sus estrellas: Leonardo DiCaprio y Jennifer Lawrence como los astrónomos que descubren el cometa que acabará con la vida sobre la Tierra; Meryl Streep como la donaldtrumpesca presidenta que desestima tan tremebundos anuncios; Jonah Hill como su hijo e imposible jefe de Gabinete y Mark Rylance como el tecnólogo a lo Jobs-Musk que tiene el poder suficiente como para anteponer su codicia a la supervivencia de la especie. Se ha dicho que esta es la respuesta «progre» a Armageddon, que a fines de los 90 propuso una solución militarista a la amenaza del meteorito, mientras que casi al mismo tiempo otra superproducción, Impacto profundo, exploraba la alternativa «Arca de Noé» y sus potenciales miserias. No mires arriba busca llevar algo más lejos las especulaciones indicando que a toda otra consideración se la llevará puesta la lógica del capitalismo salvaje, que contiene el germen de su absurda, propia extinción. Para los detractores los chistes más graciosos de la película (que los tiene), que recuerdan a las comedias iniciales del director Adam McKay (como El reportero: la leyenda de Ron Burgundy), quedan sepultados bajo el peso de la autoconciencia liberal y biempensante que caracterizaba a su obra más reciente (La gran apuesta y Vice). Pero el crítico más duro ha sido acaso Richard Brody, quien en The New Yorker la acusa de ostentar una «visión cínicamente apolítica de la política» y de, en su intento por llamar la atención con sus provocaciones y parodias, volverse tan trivial y frívola como el mundo de medios y redes contra el cual pretende estar apuntando sus cañones.  

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