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El saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs y también integrante de Cienfuegos y Mimi Maura presenta su proyecto solista, con el que busca diferenciarse de sus experiencias anteriores. Las ideas musicales de un personaje singular del rock argentino.

Eterno Cadillac. El músico dice que, si fuera por él, grabaría más discos con la banda. (Subcoop)

Sergio Rotman no para. La vitalidad de este personaje único del rock argentino es realmente asombrosa. Ahora el foco está puesto en un proyecto que ya desde el bautismo sentó las bases de su orientación general: Rotman se llama el primer disco, una afirmación clara del carácter más personal de esta etapa. «El nombre marca una diferencia. Cuando ponés tu nombre estás poniendo la palabra con la cual te llaman y vos te reconocés. Si alguien me grita “¡Cienfuegos!” en la calle seguro que me doy vuelta, pero si me gritan “¡Rotman!” me doy vuelta más seriamente», dice y se ríe. «De verdad, es algo que me pone más al frente, más expuesto. No sé qué va a pasar con este proyecto, pero no va a ser parecido a nada de lo que hice antes».   
A las nueve canciones del muy buen disco que editó en 2019, el saxofonista de Los Fabulosos Cadillacs acaba de sumarle un EP, titulado Aislamiento, con versiones de Joy Division, Wire y Santigold, además de un narcótico experimento sobre el clásico de la Velvet Venus in Furs llevado a cabo con la inestimable colaboración de Emisor (Leonardo Ramella, un nombre importante de la electrónica argentina experimental).  

Espíritu punk  
Todas las relecturas de canciones ajenas que hizo Rotman a lo largo de su carrera fueron inspiradas, empezando allá lejos y hace tiempo por «Moonage Daydream», el tema de Bowie que apareció en 1997 en el disco debut de Cienfuegos. «Fue la primera canción que canté para un grupo en un ensayo», recuerda el también músico de Mimi Maura. «Fue en 1994, cuando empezamos con Cienfuegos. Yo hasta ahí había sido saxofonista de los Cadillacs y Todos Tus Muertos. Y componía para los Cadillacs también, porque soy un mal saxofonista, entonces tenía que mostrar otro tipo de virtudes. «Moonage Daydream» fue la primera canción que ensayamos con Cienfuegos. La idea no era parecerme a Bowie, sobre todo porque soy feo y canto mal. Pero le pusimos mucha punkitud a la versión y quedó muy presentable».
Esa punkitud de la que habla Rotman tiñe el sonido de la banda que encabeza y con la que tiene planeado un 2020 activo. La integran su hijo Leroy en teclados, Álvaro Sánchez  en bajo, Saúl Díaz de Vivar en guitarra, Pablo Martín en guitarra y Gabriel Muscio en batería. «Pablo Martín también fue el productor del disco y fue el que me ayudó a conseguir un sonido que se distinga de todo lo que había hecho antes», cuenta Rotman. «Él fue bajista de El Corte, una banda que lideraba Javier Calamaro en los 80 y también tiene otro proyectos, El Vértice, con músicos argentinos y un par más en Nueva York, donde vive».
«Armamos el disco en seis meses», continúa. «Todo empezó con la idea de editar un single («La juventud») de un cantante puertorriqueño que me encanta, Fofé Abreu. Y terminó en un disco porque yo venía muy embalado con lo que había pasado con Cienfuegos: decidimos parar y cerramos con dos sold out en Groove, lo que me llevó a pensar que era el momento de grabar algo rápido que fuera de algún modo una continuidad de la energía de Cienfuegos, pero con otro estilo».
Después del concierto que dio con su nueva banda en Niceto a fines de febrero, la agenda  de Rotman incluye un show de Cienfuegos en Groove (abril) y la participación en una nueva edición del Lollapalooza (fue reprogramado para la segunda mitad del año) con Los Fabulosos Cadillacs, otra historia de larga data que está lejos de agotarse. «Los Cadillacs no tienen un plan maestro. Lo único que sabemos es que vamos a seguir juntos siempre. Yo espero que Gabriel y Flavio se decidan rápido porque yo ya tengo 56 años, eso sí. Tenemos mucho que decir y poco tiempo para perder. Si fuera por mí, hubiéramos grabado 40 discos más, pero esos son mis tiempos, no se los puedo imponer a la banda. Solo quiero recordarles que el reloj está haciendo tic-tac, tic-tac. No vamos a estar acá para siempre».

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