Cultura

Ola oriental

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Con una propuesta coreográfica cuidada, los grupos de Corea del Sur conquistan audiencias en todo el mundo promovidos por el gobierno, que apuesta a la expansión de su industria cultural. El impacto de la tendencia en la Argentina y los exponentes locales.

Chicos en banda. Los integrantes de BTS, representantes del fenómeno a escala global.

Si antes grupos estadounidenses como los Backstreet Boys provocaban histeria en las adolescentes, ahora son los asiáticos de bandas como BigBang, BTS o PSY quienes se roban los corazones de las chicas. El fenómeno K-pop, o sea, el pop coreano –que agrupa géneros como pop, rock, hip-hop y electrónica, al ritmo de cuidadas coreografías– se ha desatado en los últimos años, gracias al alcance de las redes sociales, en todo el mundo.     
Este tipo de música, que cultivan agrupaciones de Corea del Sur, explotó con el «Gangnam Style», la famosa canción que puso de moda el «baile del caballo» en 2012. En realidad, es parte de la «ola coreana» o «Hallyu», neologismo que acuñó la prensa china a mediados de los 90, en referencia a la irrupción de los productos culturales coreanos: telenovelas, cine, tecnología, moda, cosmética y gastronomía.
Fue en 1992 que surgió el K-pop, con grupos como Seo Taiji y Boys, que experimentaban con diferentes estilos musicales. A comienzos del siglo XXI, hizo su entrada en Japón y, hasta ahora, se ha convertido en una subcultura juvenil: solo en la Argentina cuenta con más de 200.000 seguidores que se nuclean en unos 160 clubes de fans, se dan cita en una treintena de locales para tararear canciones –el idioma no es una barrera– de sus conjuntos favoritos, entre los que se cuentan representantes femeninas como Girls Generation y Wonder Girls. Y para informarse sobre la cultura hallyu, consultan páginas como K-pop Argentina o Xiahpop.
«En el K-pop, el respeto por la trayectoria, la prudencia y el agradecimiento se combinan con la moda y estética occidental. La inocencia asiática con la fachada pop occidental de los ídolos seduce al público joven, que encuentra en el género valores de respeto hacia los mayores y cortesía hacia los fans poco habituales en las estrellas pop de Occidente», comenta Micaela Farías, cofundadora de Xiahpop, sitio que difunde la cultura asiática a nivel local.

Política de Estado  
El éxito del K-pop es tal, que ya en 2008 la revista Forbes lo catalogó como una de las tendencias musicales más influyentes en el mundo. A su masificación en la Argentina, en tanto, contribuyó su paso por Showmatch, cuando se lo incluyó en el certamen Bailando por un sueño, y también el concurso latinoamericano de K-pop, que fue declarado de Interés Cultural por el Ministerio de Cultura de la Nación y cuya sexta edición ganó Secret Weapon, un quinteto de bailarines argentinos.
«Todo comenzó hace cuatro años, como un hobby, en un local sin espejos ni equipos de música. Sin embargo, gracias a la aceptación del público lo tomamos con mayor profesionalismo. La pasión por lo que hacemos movilizó todo», dicen los chicos de Secret Weapon, que se hicieron conocidos por sus actuaciones en el programa de Tinelli y que se han presentado tanto en Buenos Aires como en el Interior. El movimiento llegó igualmente a las radios: VEGA, propiedad de DJ Mosquito, el musicalizador de Showmatch, transmite un programa llamado Puente Hallyu los domingos por la noche.
Detrás del éxito del K-pop, así como de las teleseries  –que en la Argentina siguen familias enteras– y otros productos de la industria cultural coreana, hay una planificación estatal. «El gobierno de la República de Corea inyecta millones de dólares en promover las bandas coreanas alrededor del mundo como parte de una política de penetración cultural en otros países. Alrededor del 1% del presupuesto nacional se destina a subsidios y préstamos vinculados con la exportación de productos culturales, esto es, 20 o 30 veces más que otros países», informan en el Centro Cultural Coreano en Argentina. «En 2011, la llamada “ola coreana”  generó 4.000 millones de dólares de ingresos para el país, mientras que, en 2000, estos apenas alcanzaban los 500 millones», señalan.
Como consigna una nota del Financial Post, «no hay país que no haya tenido alguna influencia de la cultura coreana, ya sea en la forma del K-pop o de un celular Samsung». Una ola asiática que, por lo visto, llegó para quedarse: algo que confirman, por ejemplo, los miles de asistentes al Festival Hallyu, que se llevó a cabo en julio pasado en Palermo.

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