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A 100 años del nacimiento de uno de los más grandes escritores latinoamericanos, se celebra en todo el mundo la riqueza de una obra breve pero impactante que sentó las bases del boom. Opinan Betina González, Esther Cross y Guillermo Martínez.


(EFE)
 

Con múltiples actos y homenajes se conmemoran este mes en México los 100 años del nacimiento del escritor Juan Rulfo. Desde su pueblo natal a universidades, fundaciones, bibliotecas, medios gráficos y audiovisuales, ministerios de Cultura, editoriales y fundaciones de todo el mundo han programado toda clase de actividades para festejar el centenario del autor de Pedro Páramo.
Nacido el 16 de mayo de 1917 en Sayula, comenzó a publicar sus cuentos en las revistas América y Pan hacia 1945. Se suele decir –erróneamente– que la obra de Rulfo se limita a dos obras: El llano en llamas (cuentos, 1953) y Pedro Páramo (novela, 1955), pero lo cierto es que también escribió guiones de cine y un tercer gran libro, la novela corta El gallo de oro, que recién fue publicado en 1980. Sí podría afirmarse que «se consagró» con apenas aquellos dos primeros libros, después de los cuales prácticamente abandonó la literatura.
Ambas obras fueron el fundamento de lo que se conocería como el boom latinoamericano, siendo que la mayor parte de sus protagonistas abrevaron en la prosa magistral del mexicano. Recordaba Gabriel García Márquez en una revista chilena: «Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura de Pedro Páramo. Al día siguiente leí El llano en llamas, y el asombro permaneció intacto. El resto de aquel año no pude leer a ningún otro autor, todos me parecían menores».
Según comenta a Acción la autora Betina González, «Pedro Páramo es una de esas lecturas que deslumbran, porque te abren a la dificultad. Tenía 15 años cuando lo leí. Ese pueblo ocre, las voces, los fantasmas, quedaron en mi memoria como una lección que ahora me parece todavía más importante: las mejores ficciones siempre frustran el deseo de completitud, de clausura del lector».  
En tanto, para Esther Cross, «la literatura del siglo XX no sería la misma sin él. En una época en que imperaba el realismo, Rulfo escribió Pedro Páramo, un libro de gran libertad y dominio, que elude lo lineal, alterna personas narrativas y tiempos, y lleva la imaginación al límite con un suspenso sostenido y una belleza sobrenatural y austera».

Personajes despojados
El Llano en llamas es un conjunto de quince cuentos, algunos de los cuales ya había publicado en América, y en los que lo simbólico, lo fabuloso, se dispara a partir de la simplicidad del mundo rural. El escritor Guillermo Martínez prefiere hablar de Rulfo como lector: «Me interesan de él algunas cuestiones, como ese cierto misterio en su prosa y esas sentencias que parecen indescifrables a primera vista; los personajes que se van revelando de a poco; el valor de los recuerdos; y me gusta mucho la idea de cómo los muertos siguen hablando desde la muerte». Para el autor de Crímenes imperceptibles, Rulfo tiene algunos cuentos memorables, «con un registro de personajes muy despojados, al límite de la pobreza, en sintonía con la literatura social de la época». Con él coincide González: «Es el mundo de los silenciados, del dolor, de los que pasan desapercibidos por el costado de la vida».
Rulfo fue también un gran fotógrafo y sus últimos 20 años los dedicó a trabajar en el Instituto Nacional Indigenista de México, encargado de la edición de las colecciones de antropología antigua y contemporánea. Falleció en la ciudad de México el 7 de enero de 1986. Aunque breve en extensión, el intenso experimento narrativo que fue la obra de Rulfo cobró una dimensión enorme que trascendió las fronteras de México e incluso de Latinoamérica. Hoy la nueva evocación de sus personajes e historias, como ocurre en Pedro Páramo, traerá desde la profundidad de la tierra azteca un mundo mítico que parecía olvidado.

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