Cultura

Protagonismo perdido

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En la era de las plataformas de streaming, los canales de aire cedieron su lugar de privilegio a la hora de contar historias. Las producciones locales enfrentan un doble desafío: atraer a la audiencia y adaptarse a las nuevas formas de consumo.


«Las estrellas». Una de las tiras diarias que logró posicionarse en la pantalla chica. (Prensa El Trece)

Cuando a fines de julio pasado Fanny, la fan fue levantada de la pantalla de Telefe, crisis y ficción en la televisión abierta iban de la mano y difícilmente alguien se hubiera atrevido a poner esta relación en duda. Ahora, unos meses más tarde, cuando Las estrellas ya no es la única ficción reinante en el aire como ocurrió tras la cancelación de la propuesta de Underground, sino que la acompañan Un gallo para Esculapio, Cuéntame cómo pasó, Golpe al corazón y El maestro, resulta más complicado afirmar rotunda y tajantemente que las ficciones en los principales canales se encuentren en estado crítico. En todo caso, sería más pertinente interrogarse por su situación, alimentando el debate.  
De hecho, hay quienes prefieren utilizar otros términos. «Más que de crisis hablaría de un cambio de paradigma, donde hay muchísima oferta desde diferentes plataformas, y nuestra tele no ha sabido cómo actualizarse ni dónde colocarse», opina Lorena Maltaglia-tti, quien se desempeña como productora de arte en Pol-ka. Para Martín Fernández Cruz, periodista de La Nación especializado en series y televisión, sería más atinado considerar el escenario actual de las producciones locales como el resultado de un proceso de empobrecimiento paulatino. «Creo que se trataría de una crisis si hace un año hubiese habido ocho series y hoy hubiera dos. En cambio, los productos nacionales perdieron presencia en la tele de manera gradual, en los últimos años. Hubo una involución», explica.
Coincidentemente con esta visión, Ana Isabel Guérin, licenciada en Comunicación Social por la UBA, docente y miembro de diversos grupos de investigación en torno a los consumos televisivos, destaca el 2014 como un período muy activo para la ficción argentina, mientras que, en cambio, los años siguientes ya anticipaban lo que vendría. «Tres años atrás, la situación era otra: la oferta de ficciones propias era variada y numerosa. Telefe ponía al aire Somos familia, Señores papis, Viudas e hijos del rock and roll y Camino al amor. El Trece programaba Mis amigos de siempre y Guapas, y la TV Pública, la tercera temporada de En terapia y Doce casas. Los años 2015 y 2016 ya vaticinaban el panorama actual», puntualiza.
Dejando las cuestiones terminológicas a un lado, en lo que todos parecen estar de acuerdo es en la pérdida de protagonismo que sufre hoy por hoy la ficción producida en el país dentro de las grillas de las señales de aire. Lejos quedaron las épocas doradas cuando (ya sea en formato telenovela, tira o unitario) brillaba en los horarios más convocantes de la pantalla chica. Actualmente, debaten su lugar en el podio del rating junto con los programas de entretenimiento y las ficciones importadas. ¿Cómo se explica este cambio de estatus? ¿El debilitamiento de la ficción televisiva de origen nacional se debe en gran medida a factores externos como el auge de las plataformas de streaming? ¿A la inequidad económica, cada vez más profunda, entre países en tiempos de globalización? ¿O es el propio género el principal «culpable» de la problemática debido a su falta de permeabilidad y a un creciente déficit de inventiva?

Arenas movedizas
La primera arista del problema se puede resumir en una palabra: Netflix. Y, también, sus «colegas» Amazon, Hulu, el local Qubit, por mencionar los más conocidos. Al igual que el cine a comienzos del siglo pasado (y la televisión a mediados), este videoclub online devenido en prolífico productor de contenidos significó una verdadera revolución en lo que respecta a los modos de consumir productos audiovisuales. Así como el séptimo arte fue digno hijo de su época, la de una industrialización galopante, Netflix supo ofrecer en bandeja lo que la sociedad contemporánea globalizada estaba demandando: un mar de opciones entre las cuales elegir, de manera fácil y rápida, sin necesidad de estar sujeto a un televisor.


Efímera. Fanny, la fan fue levantada a menos de un mes de su estreno. (MKTG Telefé)

En el panorama actual, lo que se ponen en juego son las segundas pantallas (PC, notebook, smartphone, tableta) o, lo que es lo mismo, la televisión social en tanto «el uso que la sociedad les da a las nuevas tecnologías vinculadas con las formas de consumir imágenes», de acuerdo con Guérin. En el universo Netflix tampoco hay que esperar: el espectador y su programa de interés están a un par de clics de distancia. Porque en la era en que vivimos no hay tiempo que perder, dato que sirve para entender el éxito de Netflix o Spotify y, también, de aplicaciones del estilo de Uber o la local Pedidos ya.
«Hay países globalizadores como Estados Unidos que marcan la tendencia. Y países globalizados como nosotros que tenemos que adecuarnos», diferencia Maltagliatti. Dentro de este contexto es que con frecuencia los programadores de los canales de aire (con excepción del canal estatal, que no tiene la presión del rating y que puede fomentar la producción nacional) optan por ficciones extranjeras, los comúnmente denominados enlatados. «La famosa “lata” tiene un costo menor que una producción original y la televisión se hace con dinero, además de con buenas intenciones», afirma sin pruritos Teresa Donato, autora de numerosas tiras y docente de guión en ISER.

Saltar la ola
Un poco de autorreflexión también viene a cuento. «No le estamos encontrando la vuelta a ficciones interesantes que estén a la par de lo que ofrecen las otras formas de visionado», sostiene Pablo Lago, coautor de La Leona y Tratame bien, entre otras. Para él, las producciones concebidas para televisión corren con desventaja, por el simple hecho de que dejan afuera a quien no puede ni quiere estar frente a la tele en un horario determinado. Y a esto se suma una carencia en materia de producción. «Muchas veces falta inversión, elección de locaciones reales en lugar de paredes de cartón pintado, rotación de actores, tiempo para la creación de los guiones. Si las bases de la casa son de corcho, no te va a aguantar mucho tiempo», añade.        


Drama.
La serie Un gallo para Esculapio.

Que la televisión abierta ha perdido su lugar privilegiado de contadora de historias es un hecho. La cuestión radica en no dejarse hundir, adaptarse a la nueva realidad y salir a flote. Después de todo, la pantalla chica no destruyó al cine, así como tampoco lo hicieron las tabletas a los libros, por poner dos casos. «Para que se siga produciendo debería haber, desde lo gubernamental, más oportunidades para los talentos nuevos, las productoras chicas e independientes. Hay gente que tiene muy buenas ideas, pero no los medios para llevarlas a cabo», sugiere Maltagliatti, si bien destaca también que mucha de la ficción de hoy proviene de concursos presentados y ganados ante el INCAA.
Otra solución que ya se ha comenzado a implementar es la de formar coproducciones: renunciar a la exclusividad en favor de obtener mayor presupuesto y, de este modo, lograr tiras y unitarios de calidad y mejor preparados para competir en el mercado. Otra cuestión es la relativa a las mediciones de rating. «Sería interesante que tuvieran en cuenta el registro web antes de decidir si un producto es un éxito o un fracaso», propone Donato, aludiendo a las generaciones más jóvenes que no ven televisión. Por último, todos los especialistas consultados coinciden en que no hay una fórmula para crear un producto exitoso, pero sí dos claves: mantenerse actualizados y, fundamentalmente, como aconseja Lago, «contar historias que despierten empatía y emoción en la gente».

 

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