21 de mayo de 2021
Después de darles vida a personajes que calaron hondo en la audiencia televisiva, el actor interpreta a un cantante bailantero en una producción cordobesa.
Papel a medida. Laport protagoniza Bandido, bajo la dirección de Luciano Juncos. (Prensa)
Volví a tener ese ritmo de laburo frenético que solía tener cuando grababa tiras televisivas. Y la verdad es que me hace bien, me doy cuenta de cuánto lo necesitaba, aunque también reconozco que la cuarentena me sirvió para reencontrarme conmigo, recordarme quién soy y poder disfrutar de la familia», dice Osvaldo Laport, que viene de meses de mucho ajetreo por el estreno de la película Bandido y por la gira con la obra Rotos de amor, que protagoniza junto con Antonio Grimau, Roly Serrano y Víctor Laplace, que volvería en junio a la avenida Corrientes si la pandemia lo permite. «Se juntaron cine y teatro, anduve de aquí para allá, agotado pero feliz», agrega.
Bandido no es un trabajo más para la prolífica y extensa trayectoria del actor de Campeones, Más allá del horizonte, Soy gitano o Franco Buenaventura, sino que se trata de una asignatura pendiente: el cine. «La verdad es que hacer una película no es algo lógico en mi carrera, solo basta con echar un vistazo y comprobarlo. Por eso haber encarnado a un cantante bailantero en retirada me movilizó, me tocó las fibras más profundas. No temo en decir que es uno de los trabajos más importantes de mi vida», afirma. La película dirigida por el joven cordobés Luciano Juncos fue seleccionada para la apertura del reciente BAFICI.
Laport está viviendo un punto de inflexión. «Creo que pude retribuir la confianza que me dio el director, que me confesó que siempre había pensado en mí para ese papel», cuenta. «Para los realizadores con cierta experiencia yo estoy tachado con una cruz. No soy tenido en cuenta por prejuicio, por esnobismo, porque un actor grasa como yo no puede hacer determinado tipo de películas. Algunos organizadores tampoco querían que Bandido abriera el BAFICI, porque yo era el rostro de la apertura», plantea.
Luego de numerosos éxitos televisivos, se reinventa como «un actor que acompaña y que agradece ser convocado, es lo que les digo a mis alumnos», remarca. Durante la pandemia despuntó los cursos de actuación por Zoom, pero su actividad como formador comenzó hace dos años. «Francamente no me siento docente, me da mucha vergüenza bautizarme así», afirma.
Orgulloso de su perfil, recuerda cuando intentó cambiar estando en la cresta de la ola. «Tuve la infeliz idea de querer intelectualizar mi carrera, quise ser Alfredo Alcón y me morí de hambre. ¡Fueron dos años sin trabajo! Hasta que puse la cabeza en remojo y entendí que debía respetar mis orígenes, mi estilo y encariñarme con los personajes que más prendieron en la gente. Aprendí la lección justo a tiempo».