Cultura | MARINA FAGES

Rápida y furiosa

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Facundo Arroyo

La compositora y cantante presenta El mundo pequeño, su cuarto disco solista. Retrato de una artista inquieta que encontró su modo de supervivencia en la pintura.

Doble vida. Además de darle forma a sus nuevas canciones, Fages puede encargarse de un mural en Niceto o en el Matienzo.

Foto: Jorge Aloy

A pesar de su timidez, Marina Fages siempre fue para adelante. «Anda bien, pero no cumple las consignas», le decían a su madre en la escuela. Mientras asistía a todos los recitales de punk y hardcore que podía, desarrolló la recordada web recis.com porque no llegaba a enterarse de todo lo que ocurría a su alrededor. «No todo estaba en el de Clarín», dice. Siempre fue así: donde tenía una necesidad generaba una satisfacción. Y una acción. Pasó lo mismo con la disquería Mercurio. Ella lo explica cortito y al pie: «No había una disquería para la música independiente, no podías dejar tus discos en una disquería estándar». Artista plástica y música, Fages construyó su carrera de manera autodidacta y autogestionada.
Por estos días acaba de pintar un enorme mural en el nuevo Club Cultural Matienzo y sacar su cuarto disco. La tapa de El mundo pequeño, en efecto, la pintó ella: ahí aparece su silueta junto al desborde de un incendio. Dice que es como el meme del perrito «This is fine», porque algo de eso hay en el concepto del álbum. «El mundo pequeño puede ser eso, estás tan en la tuya que quizás afuera haya fuego y no te enterás», explica. Estos trece tracks la tienen por primera vez como productora. Cuenta con invitados de la banda punk Eterna Inocencia y con la destreza de Melanie Williams. Y logró concentrar la furia que ya venía probando en las aceleradas de sus últimos shows: este es su disco hardcore.
«El hardcore me gusta más en vivo», cuenta. «Hay más distorsión y más desprolijidades. Esto no es nuevo, pero volvió, al principio tenía una banda hardcore-punk. Siempre fui a ver bandas pesadas. Antes no sabía pudrir la voz y tampoco tenía guitarra eléctrica, me la prestaba una amiga. También me gusta mucho el folclore y el folk. Hay momentos, etapas y posibilidades, como eso de no tener guitarra eléctrica y entonces hacer un disco folk», completa.
La cantante y compositora se refiere a Madera metal, el trabajo que marcó su debut hace diez años. Un LP de nueve canciones llenas de arpegios y coros angelicales. En Dibujo de rayo, de 2015, las canciones ya aparecían con banda y guitarra eléctrica. Aun así, en «Barrio infinito» volvía a decir presente el aire de folclore.
El tercer trabajo se llamó Épica y fantástica. «Ahí ya tenía colores», dice, haciendo referencia a su pelo colorido y a toda una estética desarrollada en torno a la paleta cromática de un unicornio encarando el atardecer. En esos temas la ecuación comienza a pudrirse y se gesta la banda que la acompaña actualmente. El recorrido se puede seguir a través de sus composiciones. Fages elige «Provincia» como una forma de ver su dialéctica con la música. «Es bien del principio, nació como canción, después la grabé más pesada en Épica y fantástica y va re-bien con este nuevo disco, en el repertorio en vivo, porque es re-hardcore», observa. Y después fundamenta las idas y vueltas de sus composiciones: «Madera metal es más folk, pero las canciones de El tronador son punk-folk y de ahí vengo».

Paleta colorida

En este cuarto disco, como se mencionaba más arriba, Fages decidió ser también productora. «Tenía ganas de hacer lo que quisiera. Quería manejar los procesos, trabajar con ideas que me habían quedado afuera de otros discos, pensar los momentos de interludios musicales en las canciones, son cosas que quería hacer desde Dibujo de rayo pero por diferentes razones no las podía hacer. También tiene que ver con esto de siempre querer aprender algo: en la cuarentena, por ejemplo, empecé a estudiar japonés. Y en ese sentido con la producción, con paciencia, fui aprendiendo. Pregunté y probé muchísimo», afirma. Cuenta, además, que dejó de lado los aspectos técnicos del audio, porque esa parte no le interesa.
La pintura se volvió un modo de supervivencia para Fages. Tiene a su cargo desde tapas de discos (de Infierno 18 a Lucio Mantel) hasta cuadros y murales. La esquina de Niceto Club, donde se estampa la cartelera de cada mes, suele ser de su autoría. «Es mi laburo. Muchas veces la pintura banca mi música. Desde un trueque hasta la guita. Cambio masterizaciones por cuadros, por ejemplo», dice la artista que hoy, después de varios años en el circuito independiente, se volvió referente de las nuevas generaciones de chicas que quieren hacer sus canciones y pintar su propio mundo. Solo basta con chequear quién está entre el público en las sesiones de KEXP que Fages grabó el año pasado en la cúpula del CCK.
Aunque ya esté alejada de las gestiones de la disquería Mercurio, siempre tiene alguna idea dando vueltas. Parece ser un círculo entre la inercia del autodidactismo y su militancia por el arte. «Me gustaría hacer como un Spotify desde Mercurio, algo con un algoritmo más amigable, que te vincule siempre a la música independiente. Pero bueno, yo ahora estoy en modo supervivencia y, además, ya tenía encima diez años de Mercurio, y la verdad es que lo mío nunca fue la atención al público. Cuando nació el proyecto de Mercurio fue por una necesidad». La idea está, como dice Dylan, soplando en el viento. Falta que otra mariposa pase cerca y le dé curso, marcando en el aire el dibujo de un rayo.

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