Cultura

Reciclaje musical

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Con el objetivo de proteger el medioambiente, en la fabricación alternativa de guitarras, bombos y bandoneones se utilizan cajones de verdura, pallets, cartones y botellas de plástico. Hablan los expertos que convierten desechos en instrumentos.


Trabajo artesanal. López, Recúpero y Pichuco, el fueye de la Universidad de Lanús. (Prensa)

La situación actual del planeta encendió la alarma: son necesarios cambios en el comportamiento del ser humano con el medio que lo rodea. Respondiendo a esa inquietud, una nueva generación de luthiers construye instrumentos con materiales reciclados. Lo que para algunos es simplemente basura, para ellos es un elemento que puede transformarse en música. Un nuevo concepto en el mundo de la fabricación de instrumentos, porque no están destinados a los músicos amateurs, sino que suenan igual a los profesionales.
De este modo se fabrican guitarras, bajos, bombos, tambores, bandoneones y violines con cajones de verdura, pallets, cartones y botellas de plástico. Hernán Venturini crea guitarras y violines en el taller de su casa; Daniel López y Fernando Recúpero le dan forma a bandoneones para niños con el financiamiento de la UNLA; Miguel Luquez, con su proyecto «Toco con poco» realiza instrumentos de percusión y viento. Ellos son parte de una nueva generación de luthiers con conciencia ecológica. Y, a la vez, transmiten sus saberes a jóvenes con preocupación ambiental que quieren aprender el oficio.

De la calle al taller
En el año 1994, Hernán Venturini sabía tocar la guitarra pero quería aprender a hacer sus propios instrumentos y conocer cómo eran por dentro. Se anotó en un curso de luthería en el Conservatorio López Buchardo y luego fue mejorando las técnicas con Teodoro Massi; se convirtió en aprendiz de José Mércuri y con el maestro Francisco Estrada Gómez aprendió los secretos que, a los 40 años, lo convirtió en uno de los que más saben en la materia.
A pesar de todos los conocimientos adquiridos, Venturini sentía que su conciencia le decía que estaba haciendo algo mal. «Iba por la calle y veía cantidad de madera desperdiciada en pallets y cajones de verdura que se tiran. Eso me generaba un conflicto con el uso de los árboles y me lo pasaba puteando», cuenta a Acción, apoyado en la mesa de trabajo con un lápiz de mina gruesa entre sus dedos.
Un día decidió cargar un pallet hasta su casa y empezó a darle forma para hacer un bajo. Le llevó varios meses la tarea, pero al cabo de un tiempo esas maderas que habrían ido a parar a un container y luego al fuego, volvieron a la vida y se convirtieron en música. Lo de juntar materia prima por la calle se hizo costumbre y, en cada salida en su camioneta, el luthier la recoge y luego la trabaja en su taller. «Hemos hecho guitarras y violines con cajones de verduras que suenan mejor que los que vienen de China, pero nos cuesta competir porque uno de esos vale 2.000 pesos porque los hacen de a cientos, y nosotros trabajamos artesanalmente cada uno».
Venturini habla en plural cuando se refiere a su trabajo, ya que en su taller tiene alumnos que quieren aprender la técnica. «Los instrumentos no pueden sonar mal o como si fueran de juguete, porque los tocan músicos profesionales», dice. Entre los nombres destacados que hacen música con las guitarras de madera reciclada figuran el formoseño Matías Arriazu (que ha acompañado a Liliana Herrero y al brasileño Egberto Gismonti, entre otros) y el destacado guitarrista de jazz Ernesto Snajer.
«Estamos destruyendo todo y tenemos una responsabilidad con la naturaleza, pero no la estamos cumpliendo. Cada uno desde su espacio tiene que contribuir, y mi tarea es esta y la de enseñar a cada persona que quiera aprender a trabajar con eso que para otros es basura», concluye.
El carpintero Fernando Recúpero y el hacedor Daniel López son los responsables de Pichuco, un bandoneón nacido en la Universidad Nacional de Lanús hecho totalmente con madera reciclada. Y no es cualquier material: los viejos muebles de la estación Remedios de Escalada hoy son el alma del instrumento que busca acercar a los pibes al tango.
«La idea fue de la rectora Ana Jaramillo, que toca el bandoneón, quien nos propuso la construcción de un fueye para que toquen los chicos. Tras un tiempo de hacer investigaciones, con la gente de diseño industrial empezamos a recuperar madera reciclada, que supo ser de muebles ferroviarios: la encontramos tirada cuando empezamos a construir la última parte de la universidad», cuenta Recúpero.


Buena madera. La viola de Venturini. (Prensa)

Pichuco, que se hizo en colaboración con La Casa del Bandoneón, más ingenieros y diseñadores que fueron aportando sus conocimientos, fue el puntapié para que naciera Pichuco 2, un fueye pensado para las escuelas de Lanús. «Sabemos que los bandoneones se fueron yendo del país y que muchos se llenaron de guita vendiéndolos afuera. Nosotros queremos que los pibes tengan la posibilidad de tocar este instrumento, que la mayoría de los padres no pueden comprar porque es carísimo, así que pensamos hacer 36 Pichucos para que vayan a las escuelas de Lanús», cuenta López desde el taller de restauraciones del Área de Patrimonio Histórico de la UNLA.
A la vez, el proyecto cuenta con una pata pedagógica, con los jóvenes que asisten al taller de ensamble musical, a cargo de los profesores Julio Coviello y Cecilia Barreiro. Los cartones del Pichuco lo aportan cartoneros de Lanús y, salvo las lengüetas, que vienen desde República Checa, todo es de material reciclado. Pero el trabajo de Recúpero y López no se agota en la fabricación del Pichuco, porque los lunes dictan un taller de oficios. «Apuntamos a que los chicos de los barrios se formen en un ambiente de trabajo y cultura, por eso damos talleres de talla de madera y los apoyamos para que desarrollen sus habilidades, ganen un dinero y le hagan bien al planeta, porque ellos serán los luthiers que nos sucederán», dice Recúpero.

Todo se transforma
El profesor Miguel Ángel Lúquez, que dedicó gran parte de su vida a trabajar con chicos con discapacidades mentales, encontró en la música la mejor manera de estimularlos. Como muchas de las cosas buenas de este mundo, el proyecto «Toco con poco» nació de casualidad. «Hace 17 años, trabajando en una escuela especial de la localidad cordobesa de Villa Allende, buscamos hacer música con lo que llevábamos puesto, con las percepciones corporales y que los chicos pudieran sentirlo y expresarlo de ese modo», cuenta.
Con el correr de las clases empezaron a buscar instrumentos y, como no los tenían, los hicieron ellos mismos. Así formaron una murga y un taller en el que se fabricaron las primeras guitarras, tambores, xilofones y flautas, con tarros de pintura, lonas, placas radiográficas, restos de PVC y cosas que otros tiraban. «Toco con poco» hoy es una cooperativa de trabajo y un proyecto que recorre escuelas de Argentina llevando música y enseñando a fabricar esos instrumentos nacidos de la basura.
«Por un lado es una toma de conciencia sobre el cuidado del planeta y, por el otro, un modo de agudizar el ingenio, porque un vasito de plástico, un sorbete o una bolsa de nylon pueden ser un instrumento. La idea es aprovechar lo que hay en el entorno», explica Lúquez.
Esta nueva generación de luthiers tiene su antecedente en artistas como Les Luthiers o Hugo Varela, que como parte de su show utilizan instrumentos surgidos de materiales reciclados. Ellos lo hicieron en broma y les salió muy bien; los ecoluthiers lo hacen en serio y, por lo visto, con el mismo resultado.

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