1 de febrero de 2022
Escritor, editor y periodista, pasó de vivir en una comuna hippie canadiense en los 70 a dar clases en la UBA. Vida y obra de un espíritu inquieto.
Diversidad. Sus libros abarcan la novela, la poesía, el ensayo y la crónica.
DIEGO MARTINEZ
No sé si mis libros son disímiles. Es probable, porque me gusta probar cosas nuevas y no necesariamente quiero mantener un estilo. Me parece que el mejor estilo está en la variación», dice el escritor, editor, periodista y docente Osvaldo Baigorria en un bar de Palermo. Y este concepto de movimiento que marca sus obras es fundamental para comprender un tipo de existencia que lo llevó a vivir en una comuna hippie en Canadá durante los 70; a colaborar, gracias al poeta Néstor Perlongher, en la mítica Cerdos & Peces durante los 80; a dar clases en la UBA, vivir en el Tigre y descubrir su lado oscuro donde todos veían un paraíso.
En su última novela, El ladrido del tigre, indaga justamente en esta última faceta en clave de ficción: a través del misterio y el policial, la historia nos acerca a sus años en la isla. «Me gusta explorar algo nuevo cuando me pongo a escribir, meterme con cosas que no sé cómo van a salir. Es como si yo hiciese un experimento sobre mis propias capacidades. Algunos salen mejor y otros peor, como todo experimento», explica. Y sonríe pensando en su recorrido, sinuoso e inquieto, que lo llevó a publicar 14 libros que abarcan todos los géneros.
Generación beat
En el origen hay un padre, «en la tradición de los crotos anarquistas», que no terminó la primaria y era un gran lector. «Él me influenció mucho, tenía una sensibilidad libertaria en el sentido clásico del término. Era alguien que estaba en contra del patrón, del Estado, de la Iglesia, de la ley. Él me incitó a leer», recuerda. Comenzó con historias de aventuras, sumó otras con el paso de los años y ya nunca más se detuvo. Así llegaron las primeras escrituras: poemas de amor. «Más bien eran de desamor, malos la mayoría de ellos, pero algunos los rescaté con el tiempo y los fui reescribiendo», dice el autor de Poesía estatal.
Baigorria también comenzó a estudiar periodismo y a colaborar con revistas alternativas de los 70 como 2001, Contracultura y Mutantia, entre otras. «Me interesaba participar en estos proyectos porque estaban más cerca de mi sensibilidad. Y me abrí a la generación beat, la psicodelia, los movimientos libertarios, el rock, la poesía y la revolución», cuenta. Casi al mismo tiempo se metía con el oficio de artesano, primero en cuero y luego en metal. «Lo aprendí sobre todo para poder irme de viaje», dice.
A mediados de los 70 se dedicó a vagar por Latinoamérica, Estados Unidos y llegó a vivir en una comunidad hippie en Canadá. Experiencias que relata en el fabuloso Postales de contracultura. Fue la época en la que no escribió, simplemente se ocupó de vivir y de registrarlo todo con distintas cámaras. «Fui una suerte de fotorreportero», explica. Después de dar vueltas por Europa y de cartearse con Néstor Perlongher, se enteró de que la Buenos Aires posdictadura estaba en ebullición y decidió regresar.
Su paso por Cerdos & Peces y el legendario diario El Porteño (donde escribía sobre poligamia, drogas, ecología y feminismo) está registrado en el libro Cerdos & Porteños. A partir de los 90, comenzó a transitar el camino de escritor. Con novelas como Llévatela, amigo, por el bien de los tres y Correrías de un infiel; los cuentos de Indiada; la extraordinaria biografía Sobre Sánchez; ensayos como George Bataille y el erotismo; antologías como Con el sudor de tu frente y Un barroco de trinchera.
Este presente incierto lo encuentra retirado de la docencia universitaria, con el nuevo libro El ladrido del tigre escrito en pandemia y el fallecimiento de su compañera de las últimas décadas. De todas maneras, Baigorria resiste y no se entrega a ningún espejismo. «La palabra escritor es fuerte y, por otra parte, es débil. A mí me interesa el mundo de la literatura, donde está la mejor escritura. Sin embargo, tengo mi ambivalencia con el término escritor, si escritores somos todos. La identidad es un constructo y, muchas veces, un delirio».