Cultura

Reinventar al padre

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Autores como Claudia Piñeiro, Reinaldo Laddaga y Patricio Pron publicaron novelas que indagan en la figura del progenitor por fuera del molde tradicional de la autoridad familiar. La perspectiva ensayística de Agustín J. Valle y Luigi Zoja.

Qué es ser padre? Algo más que una instancia biológica, sin duda. Pero, también, algo más que el lugar que disciplinas como el psicoanálisis o la antropología, históricamente, le han dedicado a la cuestión. Desde el modelo de sociedades patriarcales hasta la ubicación de una posición estructural desde donde emerge la ley, ser padre es una situación que, en lugar de verse como inalterable, ha sido puesta en entredicho por diferentes textos.
Varios son los autores contemporáneos que bucean por el territorio de lo paterno. Un esfuerzo de los hijos e hijas por comprender las vicisitudes de un padre más o menos ausente, más o menos enigmático. Un prólogo a los libros de mi padre (Beatriz Viterbo, 2011), de Reinaldo Laddaga, es una novela de hace algunos años que ya incurría en la necesidad de comprender el deseo del padre. Allí, el protagonista tiene que pasar todas las mañanas escuchando a su progenitor, quien no hace otra cosa que leerle las páginas redactadas del día anterior, como si todo fuese parte del esfuerzo de presentarse como escritor frente a la mirada del hijo.
Algo por el estilo se da también en El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori, 2011), de Patricio Pron. Una novela donde el hijo es el responsable por seguir y, de algún modo, cerrar con su relato una investigación que el padre dejó inconclusa, que atraviesa la historia política nacional, pero que también conforma la médula de una relación con sus idas y vueltas. Esos dos puntos de vista contrastan con obras como Un comunista en calzoncillos (Alfaguara, 2013), de Claudia Piñeiro, en donde el padre es, ante todo, evocado. Y el esfuerzo de la memoria construida en el relato está destinado a presentar amorosamente a una figura imperfecta.  
 

El lado positivo
En la actualidad, varios ensayos tomaron la posta de este tema tan literario. Cachorro (Heckht, 2017), de Agustín J. Valle, es un breve trabajo que se pregunta por cómo ser padre sin abrazar ese contenido negativo de la posición. Digamos, discutir con la idea tradicional, pero pasando por la experiencia de haberse convertido en uno. «Ya vas a ver cuando venga tu padre»: Valle propone una frase difícil que coloca al padre como garante de la verdad, del orden. ¿No fue siempre la llegada del padre el momento de poner las cartas sobre la mesa y someterse a esa palabra final que restauraba los condiciones básicas del trato familiar?
«En el pesimismo de Freud, la relacion padre-hijo varón estaba hecha de rivalidad: el complejo de Edipo», dice Luigi Zoja, psicólogo italiano, al ser consultado por Acción. «La interpretación tiene, claro, una verdad, pero reducida: limitada a su lado negativo y a la rivalidad sexual. En el antiguo mito griego, y en La Ilíada, de Homero, aún más antiguo y universal que el texto de Sofocles, está Hector, que ruega que su hijo sea más fuerte que él. El arquetipo de la relacion padre-hijo no es, entonces, necesariamente de conflicto y celos: de los antiguos aprendemos que el padre puede y debe proyectar en el futuro, es decir sobre su hijo, su lado más positivo, su deseo generoso».
De este tema en particular se ocupa en uno de sus libros, recientemente editado por el sello Taurus, El gesto de Héctor. En este trabajo se dedica a revertir el modelo freudiano, para ver qué hay de positivo en el padre en Occidente. La paternidad, entiende Zoja, es una construcción histórica que puede perderse en estos tiempos donde, política y hasta socialmente, se levanta un modelo de «macho», un hombre viril que aplasta al enemigo y somete a su objeto sexual.
En definitiva, ya sea en la novela, el ensayo o el estudio histórico y hasta psicológico, el padre pasa por una revisión profunda y su rol queda expuesto, en muchos casos, con el objetivo de ser transformado. No sería raro pensar que, en un futuro no muy lejano, podamos pensar que ese «Ya vas a ver cuando venga tu padre» sea menos una amenaza que la promesa de un encuentro feliz.  

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