16 de noviembre de 2024
Frente al vaciamiento de la cultura que promueve el Gobierno nacional, las artes escénicas redoblan la apuesta en Morón, Banfield y otros focos del mapa bonaerense.
En escena. Exponente del oeste, Arteman afirma que «actuar es un viaje que requiere esfuerzo».
Foto: Prensa
La política del Gobierno nacional de destruir la educación pública y cercenar el pensamiento crítico continúa produciendo bolsones de resistencia entre los integrantes de los colectivos actorales. Algunos de esos ejemplos se observan en los circuitos teatrales del Conurbano bonaerense, donde se distingue la perseverancia y el compromiso con los lenguajes dramáticos demandados por un público ávido de exorcizar la opacidad esparcida por el clima mileísta.
Natalia Arteman es una de las animadoras teatrales del oeste del Conurbano. Mientras batalla contra los discursos de moda que desprecian cualquier manifestación cultural, no deja de cultivar la pasión que la liga a las artes escénicas. A los 8 años inició sus estudios en Moreno y logró formarse en Teatro Terra Firme, ubicado en una vieja panadería de Paso del Rey. En sus primeras incursiones, fue alumna de Claudio Bellomo y Horacio Saita, y a los 18 años se mudó a Morón donde participó como actriz de la obra Chau Misterix, escrita por Mauricio Kartun y dirigida por Saita. En la actualidad dirige la Compañía de Teatro Independiente Familia Diciembre.
Cuando se la consulta sobre las particularidades de la actividad teatral en el oeste, señala que una de las diferencias más contrastantes respecto a la Ciudad de Buenos Aires es que existen menos sitios adecuados para las presentaciones y que dichos espacios se encuentran menos adaptados para montar espectáculos.
Además, no están disponibles para producir temporadas y ofrecerle de ese modo continuidad a los actores.
Esa situación repercute, obviamente, en los armados escenográficos que deben ser trasladados y montados en forma repetida. En la actualidad, Arteman se desempeña como docente en el Laboratorio de Montaje e Investigación en la Escuela de Teatro de Morón, donde trabaja con la dinámica del movimiento, la creación colectiva y lo que denomina el «atletismo afectivo», una búsqueda dispuesta a conectarse desde la sensibilidad y la emoción. Aborda también esa perspectiva en la Maestría de Actuación de la Universidad del Centro e imparte sus conocimientos en el Laboratorio de Montaje e Investigación que funciona en la Escuela de Teatro de Morón.
Poner el cuerpo
Gabriela Ledo, por su parte, difunde el arte escénico en la Zona Sur del Conurbano, específicamente en Banfield. Participa de la Red Teatral Sur, formada en 2013 para articular las experiencias que se llevan a cabo en la extensa línea que se despliega en los contornos de la red ferroviaria del Roca. Esta iniciativa organiza encuentros de intercambios, talleres y festivales. Ledo es actriz, bailarina, productora y profesora en el Banfield Teatro Ensamble (BTE), donde, además, inició su formación bajo la dirección de Nelson Valente e Ignacio Gómez Bustamante.
Zona Sur. Actriz, bailarina, docente y productora, Ledo integra el Banfield Teatro Ensamble.
Foto: Prensa
Ledo sugiere que las obras que se ofrecen en la zona sur están motivadas fundamentalmente en conmover al espectador a través de experiencias teatrales ligadas con el varieté, el café concert, las escenas de sketch y el lenguaje del clown. Las iniciativas, agrega, suelen contar con un diferencial positivo respecto a la formación: la rotación en todos los oficios de las artes escénicas permite el aprendizaje integral y articulado de lo actoral, lo escenográfico y todo lo que se vincula con la producción de los espectáculos. «Hacer de la necesidad una virtud», sugiere la integrante del Ensamble, que produce en la actualidad El declive, escrita y dirigida por Nelson Valente.
Para Arteman, en tanto, «actuar es un viaje que requiere esfuerzo, donde a veces nos divertimos, nos replegamos, nos detenemos a mirar el paisaje o atravesamos la tormenta. Un viaje que busca no dejarnos como comenzamos». Para transitar esa aventura, subraya, es necesario «poner el cuerpo como el lazo que se establece entre el sujeto y el entorno, que a su vez está construido por los otros sujetos». Con esa impronta, Arteman completó su formación en la Escuela Internacional de Teatro de Jacques Lecoq y obtuvo el premio a la mejor actriz en el Festival Internacional Mont-Laurier, en Québec, por su participación en la pieza Aktrissa Chayka.
Frente al contexto de destrucción cultural y educativa implementada por el Gobierno nacional, Ledo señala que el teatro no puede ser un privilegio, sino que tiene que ser una actividad que pueda articularse con la vida cotidiana y los sueños intergeneracionales. Para enfrentar la devastación pretendida, la productora de El Declive valoriza el rol asumido por el Consejo Provincial de Teatro Independiente, que a continúa articulando las iniciativas, organizando las fiestas regionales y otorgando subsidios para montar las obras. Las artes escénicas resisten por la pasión y el esfuerzo de quienes conciben a la actividad como una forma de expresión y como un lenguaje para ampliar el sentido de lo humano.