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Sed de mal

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El estreno de El ángel, la película de Luis Ortega sobre el caso de Carlos Robledo Puch, suma un nuevo ejemplo a una tendencia en alza: los criminales vistos como protagonistas de las producciones audiovisuales. La opinión de los especialistas.


Mente criminal. Lorenzo Ferro le da vida a Carlos Robledo Puch en El ángel.

En los últimos años, los asesinos seriales, tanto reales como ficticios, han copado las pantallas de cine y televisión. En Argentina, la que inauguró la tendencia fue El clan, película de Pablo Trapero, a la que le siguieron la serie Historia de un clan y el recientemente estrenado film El ángel (basado en el caso de Carlos Robledo Puch), ambos dirigidos por Luis Ortega. A nivel internacional, podría pensarse en series como Criminal minds, The alienist y Mindhunter, los documentales Lo que la verdad esconde: el caso Asunta y Amanda Knox, o la próxima película de Quentin Tarantino en torno a Charles Manson y su «familia», entre otros títulos. ¿Cómo se explica este furor?   
La fascinación por el mal es para Mauro Szeta, referente del periodismo policial local, el motivo por el cual los espectadores se ven atraídos por las historias de los criminales. «Desde diciembre estoy haciendo una nota por semana con asesinos confesos en las cárceles argentinas. Y es una de las secciones que más repercusión genera: el poder mirar a los delincuentes, hablar sobre sus crímenes», comenta sobre los informes que prepara para Telefe Noticias.

Monstruos terrenales
Szeta toca un punto clave: en la actualidad no se trata tanto de averiguar quién es el asesino, a partir de una serie de pistas e indicios, al estilo del policial inglés clásico; sino más bien de conocer la intimidad del criminal, sus rasgos de personalidad, su crianza, su entorno, sus hábitos y, finalmente, las motivaciones que lo llevaron a las atrocidades cometidas.


Familia. Lanzani y Francella son los Puccio.

«Hoy en día, series, películas y libros nos traen en bandeja las historias de las que solo hemos escuchado: nos llevan a un nuevo campo de curiosidad que va más allá de descubrir el enigma del delito», coincide Edwin Olaya, psicólogo por la Universidad Católica de Colombia, especialista en análisis de comportamiento criminal y criminalística. «Nos acercan a descubrir el enigma del criminal, sus motivos, sus miedos, sus errores. De alguna manera aterrizan a ese “monstruo”, lo llevan al plano de lo terrenal, de lo cercano, de lo humano», completa.
Al ser consultada acerca del porqué de la «hipnosis» que generan los asesinos que protagonizan series y películas, María Laura Quiñones Urquiza, diplomada en Criminología y Derechos Humanos por el Instituto Universitario de la Policía Federal Argentina, señala que «tiene que ver con que la gente prefiere no identificarse con el lugar de la víctima. Y también porque se trata de personas que traspasaron la frontera de la fantasía, hacia el acto».
Para Julián Loyola, uno de los guionistas de la película de Trapero sobre Arquímedes Puccio y su banda delictiva, «nadie en su sano juicio puede estar de acuerdo con los crímenes que perpetró Edmund Kemper, de Mindhunter. Pero al decir “si una madre humilla a su pequeño hijo, este se convertirá en alguien hostil, violento y desviado”, este hombre horrible, de pronto nos está diciendo algo que tiene bastante sentido. Uno no puede identificarse con sus actos, pero sí quizás con su sufrimiento de base. Ahí, en ese sentimiento de desprotección, de abandono, hay algo universal que trasciende el caso puntual de este asesino serial», afirma.
Con respecto a El clan, Loyola cree que una de las razones por las que el film tuvo tan buena acogida fue que la línea argumental se estructuró en base al vínculo entre un padre autoritario y un hijo oprimido. «En esta hipótesis, que no venía dada por el material periodístico del caso, sino que surgió en la mesa de trabajo, hay un conflicto con el que muchos pueden sentirse interpelados, aunque no hayamos sido Alejandro ni hayamos tenido un padre como Arquímedes, ni nuestra familia haya funcionado como una empresa de secuestros extorsivos».

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