Cultura

Sello público

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La institución inauguró un catálogo que, desde 2005 hasta el presente, ya suma más de 100 títulos. Libros de escritores notables y colecciones de revistas culturales, entre los más celebrados.

 

Edición facsimilar. La publicación de Contorno, La rosa blindada y La Biblioteca marcó un verdadero hito en el mundo cultural.

La universidad, el periodismo y las empresas editoriales forjan, mediante la crítica y la publicación, lo que suele denominarse el canon literario, aquello que se considera que es la literatura de un país. Sucesivas generaciones de intelectuales lo discuten, y a veces los mismos lectores reconsideran la vigencia de un nombre o un título, dejándolo caer en el pozo del olvido o retomándolo.
La Biblioteca Nacional ha decidido participar en la hechura canónica argentina, con su entusiasta catálogo de ediciones iniciado en 2005, que ya cuenta con más de 100 títulos. Además de lo anterior, también consiguió un lugar notorio en la industria librera.
«Intentamos poner en  circulación masiva experiencias editoriales sofisticadas y heterodoxas no siempre consideradas para el público popular», dice Sebastián Scolnik, su coordinador. «Hoy somos la editorial pública más importante, con una buena distribución. Aunque al principio lo hicimos de la mano de otras editoriales: Colihue, del Zorzal y el Centro Cultural de la Cooperación».
Una de las primeras decisiones fue volver a editar la revista-libro La Biblioteca, creada en 1896 por Paul Groussac y retomada por Jorge Luis Borges en los 50, dos de los eminentes directores de la institución. Notas y ensayos sobre un tema específico han alimentado sus hasta ahora 13 números, con una saludable amplitud de firmas. En el dedicado a «Ciudad y cultura» puede leerse a Oscar Terán, Nicolás Casullo, Beatriz Sarlo y Eduardo Rinesi, entre otros. En el número que se interroga «¿Existe una filosofía argentina?», a Oscar del Barco, León Rozitchner, Tomás Abraham y José Luis Moure.
Junto con esta recuperación, la Biblioteca Nacional inició una colección denominada Los raros, que se propone «hacer que lo raro no se pierda ni se abandone en la memoria atenta del presente». Uno de sus primeros títulos fue ¿Qué es esto? Catilinaria, de Ezequiel Martínez Estrada, que el ensayista dedicó al peronismo tras su derrocamiento, logrando enojar a propios y ajenos porque lo cuestionaba con ferocidad, a la vez que le adjudicaba autenticidad. Otro fue Vida de muertos, de Ignacio B. Anzoátegui, en el que el autor retrata y «destroza», con el humor punzante propio de muchos nacionalistas, figuras como las de Domingo F. Sarmiento, Juan B. Alberdi, Evaristo Carriego y Almafuerte. Hay más: otros títulos y géneros incluidos son Las descentradas y otras piezas teatrales, de la anarquista Salvadora Medina Onrubia (esposa de Natalio Botana, director de Crítica) y Viaje maravilloso del señor Nic-Nac al planeta Marte, libro precursor de la ciencia ficción cuyo autor fue Eduardo Holmberg, director entre 1888 y 1904 del Zoológico de Buenos Aires. También se han incorporado a esta colección autores que suelen caer bajo el rótulo de «regionales», como el correntino Gerardo Pisarello y el tucumano Fausto Burgos. Desde que Juan B. Alberdi publicó la revista La moda, en 1830, este formato periodístico no ha dejado de jugar un dinámico papel en la cultura argentina. La Biblioteca Nacional ha editado en un solo volumen y en forma facsimilar algunas de ellas, revalorizando su propia hemeroteca: desde la dirigida por el prócer constitucionalista a Contorno, que empujaron los hermanos Ismael y David Viñas; Literal, que en los años 70 expresó, entre otros, a Germán García y Osvaldo Lamborghini, y La rosa blindada, que pocos años antes dirigieron Carlos Brocato y José Luis Mangieri.

Quelonios. La brasileña Lispector.

«La edición de Contorno fue un hito editorial, un acontecimiento cultural que, a partir de 2007, nos dio el impulso definitivo», cuenta Scolnik. «Porque nadie tenía la colección completa de la revista, así que no sólo se la facilitamos al lector común sino también a los investigadores».
En esta decisión de editar facsímiles no puede dejar de señalarse, además, la publicación de los Arreglos para orquesta típica: tradición e innovación en manuscritos originales, de Horacio Salgán, como parte de una propuesta de libros y revistas de temas musicales.
Otra curiosa decisión ha sido el lanzamiento de minilibros en cajitas, que se adquieren a través de una vieja máquina expendedora de cigarros. Hay aquí ofertas variadas: cuentos de Borges y Fogwill, poesías de Juan L. Ortiz o las proclamas de José Artigas. «Para esta colección, editamos un promedio de 60.000 ejemplares anuales a un precio subsidiado», dice Scolnik.
La colección Quelonios, en tanto, está dedicada a la literatura infantil, con antologías de autores argentinos y una serie latinoamericana donde se destacan la brasileña Clarice Lispector y la costarricense Carmen Lyra.
Con un plan que este año tendrá un promedio de 50 novedades, el sello de la Biblioteca Nacional no se detiene, mostrando que es mucho lo bueno que puede hacerse desde el Estado, aunque algunos no lo crean.

Oche Califa