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Basada en un texto de la reconocida autora, «Las paredes» es un thriller psicológico, que despliega climas tensos y dramáticos matizados con humor y situaciones absurdas. La trastienda de la puesta en escena, narrada por el director y los protagonistas.

Inquietante. Forteza y Pallares en escena. (Pablo Jantus)

 

Griselda Gambaro es una de las escritoras más reconocidas de la literatura argentina. Y el teatro argentino, y también el europeo, se han nutrido con muchas de sus piezas, como Ganarse la muerte o Dios no nos quiere contentos. Ahora es el turno de Las paredes que, curiosamente, fue la primera obra teatral que realizó: data de 1963 y tuvo su estreno oficial hace exactamente 40 años.
Se trata de un thriller psicológico que se exhibe los sábados en la sala Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Es dirigido y protagonizado por Christian Forteza, un teatrista que le imprimió agudeza, inquietud y adrenalina a la historia que, actualizada, transcurre en un lugar indefinido y en un tiempo que se supone lejano.
En el escenario hay tres hombres encerrados en una habitación. Uno de ellos, el más joven, está retenido o «invitado amablemente» a permanecer allí hasta que se conozcan más datos sobre su identidad. Los otros dos, un funcionario y un ujier, apelan al absurdo y al grotesco, y muchas veces a los malentendidos, para provocar en el «huésped» un cóctel de estados alterados.
«Leí la obra hace muchos años, en mi época de estudiante de teatro, y lo que me interesó, sobre todo, es cierto corrimiento del costumbrismo o del llamado realismo. Lo que más me gustó del texto de Gambaro es lo que no se dice, un poco como la teoría del iceberg de Hemingway: lo más importante es lo que no aparece, lo que se oculta, lo que se calla», dice Forteza.
«Montar, dirigir y también actuar», reconoce, «supuso un esfuerzo. Pude hacerlo gracias el gran aporte de Lorena Penón, mi asistente de dirección y quien ocupaba mi lugar de personaje para poder ver a los otros actores. Cuando empezamos las pasadas generales hace unas semanas atrás, su mirada fue determinante para alertar cualquier desviación de lo marcado en los ensayos», destaca.
Forteza describe a Las paredes como una pieza de pocas acciones, de pocos desplazamientos, «pero sin duda de mucha intensidad, un teatro de estados.  El texto, el gesto y la acción quedan entrelazados rítmicamente y ligados con los otros actores. Es un trabajo artesanal, casi obsesivo, que no todos los actores soportan».
Otro de los actores que integran la tríada del elenco es Jorge Lorenzo, que se vio atrapado por una «invitación a leer entre líneas, a poder hacer un abanico de interpretaciones distintas sobre lo que estos personajes quieren decir». Lo que transmite la pieza, dice, es «ese miedo que se ejerce como arma paralizante para el ser humano: el autoritarismo, aun disfrazado de amabilidad, puede llegar a vaciarnos por dentro. Y en los tiempos que corren, también nos invita a preguntarnos: “¿Cuántas veces en la vida se nos tienen que caer las paredes encima para no volver a cometer los mismos errores?”».
Julio Pallares, quien completa el equipo, asiente y agrega: «Es una obra del género de la comedia de amenaza, que tiene un tinte de Ionesco, porque es cínica y mordaz, con un importante golpe de humor». Lorenzo y Pallares coinciden en que Las paredes es una obra movilizante desde lo emocional y que «las situaciones graciosas que se van suscitando son como una válvula de escape a la opresión que se va creando. La idea que se buscó es que el público ría y, en algún momento, se sorprenda preguntándose ‘¿de qué me río, si esto es terrible?’».
«El que hacemos es un “teatro de amenaza”, ya que no hay violencia explícita, sino que siempre se está “a punto de”. Se insinúa, queda implícito», agrega Forteza. Remarca el director que se propuso hacer una puesta minimalista con el objetivo de que se vayan «generando los climas a partir del ritmo corporal y del texto. Investigamos cómo arranca una frase, si explota en la boca, si aparece lenta y se acelera, los volúmenes, de qué forma acompaña el gesto, la mirada, la actitud. Es decir que la puesta en escena la va definiendo la actuación, porque yo, en definitiva, me considero más un director de actores».  

 

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