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Siervo

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Juan Ignacio Babino

Palo Pandolfo
S-Music

Todo parece haber sido dicho, cantado en el trabajo póstumo del artista porteño.

La distancia, aunque no mengua la tristeza, da claridad. El disco póstumo de Palo Pandolfo no deja un ápice de duda: está todo dicho, cantado allí. Siervo es un trabajo etéreo, de cielos claros y escampados. Como si se tratara de una reconciliación última del cantor con el cosmos, el campo, la ciudad, sus amores, su familia y, también, con él mismo. Un álbum acústico y folk en su esencia, con el mismo Pandolfo haciéndose cargo de voz, guitarra, percusiones. Son pocos los temas eléctricos y se pueden contar a «Párpados» (con Fito Páez) y «Tu amor» (con Santiago Motorizado) como los momentos más desfachatados y pop. El resto es Pandolfo íntimo, en quietud, sin ese característico tono desaforado. Lo cantado aquí retumba a su modo desde ese sosiego. Por ejemplo: «Estoy llorando el alma partida/ Estoy llorando sin esperanza/ Lloro por culpa/ no tengo miedo» («El alma partida»); o «Como pavo real/ floto en cadencias atmosféricas/ que me llevan al final» («Humo al aire»). Siervo puede pensarse en línea recta con Ritual criollo, aquel gran trabajo solista de 2008. El productor fue Juan Belvis, quien se encargó de los últimos retoques de varias de las canciones. Hay otros invitados/as: Mora Navarro, Hilda Lizarazu, Lito Vitale, Sofía Viola (que raja la tierra en «El viento», a pura tonada flamenca). Estas canciones suenan como si Pandolfo, previéndolo todo como buen chamán, se echara a descansar. Basta con escuchar «Madrigal», con ese aire de zamba y esos grillos de fondos, magnética y profunda; o «Humo al aire», que cierra el disco. Lejos de la autoindulgencia, el disco está surcado por la vitalidad: brilla desde su propio fulgor. Palo Pandolfo, acaso el último cantor porteño, el criollo más universal, legó estas canciones como ofrenda. Y su escucha es una celebración.

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