11 de enero de 2016
A 4 años de su muerte, con un álbum de canciones inéditas y varios homenajes dedicados a su obra, Spinetta se erige como un verdadero padre del rock argentino.
La inmensidad azul sin tu querer no sabe a nada /y la distancia no podrá más que el tiempo /tiempo tan precioso como la mirada tuya sobre un marfil… Y si despierto solo en altamar /y apenas floto /y me jurarías que me harías feliz y así me salvo /igual, ¿cómo conseguiría subsistir?».
El 8 de febrero se cumplen 4 años de su muerte y Luis Alberto Spinetta parece seguir empecinado en enviar mensajes desde donde quiera que esté. Cada una de sus canciones se escucha hoy resignificada, y mucho más si esas canciones estaban encriptadas en una computadora personal esperando que todos –hijos, amigos y también fans y seguidores– pudieran procesar una tristeza abismal que confirmó lo que se sabía: Luis Alberto Spinetta es seguramente la figura del rock argentino más unánimemente querida, respetada y admirada.
La letra que encabeza esta nota pertenece a «Apenas floto», el tema que abre Los amigo, el disco inédito publicado en noviembre de 2015. El álbum funciona como un singular mecanismo en el cual se tensan palabras como pasado, nostalgia, vigencia y futuro. ¿Cómo pensar este repertorio «nuevo» que remite estilísticamente a un muy puntual período jazzístico de Spinetta de la segunda mitad de los años 70, pero que hoy se escucha como una música fresca y totalmente original? ¿Por qué fue uno de los mejores discos de 2015? El espacio dejado por él queda vacante por peso propio: no hay ni habrá un artista que contemple semejante carga poética, semejante singularidad musical en estado de constante mutación y, sobre todo, semejante valor simbólico.
En vida, Spinetta tuvo consciencia de lo que proyectaba su obra en el ambiente local. La memorable larga noche de Las bandas eternas en el estadio de Vélez, en 2009, fue la constatación de su genio para procesar todas las estéticas del rock argentino: el beat, el pop, el jazz, la música urbana con tintes tanguísticos, el hard rock, la trova acústica y el power trío para hablar de la música, y el surrealismo, el nonsense y también el apunte costumbrista y esporádicamente social en una lírica que, huelga aclararlo, siempre fue absolutamente personal. Estaba a punto de llegar a los 60 años y se cumplían los 40 del comienzo de Almendra: sin soberbia pero con autoridad, con Charly García, Cerati, Páez y tantos más a su alrededor, se apropió del movimiento como diciendo «el rock argentino soy yo».
Reunión íntima
Por eso, por esa multiplicidad artística, sigue siendo el verdadero padre del rock. Los amigo es como una noticia llegada de esa figura ausente, que viene a recordar todo lo que pesa su partida. La concepción del disco también aporta otro costado clave dentro de los significados adheridos al Flaco: el de la pureza, un aura sagrada que alguna vez le hizo declarar que no quería ser «el Padre Lombardero del rock». Los amigo fue, finalmente, la consecuencia de una reunión de amigos. Primero, dos Almendra: Emilio del Guercio y Rodolfo García; luego, Daniel Ferrón reemplazó a Del Guercio.
«Los primeros ensayos fueron con Emilio, hace como 6 años», cuenta García. «Tocábamos temas nuevos. Sobre la marcha apareció lo de Las bandas eternas. Emilio se bajó del proyecto para producir su programa Cómo hice, y se sumó Daniel Ferrón, un bajista notable que participó conmigo en Posporteños, el proyecto que tenía Alejandro del Prado. Daniel es muy fan de Spinetta y nos pareció el tipo que necesitábamos para el trío. Empezaron a salir temas. Apenas terminó el concierto de Vélez, nos juntábamos los miércoles en la sala de ensayo que tengo en casa. Y en un momento nos dimos cuenta de que teníamos algo realmente bueno», completa.
Era algo realmente bueno y, por un par de años, permaneció como «el secreto mejor guardado del rock». En la presentación del álbum en el teatro de Sony, en noviembre del año pasado, se percibía algo italiano, de códigos y familia y lealtades. Estaban los hijos –Dante, Catarina, Valentino y Vera– como cancerberos del legado; estaban los amigos, como García, el Mono Fontana; estaban los representantes de un «viejo enemigo», hoy aliado (los directivos de Sony Music); estaban los veteranos periodistas, compañeros de ruta al fin.
La familia y los músicos contaron la génesis y dieron pistas de lo que vendría. Los hijos dijeron que por supuesto estaban al tanto de esas grabaciones, pero que fueron pacientes. Tenían que asimilar el dolor. Finalmente encararon la tarea, negociaron con el sello discográfico, llamaron al prestigioso técnico de grabación Mariano López para la mezcla final y convocaron a 2 de los músicos favoritos del padre –Claudio Cardone y el Mono Fontana– para intervenir sonoramente varias de las grabaciones. Las bases de batería y bajo más la guitarra eran por momentos demasiado austeras, económicas, y los aportes de Cardone con la Orquesta Kashmir y los efectos especiales de Fontana –su marca de fábrica– aportaron variantes tímbricas al trío.
Relato coral
Explicaba Ferrón el día de la presentación: «Funcionábamos bajo el nombre de Los Titos, hasta que Rodolfo entró un día al estudio diciendo que ya existía una banda que se llamaba así. Nos mostró en su celular una foto que había sacado de un grafiti en una pared que decía “Los Titos, Rock”. Entonces, durante una de las grabaciones, Luis le preguntó a su asistente, Aníbal Barrios, cómo deberíamos llamarnos y él le contesto: “Los amigo”. Y así quedó». Según García, el álbum «no se hizo pensando en que iba a salir de manera inminente, no era para reemplazar su proyecto solista. Pero el hecho de tener un estudio de grabación prácticamente a nuestra disposición, como La Diosa Salvaje, invitaba a dejar registradas las cosas que íbamos tocando».
«Con Valentino nos encargamos de representar lo que mi viejo hubiera querido hacer en el disco y llevar a cabo las ideas que estaban flotando, como que estuvieran el Mono Fontana y Claudio Cardone», dijo Dante, a su turno. «Y fue abrir las sesiones y encontrarnos con que las cosas estaban más “pro” de lo que podían estar, ponías play y las canciones ya explotaban, simplemente era respetar la calidez que tenía esa dinámica y agregarle esa cosa extra que mi viejo quería grabar», agregó. Ferrón destacó que «todo fue en primera toma. Un viernes fue el día de las bases, Luis todo lo que tocó en la viola lo tocó de una. Después guardamos el sábado para las voces. Lo único que faltaba era el solo de “Iris”, que hasta el momento de la mezcla no sabíamos si lo había grabado o no, y por medio del archivo nos dimos cuenta de que Luis lo había grabado una semana después. Fue una sorpresa impresionante abrir un track y encontrar ese solo».
«El arte de tapa y el librito interno de Los amigo incluye dibujos de papá», dijo Catarina. «Tratamos de que fuera lo más limpio posible, respetando la música y todo lo que quería papá. Yo creo que estaría contento. Hace poco escuché casualmente una entrevista en Internet, en donde papá decía que toda la música que había grabado tenía que salir a la luz. También de alguna manera lo dejó para que saliera a la luz en este momento», agregó.
Valentino puso el foco en un detalle singular: «En “Canción del lugar” él repite: “Oye, pídele al viento que cante la canción del lugar”. A mi modo de sentir, me lleva a pensar que cada lugar podría tener una canción, cada esquina, cada lugar del planeta su propia melodía, un registro, algo que traiga el viento». Catarina recordó que tuvieron que esperar «un tiempo lógico interno de cada uno, porque para nosotros es un momento fuerte de unión y teníamos que hacerlo. Teníamos que meternos en un estudio a escuchar la música de papá de lleno y es fuerte encontrarse con todo eso. Y en una semana estaba todo hecho. Sentimos que él nos acompaña, nos guía; por cómo ha fluido el trabajo en todo este proceso que tuvimos que retomar, es porque él está, sin dudas».
El relato coral estremece por el sentimiento que cada uno pone en la «empresa Spinetta»: los hijos, los amigos y, por qué no, el presidente de Sony, Damián Amato, que a diferencia de aquellos burócratas inescrupulosos que destrataban a Spinetta sobre todo en los comienzos de su carrera, creció escuchando las canciones de Luis. «Es el disco más importante que saqué», dijo Amato. En el encuentro se anunciaron los próximos pasos: ediciones de conciertos en vivo muy puntuales, como el que dio en el Teatro Colón en el cierre del Festival de Jazz y otras Músicas, en 2002; ordenamiento de la obra, con el respeto a los lanzamientos originales, y la puesta en circulación de discos totalmente descatalogados como Kamikaze y A 18’ del sol. Y mucho más.
Viendo el panorama en perspectiva, resulta saludable y, asimismo, representa un acto reflejo tardío la atención que se le dio post morten a su obra. Cualquier melómano sabe lo que cuesta encontrar hoy, por caso, el primer disco de Serú Girán o cualquiera de los dos de La Máquina de Hacer Pájaros, para trazar una analogía a la altura de la música de Spinetta. Pero mejor tarde que nunca. Desde el 8 de febrero de 2012, sucedieron una nutrida cantidad de acontecimientos y noticias alrededor de su genio y figura. Desde el Puentes amarillos: Aznar celebra la música de Spinetta en abril de 2012, hasta el disco triple Raíz Spinetta (2014), donde 63 artistas folclóricos interpretaron más de 50 canciones del Flaco; desde la polémica instauración del Día Nacional del Músico en la fecha de su nacimiento hasta el homenaje realizado el 21 de noviembre pasado en La ballena azul del Centro Cultural Kirchner con la participación de Lisandro Aristimuño, Vera Spinetta, Emilio del Guercio y tantos otros; desde la recreación del disco A 18’ del sol encabezada por Machi Rufino hasta la surrealista y apócrifa información de que habían aparecido miles de vinilos de Artaud en Temperley, Luis Alberto Spinetta es una omnipresencia. Refutando a su propia canción, es como desafiar a la muerte y seguir viviendo con su amor.
—Mariano del Mazo