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Terror a la argentina

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Calidad. Resurrección se caracteriza por sus encuadres y su tratamiento visual. (prensa Resurrección)

¿Viste el trailer de Resurrección? Es buenísimo: está hecho para que no parezca argentina». La apreciación la hizo un productor local con la mirada puesta en el cine de género. La ocasión era una conversación sobre el crecimiento del «nicho» del terror, el fantástico y la acción en la pantalla nacional. Resurrección es la nueva película de Gonzalo Calzada (fundador de la productora La puerta cinematográfica; director del policial negro La plegaria del vidente) y, aunque lo que sugería la frase citada es una exageración, es cierto que sigue un estándar de nivel internacional y da cuenta de la profesionalización alcanzada por este tipo de producciones, que casi no existían desde las épocas de Narciso Ibáñez Menta.
Ambientada en la epidemia de fiebre amarilla que azotó a Buenos Aires en 1871, protagonizada por Martín Slipak, Ana Fontán y Patricio Contreras, Resurrección combina elementos del terror gótico con otros bien rioplatenses. Pero más allá de su argumento, la película es notable por su cuidado tratamiento visual y sus encuadres potentes.
Si se considera que llega apenas un mes después del estreno de Kryptonita, que superó los 100.000 espectadores; que son recientes las experiencias de Malditos sean! y la distopía La corporación, y que en unos meses más se estrenará El muerto cuenta su historia, de Fabián Forte; todo parece indicar que estamos ante un fenómeno. El contexto es propicio: el festival Buenos Aires Rojo Sangre lleva 16 ediciones, mientras que con su sección Blood Window, el INCAA busca ampliar el mercado internacional de estas producciones, a la vez que se fortalecen muestras como Cine Inusual y las secciones «de trasnoche» del festival de Mar del Plata.
«Hay un público cautivo muy importante que gusta del género y, en particular, del terror», dice el director de Resurrección. «Lo que está faltando es que empiece a creer que el cine que se hace en la Argentina es tan bueno como el de afuera. Es una cuestión de tiempo, de mejorar las producciones locales y, por supuesto, lo más importante: el marketing». Para el periodista y coguionista de 2/11: Día de los muertos, Sebastián Tabany, en la actualidad «hay más posibilidades porque nuestra generación creció en los 70 y 80 con el cine de Hollywood, no con el europeo, y eso se nota en las influencias».
Por su parte, Pablo Sapere –integrante del equipo de Buenos Aires Rojo Sangre– considera que «el cine argentino siempre estuvo cruzado por la contradicción entre un cine presuntamente culto y otro autoproclamado popular. A principios de 2000, eso se tradujo en la discusión entre el Nuevo Cine Argentino y la movida del cine fantástico, que era nuevo y era argentino, pero que fue excluido de los festivales oficiales y los créditos». Sapere relativiza la injerencia de los festivales: «La fuerza de la movida del cine fantástico argentino está en la prepotencia de trabajo de los realizadores. Además, hace unos meses se creó la Liga de cine de género argentino, donde nos estamos organizando directores, productores y periodistas».
En última instancia, dicen Tamae Garateguy y Jimena Monteoliva, de la productora Crudo Films –que ya estrenó Mujer lobo y el policial Pompeya y tiene en preparación un film de fantasmas y otro de vampiros–, se trata de hacer las películas que tanto les gustaba ver de chicos. «Está sucediendo algo que nos excede en toda Latinoamérica», agregan. «Hay una cosa generacional que alcanza a los que hoy tenemos 30 o 40, y crecimos viendo lo mismo».

Mariano Kairuz

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