Cultura

Únicos en su especie

Tiempo de lectura: ...

Elegidos como la Revelación del último Festival de Cosquín, encontraron una fórmula original para encarar su repertorio de música popular. Un instrumento que tiende un puente entre la tradición clásica y el folclore argentino y latinoamericano.

Búsqueda. Zárate Gigli y Sarachian se conocieron en la Orquesta Filarmónica de Río Negro. (Gentileza Chechelos)

Mauro Sarachian y Ramiro Zárate Gigli se conocieron en 2015, tocando en la Orquesta Filarmónica de Río Negro (OFRN). La particularidad de la OFRN es que no tiene una sede fija, sino que ensayan unos días antes de cada concierto en pueblos o ciudades de la provincia. Después de los conciertos, como suele suceder en el mundo de los músicos, se arman zapadas hasta la madrugada. Y en una de esas noches, entre vinos y empanadas, nació la idea de formar un dúo de chelos.
En una de las primeras giras de la OFRN, Sarachian le mostró a Zárate Gigli la técnica del «chopp», que proviene del violín del folk estadounidense: suena como un chasquido en la guitarra y un rasguido de chacarera en el chelo. Fue entonces que se pusieron a estudiar cómo adaptar los ritmos folclóricos al chelo. La indagación forjó un vínculo de amistad y humor, que dio origen al dúo CheChelos, en el que prima un repertorio de folclore argentino y latinoamericano que abarca a autores como los hermanos Ábalos, Ramón Ayala y José Luis Aguirre, además de composiciones propias.
La dupla se empezó a presentar en distintos escenarios del país y ganó el certamen Pre Chaya 2016. Los conciertos siguieron con diversos viajes, hasta alcanzar el momento más destacado este año: se consagraron como la Revelación del Festival de Cosquín.
«Parte de nuestra búsqueda, aparte de investigar y profundizar el repertorio tradicional en chelo, también es versionar canciones de compositores vivos, amigos con los que compartimos la música, como Ramiro González o Pachi Herrera», le cuenta Zárate Gigli a Acción. Esa combinación nutre a Instinto, su primer álbum. En el disco desarrollan su propuesta con una reunión de ritmos: chacareras, gatos, zambas, vidalas, cuecas, chayas, huaynos y canciones. Todo expresado a través de los chelos y las voces de Sarachian y Zárate Gigli.

Caminos paralelos
El violonchelo fue creado entre 1530 y 1560 en Italia y representa el bajo de la familia del violín. La historia de la música marca que hay que llegar hasta Beethoven para que sea apreciado en su justa medida en una orquesta. En Argentina tiene su espacio en el tango y, con los años, se fue abriendo camino hacia otros géneros como el rock y el folclore.
La relación de cada integrante de CheChelos con el instrumento se generó por vías muy distintas. Zárate Gigli era guitarrista de folclore, estudiaba en el conservatorio de Córdoba y, a la vez, trabajaba en una fábrica de calzados. De tanto cortar cuero, tuvo una  tendinitis en el pulgar derecho y estuvo varios meses sin poder tocar la guitarra, hasta que vio un chelo y se sintió cautivado por su sonido. «Desde la primera vez que lo oí, me lo imaginé dentro del folclore. Así fue que ahorré unos meses y me compré un chinazo mágico y comencé a estudiar en el Conservatorio de Córdoba y a tocar en cuanta peña me encontré en el camino», cuenta.
En el caso de Sarachian, todo sucedió a los 14 años, en la escuela secundaria, inspirado por un profesor de música que tocaba el chelo. «Me generaba mucha curiosidad por su color y su olor. Siempre me llamó mucho la atención el perfume que emana del instrumento. Un día lo probé y supe instantáneamente que quería tocar el violonchelo para siempre», dice.
A lo hora de preparar un tema nuevo, les basta con mirarse e improvisar para empezar a darle forma. «Cuando se nos ocurre un arreglo en un lugar específico, repetimos eso. Buscamos tocar todo de memoria. Cuando encaramos un tema nuevo, cada uno se sabe bien la armonía, la melodía y la forma, así cada vez que lo tocamos van surgiendo arreglos nuevos», explican. Los CheChelos son únicos en su especie, un vendaval de aire fresco para la música popular argentina: llevan la originalidad como marca de distinción.