Cultura

Visitas ilustres de la musica cubana

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Final. Buena Vista se despide: Portuondo, Barbarito Torres, Mirabal y Jesús Ramos. (Alejandro Gonzalez)

Seguramente Cuba disputa con Uruguay el primer puesto americano de riqueza musical por metro cuadrado. Por variedad y calidad, la isla es una formidable usina rítmica que se apoya en raíces afro y españolas y, también, en el flujo y reflujo de las complejas relaciones con los Estados Unidos. Durante este mes, Buenos Aires contempla parte de ese insondable paisaje sonoro: ya pasaron Los Van Van, con su propuesta bailable de son, timba y hasta hip hop; ya vienen Buena Vista Social Club (26 de mayo en el Gran Rex) y Silvio Rodríguez (27 y 28 de mayo en Luna Park).
Claramente, es una simple coincidencia, pero desde otra óptica  funciona como un muestrario de la diversidad y una oportunidad para reflexionar acerca de la relación entre los avatares políticos y la música popular. A partir de los 80, lo único que llegaba era la Nueva Trova de Silvio Rodríguez y Pablo Milanés. Hubo una intención nítida de difundir el ideario revolucionario a través de los temas extraordinarios de una flamante camada de cantautores. Pocos se preguntaron a qué refería la palabra «nueva», ni cuál era la otra «trova». Tuvieron que pasar décadas para que, vía el guitarrista estadounidense Ry Cooder y el cineasta alemán Wim Wenders, se descubriera un colectivo excepcional de músicos veteranos que se agruparon en la marca Buena Vista Social Club. Con matices, todos estaban a favor de la revolución, pero eran a su pesar sinónimo de otros tiempos, una época en blanco y negro dominada por la figura del dictador Fulgencio Batista.
Conformaban la plataforma desde la que partieron Rodríguez, Milanés, Vicente Feliú, Noel Nicola y tantos más a mediados de los 60 para fundar un movimiento artístico renovador, rebelde aun para los parámetros oficiales, con fuerte mensaje político. «Nosotros admirábamos a todos esos músicos: desde Benny Moré hasta Compay Segundo, pero le agregamos otras cosas», dijo Silvio en su momento. Aquellos ritmos afro-hispánicos como el danzón, el cha cha cha, la guajira, el bolero y el filin, fueron pasados por el tamiz de Los Beatles, Bob Dylan, la juglaría, la canción latinoamericana y, específicamente en el caso de Rodríguez, por el de Bach.
Hoy Buena Vista Social Club queda como el reservorio de una música exquisita en su técnica y entrañable en la candidez de su lírica. La orquesta que llega ahora –con varios de los notables ya fallecidos, como Compay Segundo, Ibrahim Ferrer y Rubén González– opera como una maquinaria de buen gusto, con la genial trompeta de Manuel Guajiro Mirabal,  la voz de Omara Portuondo y el laúd de Barbarito Torres. Dicen que se despiden: el título de la gira es «Adiós tour». Pero es pura maniobra comercial: estos viejitos parecen, como su música, condenados a la eternidad.

Mariano del Mazo

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