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Agustín Canapino, gran simulador

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El piloto de Arrecifes, ganador más joven del TC, consolidó sus progresos al obtener su segundo título en la máxima categoría y la séptima corona en el Top Race. La guía de su padre, preparador de campeones, y el entrenamiento virtual en su carrera.


La Plata. El conductor de 27 años celebra la conquista del TC tras una vibrante definición. (Télam)

Si se escribiera una historia de las últimas décadas del Turismo Carretera (TC), entonces se tendría que consignar el apellido Canapino. Lo que primero construyó Alberto como preparador en la categoría, al lado de grandes pilotos, con varios títulos acumulados afuera de la pista, ahora lo continúa su hijo, Agustín, al mando de uno de sus autos, la Chevrolet Chevy con la que ganó el campeonato 2017, el segundo que consigue en el TC y el que le permitió cerrar un gran año dentro del automovilismo, acaso el consagratorio para un piloto de 27 años.
Al título, Canapino le agregó una dósis de épica. Lo ganó en la última vuelta del año, en un autódromo de La Plata que vibró con su arremetida. El cuarto puesto que consiguió en la final le entregó la corona al piloto de Arrecifes, que así relegó a Facundo Ardusso, quien con un Torino había llegado a esa instancia en la punta de la Copa de Oro. Ardusso largó la final por delante de Canapino, que atacó en cada vuelta para revertir la situación. Lo consiguió cuando todo se terminaba. El cuarto puesto en la carrera (y el décimo de su rival) dejaron a Canapino 0,25 unidades arriba de Ardusso. Así de ajustado fue todo.
A un apellido tradicional para la categoria, Canapino le suma su lugar de nacimiento. Arrecifes es una ciudad que parece a la medida del automovilismo argentino. Es su capital. De ahí son Ángel Lo Valvo, José Froilán González, Carlos Pairetti, Luis Rubén Di Palma y sus hijos, y Norberto Fontana, entre otros. El mismo día en que Canapino se consagró con su coupe Chevy, también lo hizo otro coterráneo, Valentín Aguirre, en el TC Pista. El nuevo rey del TC continúa la saga de una ciudad que fabrica campeones de la categoría desde que Cástulo Hortal, un piloto español, se instaló ahí en 1927 y abrió el camino en las rutas con sus triunfos.

Otro entrenamiento
Pero no todo es tradicional en Canapino. Sus inicios no lo fueron. No empezó, como suele ocurrir, arriba de un karting. La experiencia la hizo manejando simuladores. Sus primeras competiciones las hizo en internet. De chico, por el trabajo de su padre, solía vérselo en los boxes con una computadora en la mano. Así se formó, en la virtualidad. Era un simracer, como se llama a los que practican automovilismo virtual. Aunque, de algún modo, nunca dejó de serlo. Los simuladores fueron acercándose cada vez más a la realidad. Canapino los utiliza para entrenarse dos o tres horas por día. Durante una nota con el programa Carburando, el campeón mostró cómo es el simulador de última generación que armó para esas sesiones: «El volante tiene las levas, es todo de carbono, tiene la botonera, un regulador de freno, la pantalla donde te muestra los cambios, las RPM, el tiempo, la velocidad y la temperatura de aceite. Simula muy bien todo, como la inercia del auto, que cuando se pone de costado va liviano y cuando doblás el volante hace fuerza y se pone bien pesado».
«Mi hobby siempre fueron los simuladores. Soy un gamer. Antes de empezar a correr competía por internet, era un simracer y después fui piloto. Me apasiona el mundo de los simuladores, pero al mismo tiempo lo hago porque me entrena», contó Canapino. Pero también aclaró: «Yo jamás me lo tomé como un juego, cada vez que me subí a un simulador me lo tomé como real. Y es tan caro correr en autos de carrera que esta es una forma de acortar los pasos.»

Sello familiar
No son pocos los pilotos de carreras que se entrenan con simuladores. En la Fórmula Uno es habitual; las escuderías tienen grandes máquinas que ayudan a que los ingenieros realicen el desarrollo del coche, pero sobre todo para que los corredores puedan practicar en cada circuito a falta de pruebas de pista. El simulador permite que un piloto memorice el recorrido, conozca todos los movimientos del terreno y se empape de lo que se siente en cada curva y con cada frenada.  
Para Canapino, los simuladores fueron la puerta de ingreso a la realidad, que tampoco le era ajena. Mamó el automovilismo por su padre, también su gran maestro, uno de los preparadores más prestigiosos del país. Además, de las dos que ganó con su hijo, Alberto Canapino obtuvo otras seis coronas de TC con Juan María Traverso, Guillermo Ortelli, Juan Manuel Silva, Norberto Fontana y Cristian Ledesma. Por eso, y acaso más que las máquinas, fue el padre quien formó al hijo, un chico precoz. A los 15 años, Agustín debutó profesionalmente en la Copa Megane, que ganó a los 17. Y a los 20 obtuvo su primer título de TC. Todavía es el campeón más jóven de la historia.
Pero no fue solo un año de Turismo Carretera para Canapino. En 2017 se quedó con su séptima corona en el Top Race V6, con Mercedes Benz. Es el dueño de la categoría desde 2010, en una racha solo interrumpida por el título que Matías Rodríguez obtuvo en 2015. Y a esa hegemonía le agregó haber peleado hasta el final para retener el campeonato de Súper TC 2000, que perdió a manos de Ardusso, también su rival en el TC. En todo el año, eso significó haber estado en el podio en 23 de las 45 carreras que disputó. Y le valió, al final, quedarse con el Olimpia de Plata en su disciplina.
Ya en 2016, Canapino había tenido una gran temporada con los títulos en Súper TC 2000 y TRV6. Para muchos especialistas, había sido el mejor del año. Pero 2017 demostró que se trata de un piloto que todavía está para más. Otros dos títulos, uno de ellos en la categoría más tradicional, la que tiene en sus muchos sellos el apellido Canapino.

 

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