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Argentina en carrera

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Pese a las dificultades organizativas y económicas, el seleccionado hizo historia al consagrarse campeón del mundo en la República Checa. El trabajo a largo plazo con epicentro en Paraná, Entre Ríos, factor clave. Nuevos desafíos para una disciplina amateur.


A pulmón. Festejo albiceleste luego de la gran victoria por 3 a 2 sobre Japón. (World Baseball Softball Confederation)

En Argentina, el sóftbol es un deporte con poca difusión y con limitaciones para ampliar los horizontes de su práctica. De carácter amateur, enfrenta varios escollos: por un lado, no cuenta con una liga que se dispute a nivel federal, por otro, el apoyo económico del Estado suele ser insuficiente. Sin embargo, un grupo de jugadores compitió de igual a igual frente a las potencias  y consiguió un logro inédito: consagrarse campeón mundial en la cita de la República Checa. Así, el seleccionado albiceleste coronó un ciclo que se viene forjando desde las categorías juveniles.
Las características de este deporte realzan el logro argentino. Con similitudes con el béisbol, en el sóftbol un bateador debe impactar la bola –enviada por el lanzador o pitcher– lo más lejos posible para así poder correr a través de las cuatro bases fijadas en el campo de juego con un objetivo: dar toda la vuelta, lo que equivale a anotar una carrera. El equipo que consiga mayor cantidad de carreras al final del partido es el ganador.
En este nivel de exigencia, en el cual la preparación atlética y la infraestructura son clave, Argentina se hizo fuerte con sus recursos y edificó una campaña con 9 triunfos y una sola derrota. Más aún: venció a adversarios calificados como Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá y Japón. Precisamente, el país asiático es una potencia con un torneo profesional que convoca a los mejores. De ahí que superarlo, nada menos que en una final (le ganó 3 a 2), constituye un acontecimiento. «Esto se da por la preparación ininterrumpida desde 2015, año en el que obtuvimos el octavo puesto en una copa del mundo. En el 2017 estuvimos entre los cuatro mejores y esta vez se pudo llegar al 100% en el rendimiento de los jugadores», sostuvo el técnico del equipo, Julio Gamarci, quien viene trabajando desde hace años con los seleccionados nacionales.
Gamarci nació en Paraná, Entre Ríos, epicentro del sóftbol a nivel nacional. Allí se disputa la liga de clubes más importante del país y entrenan las selecciones. Sin ir más lejos, todos los integrantes del plantel que logró el campeonato mundial viven en Paraná, y la mayoría son entrerrianos (13 de 17), los cuales trabajan en otro oficio dado el carácter amateur de esta actividad. La excepción es Huemul Mata Carabajal. El paranaense de 24 años es el único profesional del plantel argentino: juega en la liga japonesa y es considerado uno de los mejores lanzadores del mundo. Memu, como lo apodan, integró también los planteles Sub-19 en los Mundiales Juveniles de Paraná 2012 y Whitehorse 2014 (Canadá), donde Argentina se consagró campeón y sentó las bases del equipo que, este año, consiguió el logro mayor en la República Checa.

Cuestión de apoyo
Pese a la obtención del campeonato mundial, este grupo de jugadores argentinos se enfrentan a otros importantes retos. Uno de ellos serán los Juegos Panamericanos de Lima de este año. El sóftbol a nivel selección nacional sobrevive debido a las becas del ENARD, y cada torneo resulta clave. Fundamentalmente porque la actual conducción del organismo, en caso de que la disciplina no obtenga buenos resultados, no garantiza el dinero para los deportistas. Se trata de un tema importante de acuerdo con un dato: entre los 17 integrantes del plantel que se consagró en la República Checa, 13 tienen becas panamericanas, mientras que los otros cuatro reciben la llamada beca sudamericana. Estos recursos son fundamentales para mantenerse competitivos. Bruno Motroni, capitán del equipo, hizo hincapié, antes de la cita panamericana, en la importancia del respaldo económico. «Si perdemos el apoyo sería imposible competir. Para jugar en este nivel se necesita viajar y jugar ante los mejores».
 En ese camino se encuentra hoy el sóftbol argentino. Con un proyecto a largo plazo, surgido desde las juveniles, fue creciendo hasta conquistar un logro que solo ostentaban cuatro países (Nueva Zelanda, Estados Unidos, Canadá y Australia). De este grupo de jugadores, pero también de los que deberían apostar con más fuerza al desarrollo de la disciplina, dependerá el futuro de un seleccionado que ya dejó una huella entre los grandes del deporte nacional.

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