22 de noviembre de 2022
La selección de Scaloni perdió el invicto récord en el debut mundialista ante Arabia Saudita. El desafío de una reacción ante México y el antecedente de Italia 90.
Estadio Lusail. Di María, Messi y toda la frustración albiceleste tras la sorpresiva caída por 2 a 1 ante Arabia Saudita, en el debut en el grupo C.
Foto: Télam
Si Camerún sorprendió al mundo en el inicio de Italia 90 porque le ganó a la Argentina que era campeona del mundo, a la de Diego Maradona, Arabia Saudita desestabilizó a la Argentina en el debut de Qatar 2022, a la selección de Lionel Messi, que no salió campeona del mundo pero que se creía que ahora sí podía. Y todavía puede. Hasta dónde caló la herida saudí, ese primer diagnóstico, y cómo recuperarse pronto y salir adelante el sábado ante México en el mismo estadio de Lusail, son los desafíos de la selección de Lionel Scaloni, que dejó atrás también el invicto argentino récord de 36 partidos en un partido tormentoso, inesperado, shockeante. Mejor, si se quiere, que uno de los peores partidos de la era Scaloni haya sido en el debut de Qatar. Después de México, cerrará el grupo C ante Polonia, en la antesala el rival más duro. La tormenta en el desierto puede dar paso al cielo despejado de Argentina –y de Messi–, pero conviene preguntarse qué pasó ante Arabia Saudita, una caída que quedará en la historia de la Copa del Mundo.
Argentina abrió el marcador con un gol de penal de Messi, producto de una falta a Leandro Paredes solo detectada por el VAR. Hasta el festejo se vio enrarecido. El VAR también le anuló por offside dos goles a Lautaro Martínez y otro a Messi. La selección concentró casi el 48% de los goles en el ciclo Scaloni en ellos. De 98 goles, Messi marcó 26, y Lautaro, 21. La deuda se expuso ante Arabia Saudita, ausente y abandonado el toque, a puro centros de Ángel Di María en los minutos finales. El mejor tramo de Argentina –el de los goles, con pases filtrados, internos– solo fue un espejismo en el desierto. De punta a punta, lo que se impuso –además de Arabia Saudita, también sus hinchas en las tribunas– fue la falta de experiencia, de sentir un mundial (19 de los 26 jugadores argentinos son debutantes). Al tridente defensivo conformado por el arquero Dibu Martínez y los centrales Cuti Romero y Nicolás Otamendi nunca le habían convertido un gol. En cinco minutos, durante la presentación fallida en Qatar, Saleh Al-Shehri y Salem Al Dawsari –sus goles– recordaron la imprevisibilidad del fútbol.
Volver a las bases
Argentina casi que le desconocía la cara a la adversidad (sumaba, incluso, 26 partidos sin ir abajo en el marcador). Hasta preocupó la última imagen de Messi, dolorido, incómodo, atrapado por los viejos fantasmas mundialistas. El golpe tambaleó a la selección. «Ahora tenemos que demostrar que somos un grupo de verdad. No hay excusas. Tenemos que estar unidos y levantar. Es el momento de demostrar que somos fuertes. Este grupo no va a dejar tirada a la gente», dijo Messi, y analizó: «Por ahí estábamos un poco acelerados. Nunca nos sentimos cómodos. Tenemos que volver a las bases de lo que somos. Hay que pensar en lo que viene». Ese estar «acelerados» se tradujo en siete posiciones adelantadas en el primer tiempo (en uno de los dos goles anulados a Lautaro, fue offside de VAR por un hombro). Volver a «las bases» significa volver a poner la pelota al piso y atacar. Y, sobre todo, que regrese la selección de los mediocampistas, una zona sin disputas de intensidad, plagada de errores –malos pases de Rodrigo De Paul, de Leandro Paredes–, prácticamente entregada a Arabia Saudita, en la previa el rival más débil, pero el que puso las condiciones.
Si Argentina no perdía en un debut desde aquella vez ante Camerún en Italia 90, en Sudáfrica 2010 fue España la que perdió en la presentación y salió campeona del mundo, la única en la historia de los mundiales. La esperanza en el fútbol también se ata a estas cuestiones. Es posible. Contra Arabia Saudita, la selección no pudo sacarse la arena a tiempo después de que la taparan con dos goles. Perdió después de más de tres años. Ahora tiene cierto tiempo, aunque gastó de entrada la ficha de la derrota. «¿Por qué olvidamos cada cuatro años que el mundial es tragedia y sufrimiento?», se preguntó Santiago Barrionuevo, el cantante de la banda de rock Él Mató a un Policía Motorizado. En cualquier Copa del Mundo hay sufrimiento. Argentina, entonces, deberá primero saber sufrir, como dicta el axioma tanguero, y después volver a amar lo que la llevó hasta el Mundial de Qatar, si no quiere partir antes.