Con 40 clubes representados, la Coordinadora de Hinchas enfrenta la ofensiva del gobierno de abrirle paso a las Sociedades Anónimas. Promover la igualdad de género y la participación de los socios, ejes de un espacio que no distingue camisetas.
30 de enero de 2019
En marcha. Simpatizantes de instituciones de primera y el ascenso, reunidos en Agronomía. (Gabriela Bontempi)
La crisis del futbol argentino volvió a ocupar el centro de la agenda luego de los episodios de violencia ocurridos durante la segunda final de la copa Libertadores entre Boca y River. Nuevas leyes de urgencia, enunciados demagógicos y formulas importadas de otros países regresaron a escena. Fórmulas que, hasta aquí, no han tenido éxito. «Son los hinchas los que deben organizarse para empezar a cambiar lo que pasa en las tribunas», propone el sociólogo Pablo Alabarces, especialista en culturas populares. Y este es el camino que ha decido tomar la Coordinadora de Hinchas (CDH), un espacio que agrupa a fanáticos y socios, muchos de ellos miembros de agrupaciones partidarias en sus clubes, con distintas camisetas. Los une un mismo objetivo: cambiar las cosas.
La lucha contra la implementación de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD) fue lo que los nucleó hace más de dos años. Hoy, con representantes de más de 40 clubes de todas las categorías y con el triunfo que significó que no se haya tratado en 2018 el proyecto del gobierno que habilita el desembarco de las SAD, plantean ir por más, si bien son conscientes de que el oficialismo podría volver a la carga con su propuesta. Exigen una mayor participación de los socios en la vida política de las instituciones para discutir el precio de las entradas y el merchandising, se oponen a la privatización de la televisación de los partidos, reclaman por el retorno del público visitante y por tener voz y voto para discutir la organización de los operativos policiales. Sobre este último punto, Kevin Libsfraint, uno de los fundadores de la CDH, hincha de Argentinos Juniors, explica: «Los operativos provocan más problemas de los que solucionan. Nosotros les podemos decir por dónde nos pueden llevar o cuánta gente poner en tal lugar». Y agrega que la opinión de los hinchas es clave para lograr que vuelvan los visitantes, «un derecho que perdimos».
Unidad en la diversidad
Con la consigna «Somos rivales, no enemigos», la CDH pretende demostrar cómo se puede trabajar en conjunto a pesar de las diferentes camisetas, pero también atacar la violencia no solo provocada por las barras bravas. Por eso Kevin alerta sobre otros sucesos y menciona el caso del hincha de Belgrano de Córdoba asesinado en 2017, solo por ser señalado como hincha de Talleres: «En ese caso no fue la barra, sino simpatizantes comunes. Nuestra tarea es luchar contra esa cultura que se impuso y que desde los medios, cuando sucede un episodio violento, repudian pero sin hacerse cargo de que ellos exacerban esa cultura».
Otro foco de resistencia es la creación de la Comisión de Género. A cargo de Florencia Duarte, socia de Banfield, club presidido por Lucía Barbuto, se encargan de visibilizar las problemáticas que encuentran las mujeres en las actividades sociales y deportes amateurs. Juntas reclaman, por ejemplo, que se cumpla el cupo femenino del 20% en puestos dirigenciales impuesto por la Ley del Deporte. Esto, más allá de la formalidad, aportaría una mirada femenina a lugares de decisión. «Necesitamos más políticas para las mujeres, pero hechas por las mujeres. No puede ser que sean hombres los que quieran venir a darnos las soluciones a los problemas que nosotras vivimos», explica Florencia y agrega como ejemplo la discriminación con las que son tratados los equipos de futbol femenino y la selección nacional.
Comunidad, igualdad, historia e identidad aparecen como banderas en común, con la participación de socias y socios como herramienta de transformación. Esa es la principal diferencia que los distingue de la actual mirada mercantilista del futbol. Así lo ve Kevin: «Una sociedad anónima es una empresa que busca una ganancia. En cambio, en los clubes el único objetivo desde lo económico es que las cuentas estén equilibradas. Por eso la llegada de las SAD afectaría la función social. Hoy los clubes siguen cumpliendo un rol clave. Se trata de un patrimonio cultural de nuestro país con historias centenarias. Me gustaría saber cuántas empresas han durado ese tiempo en Argentina».