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En Whitehorse, Canadá, el Seleccionado argentino llegó a la cima de una disciplina sin tanta difusión en nuestro país. Trabajo profesional y espíritu amateur, las claves del éxito.

 

En cancha. Escena del encuentro jugado entre Argentina y Japón en la fase regular. (Softball Yukon/Maddy Flanagan)

El seleccionado juvenil de sóftbol masculino se coronó campeón mundial en el certamen de esta disciplina realizado en Whitehorse, Canadá. Tras aplastar con un contundente 9-0 al conjunto de Nueva Zelanda, el sóftbol argentino retuvo el título conseguido hace dos años, cuando obtuvo la edición del torneo realizado en Paraná en 2012.
Argentina ganó nueve partidos del round robin –la fase clasificatoria–, para después caer ante Nueva Zelanda. En la instancia siguiente dejó atrás a su rival más duro hasta entonces, Japón, y de este modo accedió a la final que los enfrentaría nuevamente a los Black Sox neozelandeses.
La final frente a Nueva Zelanda fue una exhibición de buen juego, coronado por las tres carreras que aseguraron un home run –jugada en la cual el bateador golpea la pelota fuera del campo de juego y anota sin interferencias de la defensa del otro equipo– conectado por Facundo Carril, determinante para que los argentinos gritaran campeón por segunda vez consecutiva.
Conducido por Julio Gamarci, el conjunto albiceleste fue el equipo que menos carreras recibió en todo el torneo (sólo cuatro) mientras que en ofensiva fue el segundo mejor anotador, con 66 a favor. El seleccionado que más carreras anotó fue el de Japón, con 74. El 9-0 conseguido en la final constituye la victoria por mayor diferencia en una instancia decisiva de la historia de este torneo. Con rigor y sin perder brillo, los argentinos fueron implacables. La coronación tiene sus bases en dos factores insoslayables: la continuidad del proyecto que promueve la Confederación Argentina de Sóftbol y el aporte del ENARD. Fue así que los campeones de 2012 y los jugadores que luego conformarían el seleccionado que compitió en Canadá (Román Godoy, Huemul Mata y Felipe Vuoto formaron parte de ambos planteles) realizaron dos giras en el país decano del deporte, Estados Unidos. De esta forma, enfrentándose a equipos integrados por profesionales y semiprofesionales, se prepararon para el desafío canadiense. Gamarci destacó que gracias al roce adquirido durante esta gira, «los chicos respondieron como deportistas profesionales».
En Paraná, la capital nacional del sóftbol, la selección fue recibida por una caravana de cientos de personas, que festejaron el campeonato en la plaza principal de la ciudad. El entrenador y 13 de los 17 mundialistas son oriundos de esa localidad y de otros puntos de Entre Ríos. El resto del plantel lo completan un tucumano y tres pampeanos.
El trabajo formativo en instancias juveniles no termina con los laureles logrados en Whitehorse, y el cuerpo técnico –integrado además del DT por preparadores físicos, médicos, un coach exclusivo para lanzadores y una persona a cargo de llevar las estadísticas de los juegos– se propone alimentar un semillero con espíritu amateur pero fortalecido y curtido en la competencia de alto rendimiento. Así, los juveniles argentinos prometen lograr mayores éxitos para un deporte que crece y se consolida en Argentina, con vistas a volver a ser protagonistas en 2016, cuando la cita mundial se repita en Estados Unidos.

María Clara Albisu

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