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En medio de la crisis de la AFA, los dirigentes aprobaron la Superliga, una estructura inspirada en el modelo español que refuerza el poder de los clubes grandes y abre las puertas a las sociedades anónimas. Las injerencias y presiones del gobierno.

Casa madre. Escenario de disputas entre dirigentes y representantes del gobierno. (Jorge Aloy)

 

La idea de implantar la Superliga se cocinó a fuego lento. Parados sobre los escombros de la Asociación del Fútbol Argentino atomizada después de la muerte de Julio Grondona, y con el viento a favor de la elección de Mauricio Macri como presidente de la Nación, el avance de un nuevo modelo económico de torneo resultó mucho más simple. La Superliga fue aprobada por 70 votos a favor y uno en contra el pasado 13 de julio. Muchos dirigentes se acercaron para felicitar al solitario Mario Giammaría, el presidente de la Asociación Rosarina. En la asamblea, en el predio de Ezeiza, aquel día, se decidió que la organización será independiente a la AFA y que la estructura de la Superliga se pondrá en funcionamiento a mediados de 2017, ya que no hay una línea del estatuto aprobada por la FIFA. Pero también se acordó, grosso modo, el reparto del dinero de los derechos de televisación, el quid de la cuestión: 78% para la Primera, el 12% para la B Nacional, el 8% para el resto del Ascenso y las ligas del interior y el 2% para gastos administrativos, una repartija que favorece a los denominados «grandes» y ensancha la brecha entre los clubes.

 

Brechas
«El gobierno fogoneó este mamarracho de la Superliga. Habrá una mayor desigualdad en el fútbol argentino porque el modelo que se ha copiado es el español, que es el menos competitivo de todos y además es la puerta de entrada para la transformación en sociedades anónimas de los clubes históricamente administrados por sus socios», sintetizó Giammaría. A principios de marzo, Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional de España, se sentó con Daniel Angelici, el presidente de Boca, y Fernando Marín, el director del Fútbol para Todos, en la mesa del bar palermitano Rond Point. Tebas los aleccionó para constituir la asociación de clubes, la Superliga, y compartió con ellos su estatuto, que fue copiado, pegado y repartido entre los dirigentes del fútbol argentino. El objetivo a largo plazo que les sugirió a Angelici y compañía para Argentina es el que se aplica en España: que se pague para ver fútbol por televisión. Cuatro meses más tarde, ya votada la Superliga, la AFA contralada por Angelici –delfín de Macri–, le entregó una resolución al secretario general de la Presidencia, Fernando de Andreis, para terminar con el programa Fútbol para Todos. «Que en tal sentido –se lee en el escrito–, proponemos que, en un breve plazo, las partes podamos disolver el vínculo que nos une, y a través de una licitación internacional, buscar oferentes privados interesados». El texto entró a la Casa Rosada después de una reunión en la que el Estado le ofreció menos dinero del que esperaban los dirigentes, en especial, los que votaron la Superliga sin estar convencidos. Una jugada fácil de leer. La oferta de la empresa estadounidense Turner de 3000 millones de pesos, 500 más que la que puso sobre la mesa el gobierno, cobró fuerza, y en los clubes endeudados hasta la médula es como un oasis en el desierto. El contrato con el Estado vence en 2019, en tanto desde el Ejecutivo sostienen que se va a mantener la gratuidad.

Pérez. Designado por FIFA como presidente de la comisión normalizadora de la AFA. (Télam)

 

La Liga de Fútbol Profesional que trajo Tebas a Argentina en la reunión con Angelici estira la diferencia entre el club que más cobra y el que menos cobra por los derechos de televisación, además de repetir los campeones (ver infografía). En la última temporada, Barcelona recibió 160 millones de euros, y Eibar, 13 millones. Si es el modelo para imitar, el español es el más desigual entre las ligas de élite. En Inglaterra, por ejemplo, Chelsea ingresa 138 millones de euros y Queens Park Rangers, 90. En Italia, Juventus suma 96 y Empoli, 19. En Alemania, Bayern Múnich gana 50 y Paderborn, 19. El precio promedio de las entradas también es uno de los más elevados en España: 70 euros, solo superado por Inglaterra (74), y muy por debajo de Alemania (32). En el borrador de la Superliga, el artículo tres (Funciones y Competencias) establece «ejercer la potestad disciplinaria respecto a sus asociados, las funciones de tutela, control y supervisión». La liga española, con la regulación del Estado, redujo 640 millones de euros de la deuda de los clubes en los últimos tres años, el caballito de batalla de Tebas. Quedó en 2.675 millones. Sin embargo, en el último informe de la Liga de Fútbol Profesional, Barcelona y Real Madrid volvieron a subirla: concentran 853 millones del total.

 

Viejo anhelo
Otro punto en la constitución de la Superliga es la forma jurídica pueden asumir los clubes. Hasta aquí, la AFA permite las asociaciones civiles sin fines de lucro y, en todo caso, los gerenciamientos. En el borrador, el primer artículo explicita que la Superliga estará integrada por los clubes «organizados bajo el régimen de asociaciones civiles y/o Sociedades Anónimas Deportivas». Las SAD son un viejo anhelo de Macri. En 1999, cuando era presidente de Boca, Macri intentó impulsar las sociedades anónimas en el Comité Ejecutivo de la AFA: perdió 38-1. En España, la paradoja es que Barcelona y Real Madrid funcionan como asociaciones civiles y están al día con el fisco, mientras que la mayoría de los clubes que son sociedades anónimas tienen deudas millonarias. El presidente de la Superliga aún no está definido. A Marcelo Tinelli le bajaron el pulgar. De ahí que Angelici quiere que sea un CEO, un director ejecutivo. La Comisión Económica de la Superliga está bajo el mando de Eduardo Spinosa, el presidente de Banfield, y la Comisión Jurídica la conduce Raúl Broglia, de Rosario Central.
Hasta en la Comisión Normalizadora –organismo designado por la FIFA para regularizar institucionalmente la AFA– quedó expuesta la cuña de Macri, que bregaba por «despolitizar» el fútbol. Primero suspendió las elecciones a través de la Inspección General de Justicia que preside Sergio Brodsky, nombrado por Macri y viejo conocido de Angelici en la Universidad de Buenos Aires, e intervino con veedores a la AFA. Ahora colocó como presidente de la Comisión Normalizadora de FIFA a Armando Pérez, exgerenciador y actual presidente de Belgrano de Córdoba. Los otros integrantes son Javier Medín, el secretario de Asuntos Legales de Boca; Pablo Toviggino, el presidente del Consejo Federal; y Carolina Cristinziano, abogada y exrepresentante de futbolistas cercana a Gustavo Mascardi, empresario que quebró Ferro durante su gerenciamiento. La Comisión Normalizadora, según un comunicado de la FIFA, tiene como objetivos administrar la actividad de la AFA, revisar y aprobar el estatuto, convocar a una comisión electoral y llamar a elecciones antes del 30 de junio de 2017. Armando Pérez ya se reunió con Macri para charlar las directivas para seguir.

 

La Superliga, en concreto, no cambia la estructura de la competición: modifica el esquema de negocios que, tarde o temprano, va a trastocar la competitividad en los campeonatos. Angelici, con el apoyo de los presidentes de los clubes grandes, bajó el mensaje de que sin Superliga, el gobierno no aportaría el dinero del Fútbol para Todos. El presidente de Boca hasta paladeó en el tren triunfalista la posibilidad de poner en marcha en un mediano plazo un juego de apuestas. Al fin y al cabo, Angelici amasó poder como empresario binguero. Pero eso se dirimirá en un futuro, con la AFA como figura decorativa y, sobre todo, con la Superliga omnipotente.

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