9 de diciembre de 2022
El seleccionado de Scaloni se impuso en los penales y está entre los cuatro mejores del mundo. De la mano de Messi, el sueño colectivo sigue intacto.
Lusail Stadium. Festejo albiceleste tras la victoria sobre Países Bajos en la definición por penales.
Foto: NA
En un partido frenético, de los más esquizofrénicos de la historia de los mundiales, inolvidable, con un pase-gol de la escuela argentina de Lionel Messi y una jugada preparada de la mecánica de Países Bajos, empardado 2-2 en los 120 minutos, la selección definió su pase a las semifinales de Qatar 2022 en el quinto y último penal de la serie, convertido por Lautaro Martínez, después de dos atajadas medulares de Dibu Martínez. En el juego de las escondidas, de las formaciones confirmadas sobre el filo, en un partido transformado en una partida de cálculos, en la maraña estratégica, Argentina inclinó la balanza en el último suspiro y se metió entre los cuatro mejores de un mundial por tercera vez en 32 años, como en Italia 1990 y Brasil 2014. En el estadio Lusail, en un partido caliente, cargado de condimentos, Argentina cruzó el Rubicón.
Enchufadísimo desde la salida a la cancha, un Messi total rubricó una obra maestra: sacó un pase-gol trazado con escuadra, de la nada, la pelota entre las piernas de Nathan Aké, el defensor estampilla de Países Bajos, y encontró a Nahuel Molina Lucero, el goleador inesperado. Lo rubricó, ya en el segundo tiempo, en el minuto 73, con un toque propio a la red desde el punto penal. Pero enfrente había un rival de relieve, acaso el primero en Qatar. Europeo. Argentina había reculado en el segundo tiempo. Rodrigo De Paul, el hombre dolorido por la molestia muscular, se había exigido hasta el límite y había salida de la cancha. La pierna fuerte recordaba que era una instancia decisiva de una Copa del Mundo. Argentina se volcó más a pelear que a jugar. Cavó su fosa.
En los últimos diez minutos, más los diez adicionados en los tiempos suplementarios XL, se jugó otro partido. El de Países Bajos. Wout Weghorst, que había ingresado como refresco al minuto del segundo tiempo, hizo todo: el descuento y, en el último minuto de los diez, el gol después de una jugada preparada made in Louis van Gaal. Messi le había hecho el Topo Gigio en el festejo de su gol, un recuerdo gratificante de Juan Román Riquelme, homenajeado también con el pase-gol. Fue un emparejamiento mágico del fútbol.
Dos potencias
Se cruzaron Lionel Scaloni, el entrenador más joven de Qatar 2022 (44 años), con el más experimentado, Van Gaal (71). Argentina cambió el esquema: tres centrales en un 3-5-2, flexible a un 5-3-2, preparada por si arreciaba Países Bajos. El árbitro español Antonio Mateu Lahoz, aburrido por el trámite, se había metido en el partido con un protagonismo excesivo. Hasta amonestó a Walter Samuel, ayudante de Scaloni. Pero el árbitro europeo no pudo: Argentina es el único representante de Sudamérica tras la caída de Brasil. «No podés ser sincero, no podés decir lo que pensás –dijo Messi–. Teníamos miedo antes del partido porque sabíamos lo que era. Creo que la FIFA debería reveer eso. El árbitro no estuvo a la altura».
El tiempo suplementario volvió a recuperar la tónica de los 80 minutos iniciales. A tal punto, que terminó con un tiro de Enzo Fernández en el palo, con más situaciones de gol del lado argentino. En los penales, el Dibu Martínez hizo lo suyo, lo que parece garantizar en el arco argentino, y lo cerró Lautaro Martínez, el goleador que venía engualichado, que había perdido la titularidad.
Sin el Argentina-Brasil más grande de la historia, habrá el tercer Argentina-Croacia en la historia de los mundiales. El último, acá nomás, en Rusia 2018, fue una masterclass de Luka Modrić en el segundo partido del grupo, un 3-0 categórico. El primero también fue en la etapa de grupos, en Francia 1998, cuando Croacia se presentó en las Copa del Mundo. Fue triunfo argentino, 1-0, con gol de Mauricio Pineda. El cruce del martes será el más determinante. El que gane, jugará la final. Los jugadores argentinos lo saben. Cantan como hinchas, meten como los que ven el partido por TV, y lloran de la emoción por lo que significa el fútbol en Argentina.