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Conductores de Manchester City y Manchester United, animadores de la nueva temporada, Pep Guardiola y José Mourinho juegan su propio clásico debido a sus diferencias dentro y fuera de la cancha. Perspectivas de un duelo tonificado por la calidad de los planteles.


Old trafford. Los entrenadores gesticulan en un encuentro correspondiente a la copa de Liga, de los primeros que los tuvieron frente a frente. (West/SPI/REX/Shutterstock/Dachary)

Si el reconocido diario inglés The Guardian ubicó en 2004 al superclásico entre Boca y River dentro de los cincuenta espectáculos deportivos que no hay que dejar de ver antes de morir, alguien podría reactualizar la lista incluyendo otro superclásico, aunque de entrenadores: un partido de fútbol entre equipos de José Mourinho y Pep Guardiola. Para eso, hoy hay que sacar entradas en la Premier League, en el próximo City-United, programado para diciembre, el clásico de la ciudad de Manchester que domina el fútbol inglés.
Cabeza a cabeza en lo alto de la tabla, apenas perseguidos de cerca por el Tottenham que conduce Mauricio Pochettino, aunque con un campeonato todavía en construcción, el City y el United cuentan con entrenadores de perfiles opuestos: dos hombres que no solo se moldearon como antítesis con sus equipos, sino que también lo hicieron fuera de la cancha. Son esos caminos que se bifurcan. Mourinho fue asistente de Bobby Robson y Louis Van Gaal en el Barcelona cuando Guardiola era jugador. Eso es conocido. Menos conocido es qué ocurrió para que Mourinho no acordara su contrato con el club catalán en 2008 para ser el nuevo técnico. El cargo lo ocupó Guardiola. Ahí empezó todo. «Quizá lo diga algún día, cuando sea viejo, viejo, viejo. Tal vez», dijo hace poco el portugués sobre aquel episodio durante una entrevista con la televisión francesa.
De alguna manera, aunque hizo cumbre en el Porto, cuando obtuvo la Champions en 2004, Mourinho es local en la Premier, que ganó tres veces con el Chelsea. Lo de Guardiola era el salto hacia a la aventura de un fútbol inglés que desconocía, al menos desde adentro, pero que ya lo tentaba desde hacía tiempo. No fue fácil el desembarco, como no había sido fácil la experiencia previa en la Bundesliga, con el Bayern Munich, el lugar en el que, según Martí Perarnau –autor de los libros Herr Pep y La metamorfosis, dos radiografías sobre el método del catalán–, Guardiola encontró otras formas de llegar al gol, sin desdeñar siquiera el contraataque.

Historias en juego
Que ambos estén en el fútbol inglés –y en la misma ciudad– no es nuevo. Ya se cruzaron la temporada pasada, la que ganó el Chelsea, la primera como vecinos. Pero ahora arrancaron arriba, mano a mano. Y eso genera más atracción en una era de exceso de protagonismo de los técnicos. «(Son) dos escuelas opuestas, dos personalidades diferentes… Es la reedición 3.0 de aquel debate (por Menotti vs. Bilardo). Lo que ocurre es que en la Argentina eso convierte en ejércitos a los seguidores de una opción u otra. En Europa es menos trágico el asunto. Nos encanta el maniqueísmo», le dijo Jorge Valdano hace un año al sitio Goal.
Manchester, golpeada en mayo pasado por los atentados en el recital de Ariana Grande que produjeron 22 muertes, es la tercera ciudad de Inglaterra, forjada por la industria, su clase obrera, y convertida en un centro financiero. Es la ciudad del rock de Oasis, pero sobre todo es la del fútbol. Aunque el simple nombre «Manchester» remita más al United que al City, este es el club de los sectores populares, las barriadas. Pero el United es uno de los gigantes de Inglaterra, un club global que se jacta de tener hinchas en todo el mundo. Esa rivalidad creció muchísimo en la década de los 60 y 70, o al menos tuvo la etapa más tensa. Fueron los años del delantero galés Denis Law, que fue campeón con el United, pero que años después los mandó al descenso con un gol de taco para el City.
En ese contexto, la ciudad no necesitaba de Guardiola y Mourinho para darle llama al clásico, pero la presencia de los técnicos aportó lo suyo en dos equipos gobernados –como ocurre en la Premier– por magnates: los estadounidenses Joel y Avram Glazer controlan el United, mientras que los dineros del jeque árabe Mansour bin Zayed bin Sultan Al Nahyan mueven los hilos del City. El equipo de Guardiola arrancó la temporada con el desafío de mejorar lo que había hecho en la anterior. Al menos desde el juego, lo consiguió en los primeros partidos de la Premier, en los que mostró un fútbol arrollador, que tuvo su pico en el recital de 7-2 frente al Stoke City. Ese día las camisetas celestes sonaron armónicamente, una sinfonía sin desacoples bajo el liderazgo futbolístico del belga Kevin De Bruyne, para el encanto del guardiolismo. De Bruyne es el alma del City, porque es el hombre del pase. Pero el City no es solo eso.

Otro capítulo
Este año, Guardiola se llevó dos jugadores para resolver dos sectores clave de su juego: Benjamin Mendy, el lateral izquierdo francés, al que Marcelo Bielsa, cuando lo dirigía en el Olympique de Marsella, le auguró el mejor futuro, y Kyle Walker, el lateral que llegó desde el Tottenham Hotspur. La lesión de Mendy complicó los planes, pero ahí hay dos aspectos sobresalientes del City, sin contar a Fernandinho, a un menos activo Yaya Touré, al buen momento de Nicolás Otamendi en defensa y a la potencia goleadora de Sergio Agüero, que busca tomar ritmo después de recuperarse del accidente en Holanda.
Con menos pretensión estilística, pero contundente, el United no se quedó con las manos vacías la temporada pasada: ganó la Europa League, lo que le valió el pase a Champions, la que también juega el City. Dos belgas son pilares del equipo de Mourinho: Marouane Fellaini, al que el portugués recuperó incluso de la resistencia de los hinchas, y Romelu Lukaku, una de las grandes incorporaciones para esta temporada. Pero también se solventa en un trío de medios como Nemanja Matic, Ander Herrera y Paul Pogba, aunque tuvo que reordenar las piezas cuando el francés se lesionó. Antonio Valencia, el lateral ecuatoriano, es el capitán. Los dos argentinos, Marcos Rojo y Sergio Romero, están más relegados en la mirada del entrenador, que ya tuvo que aclarar que no dejará Manchester aunque haya sonado tanto en el París Saint Germain.
Mourinho dijo que su relación con Guardiola en Inglaterra es «completamente diferente» de lo que fue en España, donde sus escarceos llegaron hasta la mítica conferencia de prensa del catalán antes de un clásico: «En esta sala, él es el puto amo, el puto amo y no quiero competir». «Por tres años, fuimos solo nosotros», explicó Mourinho. «Somos vecinos, cuando nos vemos, nos saludamos», sonrió Guardiola cuando le preguntaron por su némesis. El último clásico quedó en su vereda, fue el 2-1 en Old Trafford. Pero la historia continúa.

 

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