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Cappa juega por la izquierda 

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Ariel Scher

DT e intelectual, vuelve a cuestionar en su último libro el avance del negocio en perjuicio de la pelota. Miradas a contramano de discursos y prácticas imperantes.

Formación. El entrenador mantuvo un diálogo con estudiantes de periodismo en abril pasado, en Buenos Aires.

Foto: Gentileza TEA Y DEPORTEA

A fondo como en toda la existencia, como cuando imaginaba fútbol en su Bahía Blanca primera, como cuando volvió tangibles a esa imaginación y a ese fútbol con las camisetas de Villa Mitre (su club, siempre su club) y de Olimpo, como cuando se tornó militante político, como cuando el fútbol le salvó exactamente la vida, como cuando se quedó sin mucho y sin muchos porque la peor dictadura lo obligó al exilio en España, como cuando se descubrió alumno de fútbol de César Luis Menotti, como cuando se consolidó como entrenador, como cuando miles de personas se identificaron con su Huracán encandilante, como cuando enarboló cada convicción con el aroma del vestuario o con el aroma que fuera, a fondo, a fondo, a fondo, Ángel Cappa dice así: «Soy de izquierda».
De izquierda. Y no solo eso. Cappa se desafía, a fondo, claro que a fondo, a que ese hábitat político lo ayude a reflexionar sobre el fútbol. O más: pretende –y consigue– que el fútbol, a contramano de lo que domina a los discursos y a las prácticas imperante, sea pensado desde la izquierda. Fútbol y política. Conversaciones desde la izquierda se llama el flamante libro de Cappa, un diálogo ancho con el sociólogo chileno Marcos Roitman (otro pensador que cruzó el mar por efecto de los horrores de los setenta), que lanzó en Buenos Aires durante abril y que publicó el sello Akal. Laten allí muchos pasados de Cappa y, sobre todo, una interpelación al presente y al futuro que expone una marca de pertenencia infrecuente: no hay máscaras, no hay ambigüedades. Se habla desde un sitio y ese sitio es la izquierda. Cappa leyó y oyó bien de cerca al uruguayo Eduardo Galeano, acaso en especial cuando Galeano, quien quería un montón al fútbol, afirma así: «Para la izquierda, el fútbol tenía la culpa de que el pueblo no pensara. Esa carga de prejuicio hizo que se descalificara una pasión popular». Cappa, continuando la óptica de Galeano, no descalifica nada y no prejuzga nada. Sabe de qué habla porque lleva décadas respirando canchas y porque el fútbol es su pasión. Sale a escribir y sale a exponer porque el fútbol le importa como cuestión personal y como propiedad de los pueblos. Sale a jugar un partido que tiene que ver con no aceptar lo dado como lo único posible. Sale a no rendirse.
«El fútbol –suelta Cappa en un diálogo que mantuvo con Acción– es universal lo que, en la lógica del sistema, implica no un lugar de reunión y un lugar de la gente sino una clientela descomunal. El capitalismo, privatizador de nuestros bienes comunes, le da a todo valor de empresa. En esta etapa, debe haber beneficios rápidos y a costa de cualquier cosa, a costa del planeta, a costa de las personas. Esos valores imponen ganar como sea. Y, como hay que ganar como sea, el juego deja de tener valor».
Hay cimientos viejos y recientes en esta elaboración del hombre que trabajó tanto en el Real Madrid como en Boca, tanto en Racing como en Universitario de Lima. Cuando desembarcó en España, a Cappa lo atraparon los artículos del catalán Manuel Vázquez Montalbán, un narrador y ensayista extraordinario que, entre otros tópicos, se ocupó de fundamentar por qué el fútbol merecía una mirada política desde la izquierda y, particularmente, por qué, desde lo político y lo cultural, resultaba un error cederle el discurso del fútbol al poder de las derechas. A mitad de los noventa, Vázquez Montalbán pisó suelo porteño para difundir una de sus novelas y, mientras buscaba ávidamente alguna señal televisiva que le permitiera ver el fútbol de un Barcelona que Pep Guardiola timoneaba desde el corazón del césped, reiteró aquellos conceptos y sugirió que quien quisiera textos bien tipeados y con una carga ideológica transgresora fuera por lo que escribía Cappa. Vázquez Montalbán murió en 2003, poco después de que viera la luz su obra Fútbol. Una religión en busca de un dios. Seguramente, si hoy pudiera ir por Fútbol y política. Conversaciones desde la izquierda, ratificaría su recomendación por las letras y las afirmaciones de Cappa.

Fútbol y política.
Conversaciones desde la izquierda

Ángel Cappa-Marcos Roitman
Ediciones Foca
208 páginas

–¿Y qué pasa en esta parte del mundo, Ángel, en este fútbol que no tiene la circulación de capitales que muestra Europa?
–Los centros de poder económico se han apropiado del fútbol. Sudamérica quedó ubicada como abastecedora de materia prima. En el capitalismo que vivimos, ese es su rol cada vez más acentuado. Nuestros campeonatos se volvieron vidrieras para vender jugadores. Es una manera de vivir del capitalismo: todo se compra y todo se vende. Eso ha hecho el capitalismo: se apropia de algo tan nuestro. No digo solo de Argentina, hablo de las clases populares de todo el mundo. Y no lo hace, además, solo con el fútbol. Se apropia de la cultura, la transforma en un adorno de lo que sirve. Y para nosotros la cultura no es un adorno sino que es algo vital, tiene que ver con nuestra identidad y no es un negocio. Como el fútbol.
La respuesta potencia su espesor en el libro de Cappa y Roitman pero encuentra afincamiento en un itinerario que viaja desde Fútbol sin trampas, aquel trabajo clásico que compartió en los ochenta con Menotti, hasta También nos roban el fútbol, otro volumen –en ese caso, con una medulosa investigación– que el entrenador argentino firmó, en 2017, en sociedad con María Cappa, su hija. A bordo de ese recorrido intenso, asegura en una Buenos Aires en la que se le gasta la garganta («tenía un compromiso con un tipo para ir a cantar tangos, pero de tanto hablar en público y de tanto charlar con amigos, me quedé casi sin voz», se ríe, carraspeando): «Convertido en un negocio, el fútbol pierde algo decisivo: el placer de jugar. Que los dueños del mundo se hayan apropiado del fútbol gravita mucho en el juego. El capitalismo le ha transferido sus valores al juego. Da igual cómo se gana y el fútbol pierde identidad porque lo único que importa es el resultado. El que pierde es un tonto y el que gana tiene razón. Son los valores de la empresa que trasluce el fútbol».
–¿Y qué les sucede a los entrenadores y a los jugadores en este cuadro de situación?
–Según quién, no se puede generalizar. Hay entrenadores como Guardiola, en el Manchester City, o como Mikel Arteta, el del Arsenal, que han raspado sobre lo que aparece para encontrar el sentimiento del jugador. Todo jugador que llega a Primera, algo que es muy difícil, quiere jugar bien. Se puede jugar bien sin tener grandes jugadores como en este tiempo lo hace en España, por ejemplo, el Rayo Vallecano. A veces, eso no te alcanza para ganar porque quizás para ganar necesitás tener a Benzemá. Pero se puede intentar jugar bien. La belleza no es superflua en la vida.
Cappa presentó su libro nuevo en dos ocasiones (en ambas, flanqueado por el profesor Fernando Signorini; en una, acompañado también por la legisladora Myriam Bregman) y visitó las escuelas de periodismo deportivo Deportea y Eter para intercambiar miradas con periodistas en formación. En todos esos rincones manifestó su preocupación por la expansión de las apuestas («empeoran todo»), avisó del crecimiento del poder de los representantes («pasaron de ejercer una función importante para respaldar a jugadores que debían negociar contratos a convertirse en dueños de todo, imponiendo condiciones a nuestros clubes») y extendió sus observaciones de época a lo que acontece con el periodismo deportivo: «Acá y allá, también cambió el periodismo y no únicamente el deportivo. Se volvió básicamente un negocio, salvo excepciones, claro. Hay espacios en los que se hacen chistes y se grita. Yo trabajaba en uno y ni entendía los chistes, así que no fui más». Una intervención de un estudiante de Deportea le descerrajó otra preocupación: «La clase dominante se las arregla para desclasar jugadores de los que pertenecen a esa élite que gana fortunas aunque no a todos. Alguno de esos muchachos cambia las costumbres y se le forja la ilusión de otra pertenencia, se le olvida que salió del barrio».

En múltiples dimensiones
«Democracia y capitalismo son incompatibles», sostiene Cappa, en un posicionamiento que, entre otros efectos, explica con claridad por qué el periodista español Quique Peinado lo incluyó en un libro titulado Futbolistas de izquierdas. O por qué, cuando en estos días el periodista Eduardo Caimi lo consultó sobre con quiénes se sentaría en una mesa imaginaria de amigos, invitó al Che Guevara, a San Martín y a Bolívar. Previsiblemente, su concepción le suscita debates por todos lados. No los rehuye. Al revés: «Hay que discutir al capitalismo, a la democracia, a lo que el capitalismo hace con el fútbol. Hay que discutir todo, siempre con todo el respeto, aceptando que es nuestra mirada pero escuchando. Hay que discutir al peronismo, al socialismo, al comunismo. ¿Por qué no discutir si se lo hace sin agresiones?». Y, para ejemplificar esa voluntad deliberativa, descarga: «Todos los días escuchamos eso de “la libertad de uno termina donde empieza la del otro”. Y yo creo que no es así, que es distinto, que la libertad de uno comienza con la del otro».
Una certeza: Cappa convoca a deliberar y a edificar el fútbol desde una comprensión diferente a la que va venciendo.
Fútbol y política. Conversaciones desde la izquierda articula múltiples dimensiones, entre ellas las percepciones del juego con la formación teórica de Cappa en sus días de estudiante de filosofía y de psicopedagogía en la Argentina. De esos días, como una bandera, persisten enormes ejes y el hallazgo de la cosmovisión del pedagogo brasileño Paulo Freire. «Hay que educar para la libertad» sacude Freire y reivindica Cappa. Freire, además, enseña esto: «El mundo no es, el mundo está siendo».
–Ángel, ¿por qué escribir libros?
–A veces no sé por qué escribo libros, pero creo que es un modo de dar pelea. Nos dicen que las cosas son así: ¿por qué no pueden ser de otro modo?
Lo dice, de nuevo, desde la izquierda. Lo dice y lo vuelve a decir a fondo.

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