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Corazón gigante

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Luego de reponerse de un serio problema de salud, el santafesino de 23 años logró apuntalar su carrera en la Liga Nacional y acaba de convertirse en el décimo argentino de la historia en arribar a la NBA. Las perspectivas en Dallas Mavericks, su nuevo equipo.

Presencia. Brussino forma parte del seleccionado nacional que disputa los juegos de Río 2016. (Schemidt/AFP/Dachary)

 

Tenía 19 años cuando le detectaron una enfermedad en el corazón. Nicolás Brussino estaba por empezar su primera temporada en la Liga Nacional de Básquet en Regatas Corrientes, corría julio de 2012 y el equipo sensación de la Argentina en aquel momento lo mandó a que le realizaran los estudios médicos de rigor antes de ficharlo. Pero de improvisto, algo pasó: «Me hicieron una ergometría y saltó que tenía una arritmia. Me dijeron que tenía que operarme del corazón. Me asusté bastante porque estaba la posibilidad de tener que dejar de jugar».
El miedo, de repente, se apoderó de él. Era un chico, apenas estaba empezando y parecía que se le apagaba la carrera. Pero no: no bien le detectaron esa enfermedad, lo internaron en el Instituto Cardiológico de Corrientes para ponerle un catéter. Y pareció una solución mágica: siete días después, ya estaba entrenándose de nuevo.
Hoy, con el corazón intacto, ese episodio es uno más en la vida de Brussino, este jugador de 23 años que a mediados de julio se transformó en el décimo argentino en llegar a la NBA: jugará en Dallas Mavericks, la franquicia texana que le hizo un contrato de tres temporadas y que apuesta, como él mismo reconoce, a su desarrollo.
Nicolás nació el 2 de marzo de 1993 en Cañada de Gómez, una mítica ciudad del básquet nacional. Se formó en la Asociación Deportiva Everton-Olimpia, pero nunca llegó a jugar en la primera local. Su carrera profesional comenzó en aquel 2012 de resurrección, y de ahí en más, todo fue crecimiento: con Regatas, ese mismo año fue campeón de la Liga Sudamericana, el Súper 8 y la Liga Nacional; allí jugó hasta fines de 2015, cuando pasó a Peñarol de Mar del Plata. Y ahora, la NBA: de un club local a la máxima competición, un privilegio que solo había conseguido Rubén Wolkowyski cuando en el 2000 saltó de Estudiantes de Olavarría a los Seattle Supersonics.
Brussino completará la decena argentina en la mejor liga tras lo conseguido por el propio Wolkowyski, Pepe Sánchez, Emanuel Ginóbili, Andrés Nocioni, Carlos Delfino, Fabricio Oberto, Walter Herrmann, Luis Scola y Pablo Prigioni. Y gracias a la reciente confirmación de que Manu continuará un año más en San Antonio Spurs, de que Scola jugará en Brooklyn Nets y de que Prigioni lo hará en Houston Rockets, la Argentina volverá a tener cuatro jugadores en simultáneo.

 

Otra vida
¿Pero qué posibilidades reales tiene de mostrarse? Eso dependerá de él: después de haberlo seguido durante toda la última temporada con enviados especiales, los Mavericks le realizaron un contrato por tres años y 2.498.982 dólares. Durante la temporada 2016/17, Brussino –que jugará con la 9 en honor a su hermano Juan, también profesional– cobrará 543.471 dólares, diez veces más que lo que ganaba en Peñarol. Luego del primer año, el equipo tendrá la opción de decidir si sigue. Con 2,03 metros, su posición es la de escolta –como Ginóbili, por ejemplo–, aunque para ganarse un lugar en la élite, deberá aumentar su masa muscular, subir algunos kilos y sumar experiencia, posiblemente, en la D-League, un torneo de desarrollo en el que Dallas tiene una filial.
Además tendrá que adaptarse a su nueva vida: Brussino no habla inglés, por lo que durante los primeros meses –se sumará al equipo en setiembre, luego de jugar los Juegos Olímpicos con la selección–, un profesor lo acompañará a todos lados para ayudarlo a dominar el nuevo idioma. Lo mismo que su padre y su madre, quienes alternarán entre Santa Fe y Texas para apoyarlo en la transición. Aunque eso no será problema: Nico, que creció admirando a los Chicago Bulls de Michael Jordan, ya sabe de obstáculos.

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