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El predominio español se reafirmó tras la consagración de David Ferrer. La actuación de los argentinos y las claves para que el torneo no carezca de atractivos en próximas ediciones.

 

Ganador. Ferrer, el mejor clasificado, fue ovacionado por su juego en el Lawn Tennis. (Télam)

Instalado en el calendario del circuito ATP, Buenos Aires albergó un torneo importante que viene manteniéndose desde hace años. La Copa Claro, disputada sobre el polvo de ladrillo del Buenos Aires Lawn Tennis Club, bajó la persiana de su edición 2013 y a la hora de sacar cuentas y analizar el tenis observado, en el balance hay buenas y malas.
Disputado ininterrumpidamente desde 2001, el Torneo de Buenos Aires reparte casi medio millón de dólares en premios, de los cuales cerca de 84.000 se lleva el campeón. Se lo considera en la categoría ATP World Tour 250, quinta en la escala de importancia del circuito en función del dinero y los puntos que otorga. Por eso cada año el desafío es tentar a la mayor cantidad de estrellas posibles. Así como en su momento compitieron Gustavo Kuerten, Juan Martín del Potro, Gastón Gaudio, Guillermo Coria, Carlos Moyá y otros destacados tenistas españoles, en 2013 le tocó a David Ferrer cargar con la responsabilidad de ser el mejor rankeado.
Al valenciano no le tembló el pulso para superar a todos sus rivales –Nalbandian, Robredo y Wawrinka entre ellos– y consagrarse como el mejor de la competencia por segundo año consecutivo. Él y Nicolás Almagro (11º y campeón 2011) encabezaron la representación española de un torneo que les sienta cómodo: las últimas cinco ediciones consagraron campeones a representantes ibéricos. El último antecedente de un argentino alzando la copa en Buenos Aires fue David Nalbandian, en 2008.
Esa supremacía española se explica lógicamente desde sus virtudes técnicas, pero también desde la negativa de los principales tenistas nacionales de intentar una victoria en casa: Juan Martín del Porto (7º) y Juan Mónaco (14º), los dos mejores nacionales, brillaron por su ausencia por decisiones personales y eso repercutió en la asistencia de público y el interés generalizado por el evento.
Sin Delpo y Pico, la legión criolla estuvo encabezada por Horacio Zeballos (41º), héroe en la última serie de Copa Davis pero que perdió en segunda ronda ante el alemán Reister y descabezó la ilusión de mantener una estadística interesante para el tenis local: hasta esta edición, siempre al menos dos jugadores alcanzaron los cuartos de final.
Con la ausencia de Delpo y Pico, la atención se centró en una camada de jugadores cuyos apellidos empiezan a conocerse en este tipo de competencias. Federico Delbonis fue el único que pudo acceder a cuartos, luego de vencer al experimentado Albert Montañes pero, como era de esperar para un joven que todavía no está entre los mejores 100 del mundo, fue eliminado por el talento de Nicolás Almagro, segundo preclasificado. El mismo español dejó en el camino a Guido Pella en primera ronda, quien sí pudo superar la barrera de los 100 en el ranking y el ambiente lo señala como promesa.
También dejó una buena impresión Diego Schwartzman, 157º del ranking. Es que eliminó en primera ronda al brasileño Thomaz Bellucci, 35º del mundo y noveno preclasificado; y no siguió avanzando porque en la siguiente instancia se encontró con el español Tommy Robredo, campeón 2009. Agustín Velotti poco pudo hacer en primera ronda ante Ferrer, quien en la siguiente instancia superó a Nalbandian. Marco Trungelliti (190º) y Leonardo Mayer (77º) fueron los otros nacionales que llegaron a segunda ronda, mientras que Carlos Berlocq (75º), Facundo Argüello (197º) y Martín Alund (91º) sólo sumaron un partido de experiencia.
«Empieza una renovación, y lo que pasó en el torneo es positivo porque los chicos demostraron que están preparados para jugar en un cuadro grande», destacó Martín Jaite, capitán de la Copa Davis y al mismo tiempo director de la Copa Claro. Pero más allá de ese premio consuelo, los organizadores saben que la clave de los números y el salto de calidad del Abierto de Buenos Aires tiene relación directa con el nivel de sus tenistas y la expectativa que estos generan. Del Potro cumple con ambos requisitos, y por eso es la gran cuenta pendiente de cara a 2014.

Tom Wichter

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