Las historias de Mara Gómez y Marcos Rojo, jugadores trans que buscan consolidarse en equipos femeninos y masculinos, lograron visibilizar las demandas por mayor inclusión. Bullying, homofobia y otras formas de violencia en una lucha que trasciende al deporte.
12 de marzo de 2020
Figura. Gol de Mara con la camiseta del club Las Malvinas, en la Liga Amateur Platense. Allí convirtió 16 tantos y conquistó dos campeonatos. (Manu Schulze)
Mara Gómez y Marcos Rojo serán, más temprano que tarde, nombres propios de un cambio en el fútbol. En un futuro cercano, Mara Gómez simplemente será la primera jugadora trans en integrar un equipo femenino. Y Marcos Rojo, el primer futbolista trans en un equipo masculino. En la Argentina hay más de 9.000 personas trans con DNI. Sufren violencia, discriminación, falta de acceso a la salud. Y en el deporte, la exclusión, los prejuicios y el bullying de acuerdo con su identidad de género autopercibida.
Mara Gómez y Marcos Rojo, además, son parte de una comunidad con una expectativa de vida que no supera los 40 años. Rojo juega en Unión del Suburbio de la Liga de Gualeguaychú, en Entre Ríos. Aunque ya entrena con el plantel, la inclusión de Mara Gómez en Villa San Carlos, que juega en la Primera División femenina, aún está a la espera de una decisión de la FIFA. Sucede que hay un debate: ¿es justo que alguien que nació hombre juegue contra mujeres? ¿Es justo que alguien que legalmente es mujer no pueda jugar un torneo femenino? ¿Todo se reduce a una cuestión genital o, en cambio, se trata de derechos?
A los 22 años, Mara Gómez juega de delantera y, antes de sumarse a Villa San Carlos, logró coronarse bicampeona con el club Las Malvinas en la Liga Amateur Platense. En la última temporada, anotó 16 goles y fue la goleadora del campeonato. Sin embargo, todo resultó cuesta arriba desde que comenzó a jugar a los 15 años. Miedo y maltrato. Bronca. Alguna vez, en un partido en el que convirtió un gol en contra, también los rivales se quejaron porque era «varón». Volvió a su casa de La Plata llorando y abandonó las canchas por un tiempo. Hasta que a los 18 eligió su nombre y obtuvo el DNI con su identidad. Y ahí se dijo a sí misma: «El fútbol me salvó la vida, literalmente, me ayudó un montón y además me gusta. Voy a ver si tengo la oportunidad en un club». La consiguió. Y llegó hasta Villa San Carlos, en el fútbol femenino semiprofesional. Claro que persisten obstáculos, mientras persevera. Por caso, Mara estudia enfermería y debe realizar changas para llevar dinero a su casa. Ahora espera la resolución de la FIFA antes de fin de marzo, ya que se abre el mercado de pases.
El fútbol, es cierto, tarda a veces en acoplarse a los cambios sociales. Desde 2012, en Argentina, la Ley Nacional Nº 26.749 establece el derecho a la identidad de género. Lo sabe Marcos Rojo, que eligió en 2018 el mismo nombre que el defensor de Estudiantes de La Plata. Tiene 20 años, juega de delantero y se sumó este año a Unión del Suburbio, de Gualeguaychú. A los 15 años había empezado a jugar con un equipo de mujeres. Pero a los 17 le contó a su familia quién era y qué quería: jugar al fútbol con varones. «Eso fue complicado –le contó Rojo a la periodista Ayelén Pujol–. La mayoría de los jugadores no entendía. Tampoco querían entender. “El fútbol está hecho para hombres”, me decían. No aguanté ni un mes». En el club Juvenil del Norte sufrió discriminación y bullying: transfobia, como Mara Gómez. Y estuvo un año sin jugar, hasta que, con la ayuda de la organización Juguemos por la Equidad de Género y el área de Diversidad de la Municipalidad de Gualeguaychú, llegó a Unión del Suburbio. Ahora se entrena con la reserva. Y espera otra oportunidad: debutar en Primera.
Otro juego
Los casos pioneros de Mara Gómez en el fútbol femenino y de Marcos Rojo en el masculino expusieron un debate entre diferentes actores de la pelota. El exfutbolista, médico y periodista Juan Manuel Herbella adujo, en el caso de Gómez, el argumento de la ventaja física. Herbella concluyó que el derecho de las deportistas transgénero vulnera el derecho de la mujer en el deporte. A mayor nivel de testosterona, explicó en su columna en el diario Perfil, hay mayor potencia muscular. Mara Gómez, dijo, no debería competir. La delantera, de igual modo, tiene todos los estudios que comprueban que sus niveles de testosterona están dentro de los límites reglamentarios para competir en el femenino. En el marco del Día Internacional de la Lucha Frente a la Homofobia en el Deporte, celebrado el 19 de febrero, Mónica Santino, entrenadora del equipo femenino La nuestra de la Villa 31, expuso en la mesa Género y Diversidad Sexual: Deporte para Todes, en una charla realizada en el Centro Cultural de la Cooperación. «El deporte –dijo Santino–ha sido construido sobre una base binaria, desde una mirada de varones donde siempre se revalorizaron los conceptos de fuerza, entrega, superioridad. Y el sufrimiento para las personas trans es máximo. El fútbol no es solo lo que pasa en la cancha. Es derecho al ocio. Los varones juegan naturalmente porque tienen ese derecho. Para otros es poder ver la vida de otra manera».
Ni Mara Gómez ni Marcos Rojo son los únicos futbolistas trans en la Argentina. Que contaran sus historias sirvió para que otras y otros se animaran. A mitad de febrero, Gabriela Montenegro contó la suya en Tucumán. Futbolista trans, juega en ligas femeninas de la provincia con el club 25 de Mayo. «No me siento una persona especial –dice–. A las chicas trans les diría que lo hagan, que jueguen. Siempre escuché insultos como “saquen al chico”. Estamos en 2020 y tendrían que respetar que si una persona se siente como es, es porque quiere ser como es».
La problemática de las y los futbolistas trans excede a la pelota y al deporte. La Casa de la Diversidad Trans Villera, en Retiro, tiene un equipo de fútbol como espacio de contención y asistencia. Según el Observatorio de Crímenes de Odio LGBT, 19 mujeres trans perdieron su vida por homicidio o abandono del Estado en el primer semestre de 2019. Las historias de Mara y Marcos son de fútbol. Pero, sobre todo, se trata de incluir, aceptar y ampliar derechos en el deporte y más allá de él también.