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A los 36 años, el emblema xeneize le puso fin a una carrera de casi dos décadas, en la que sobresalió por su talento y conducción ganadora en un puesto en vías de extinción. Legado y futuro.

 

Idilio. En Boca, Riquelme disputó 388 partidos y ganó 11 títulos, entre ellos 3 copas Libertadores y una Copa Intercontinental. (Télam)

Arranco una nueva vida y lo que elija no me dará las alegrías que me dio el fútbol». Simple y concisa fue la frase con la que Juan Román Riquelme anunció su despedida del fútbol. Tras 18 años de carrera, y luego de haber colaborado en el regreso a la máxima categoría de Argentinos Juniors, club con el que dio sus primeros pasos, El diez decidió dejar la actividad, ya sin objetivos a la vista y con la certeza de haber conseguido casi todo lo que se propuso.

Se retira un jugador que marcó una época, el sucesor de Ricardo Bochini en un puesto que está en vías de extinción como lo es el de enganche. Riquelme, decididamente, fue el jugador más influyente del fútbol argentino en las últimas dos décadas. Fue parte del mejor equipo de la historia de Boca y punto de referencia para cada joven que creció viéndolo jugar.
Román, como le dicen con cariño los hinchas boquenses, no solo fue profeta en su tierra. Jugando en Europa, el jugador nacido en la localidad de Tigre (Provincia de Buenos Aires) sembró con su exquisito estilo una semilla que se vio reflejada en los saludos de despedida que llegaron de todas partes del mundo. Ronaldinho, Zinedine Zidane, Diego Forlán y hasta la mismísima FIFA se pronunciaron con palabras de elogio hacia El diez. Incluso Eden Hazard, el belga de 24 años figura del Chelsea inglés, y quien está llamado a ser uno de los mejores jugadores del mundo en los próximos años, se mostró triste por su retiro:«Juan Román Riquelme, gracias por todo», escribió en su cuenta de la red social Twitter.
Tan fuerte es el legado de Riquelme que sobrepasó los límites del fútbol y es reconocido por personajes de otros deportes, como Agustín Pichot, leyenda de Los Pumas, o Sergio Hernández, entrenador de la selección argentina de básquet, quien resumió en pocas palabras lo que significó Román: «Talentoso, creativo, brillante, ganador. Juan Román Riquelme, ¡se te va a extrañar! Ejemplo de que el deporte tuvo su origen en el juego».
Riquelme era eso. Ante todo, él jugaba a la pelota. No le importaba el marco, ni la instancia, ni el público, ni los rivales. Jamás necesitó de la velocidad física. Le alcanzaba con la rapidez mental, y en eso sacaba varios cuerpos de distancia. Estretegia, buena ubicación, una precisión quirúrgica en su pie derecho y una inteligencia superior lo pusieron por encima del resto. En su época, quizás el único jugador de características similares fue Zinedine Zidane, multicampeón con Real Madrid y ganador de la Copa del Mundo con Francia. Por eso la admiración mutua. En su último partido en Real Madrid, el francés cambió su camiseta con… Riquelme, que en ese momento jugaba en el Villarreal español.
Román deja el fútbol y atrás quedan los 6 títulos locales en Boca, las 3 copas Libertadores y la Intercontinental, ganada nada menos que ante el poderoso Real Madrid. También los 3 títulos con la Selección, entre ellos un Mundial Sub 20 y la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Beijing, en 2008. Pero Román no solo contribuyó a la historia de Boca y del fútbol argentino. En su paso por España, más allá de que no tuvo el éxito esperado en Barcelona, causó una revolución en un equipo totalmente postergado como el Villarreal. Con el Submarino Amarillo –como llaman a ese cuadro español– se les plantó a los grandes, no solo de la liga ibérica, sino también de Europa. Prueba de ello fue la semifinal de la Champions League de 2006, cuando el Villarreal estuvo a un penal –fallado por el propio Riquelme– de disputar la final (fue eliminado por el Arsenal inglés).
Tras su paso por España, Riquelme volvió a Boca, donde ganó su tercera Copa Libertadores y otros 3 títulos más antes de irse enfrentado con la actual dirigencia para cerrar su carrera en Argentinos Juniors, club en el que hizo las inferiores y al que devolvió a Primera, pero con el que apenas jugó 6 meses: «Saldé mi deuda con Argentinos, pero no puedo enfrentar a Boca», dijo, explicando por qué no iba a seguir en el Bicho de La Paternal. Luego de varios rumores que lo ubicaban de vuelta en el Xeneize, o hasta en Brasil y Paraguay, anunció su retiro definitivo.

 

Ilusión presidencial
¿Qué desafío puede tener Riquelme tras su retiro? «No me veo como DT», sostuvo en la entrevista concedida a la cadena deportiva ESPN donde anunció su alejamiento del fútbol. ¿Entonces? «Quizá me anime a ser presidente del club. Un presidente tiene que hacer las cosas bien. Yo amo al club. Si tengo la suerte de aprender y me siento preparado, lo voy a hacer».
Declaraciones al margen, lo cierto es que Riquelme seguramente seguirá ligado al fútbol, de una u otra manera. Si tuviera una buena relación con la actual dirigencia de Boca, a nadie habría sorprendido que se sumara al departamento de fútbol, ya sea como asesor en busca de refuerzos o ayudando a los jóvenes de las inferiores. Pero en la coyuntura actual, con Daniel Angelici en la presidencia y Mauricio Macri moviendo los hilos, esa alternativa ni siquiera se presenta.
Por lo pronto, Román ya no pateará más la pelota profesionalmente. Seguramente seguirá jugando con sus amigos en Don Torcuato o con su hijo Agustín. Su retiro dejará un vacío difícil de llenar, en Boca y en el fútbol argentino, porque jugadores así no aparecen todos los días. Ni todos los años. Ni todas las décadas.

Germán Esmerado

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