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Carlos Tevez, jugador que reivindica su origen humilde y popular, iniciará su segunda etapa en el club. El trasfondo político del regreso de un símbolo xeneize.

 

Apache. A fuerza de goles y sacrificio, el delantero dejó una huella en los hinchas. (Dyn)

Hace un año, mientras descansaba después de haber logrado el primer scudetto con la Juventus y todavía se lamentaba por no estar en el Mundial de Brasil con la Selección argentina, Carlos Tevez se juró regresar a Boca cuanto antes. Desde entonces comenzó un trabajo escalonado para construir ese puente de plata; un trabajo que tomó velocidad, sobre todo, en diciembre de 2014. Se lo dijo a Adrián Ruocco, su representante, lo habló con su familia y transmitió esos deseos no solo al oficialismo sino también a otros sectores internos del club. Tevez, que mantiene buenas relaciones con Mauricio Macri y Daniel Scioli, buscaba que su vuelta no quedara enredada con esos asuntos. Pero su repatriación también fue parte de una decisión política, sobre todo cuando equivalía a juntar varios millones de dólares.
Los deseos de Tevez se juntaron con las necesidades del presidente de Boca, Daniel Angelici, que arrastra el desgaste de una gestión gris, sin logros futbolísticos en tres años, con la interna barrabrava –y sus vínculos dirigenciales– siempre latente y con el desastre del gas pimienta en el último superclásico casi como un golpe de nocaut. Angelici, operador de Macri incluso en el sensible Poder Judicial, quiso ser influyente en la AFA pero quedó desdibujado y renunció el mes pasado a la vicepresidencia del organismo bajo el argumento de que no se habían concretado los cambios acordados. Hasta entonces –antes de que estallara la investigación del FBI por corrupción– Angelici aspiraba a un desembarco en la Conmebol. Lo seducía el cargo de José Luis Meiszer como secretario general, pero esa ambición quedó trunca por la acción de Adrián Napolitano, el Panadero, la noche del escándalo.
Sin Copa Libertadores, las expectativas de Angelici para conseguir en diciembre su reelección en Boca se hacían papel picado, aun cuando todavía no hubiera un bloque opositor homogéneo más allá de las candidaturas de Jorge Amor Ameal (el mismo que perdió con Angelici en 2011), Víctor Santa María, José Beraldi y Claudio Giardino. Pero Macri necesita sostener el territorio boquense. El empresario, precandidato a presidente por la alianza Cambiemos (PRO, UCR y Coalición Cívica), dejará este año la jefatura de Gobierno porteña. Si no se impone en las elecciones quedará en el llano y Boca le permite mantener un rincón de poder que excede la Ciudad. «Tenés que dar batalla», escuchó Angelici de su jefe político. Para eso necesitaba un golpe de efecto que lo relanzara. Para eso requería a Tevez.

Mito azul y oro
Carlitos es parte del relato de la mitología xeineze, su historia alimenta una mística: el pibe que sale bien de abajo, de la pobreza, de una barriada popular y triunfa con la pelota. Como Diego Maradona, como tantos. Tevez nació en Ciudadela, en el conjunto de monoblocks que sus habitantes llamaron barrio Padre Mujica –en homenaje al cura villero asesinado por la Triple A–, que la dictadura renombró como Ejército de los Andes y que los medios bautizaron como Fuerte Apache. Así se lo conoce. Y a eso le debe Tevez su apodo, el Apache. A los 10 meses cayó agua hirviendo en su cuerpo. Sufrió quemaduras de tercer grado. Tevez nunca se sacó las cicatrices, ni siquiera cuando comenzó a vestirse con el glamour de la moda europea.
La historia de Carlitos es también la historia de los Carlitos que nunca llegaron. Como Roberto Cabañas, el Guacho Cabañas, también categoría 84 como Tevez, con el que jugó al baby en All Boys, Santa Clara y Villa Real. Los dos vivían en el Nudo 1 del barrio. Pero en 2001, el año en que Tevez debutó en la Primera de Boca, el Guacho Cabañas se escapaba de la policía y, antes de que lo atraparan, eligió pegarse un tiro. «Desde ese día –contó Nahuel Gallota en la revista Un Caño– cada vez que Carlos Tevez festeja un gol, señala el cielo en memoria del que fue uno de sus mejores amigos. Cabañas era, además, un pedazo de jugador. En el barrio nadie discute que pintaba mejor que el Apache».
El recorrido humilde de Tevez –su propia humildad, incluso, cuando le toca hablar con la prensa– lo identificó como un jugador popular –el Jugador del pueblo–, sobre todo con los hinchas de Boca. Jamás renegó de esos orígenes. «En ningún otro lado existe tanta humanidad como en una villa», reivindicó ante la revista La garganta poderosa para la que se fotografió con un pañuelo de las Madres. «De no ser por el fútbol estaría muerto o en cana», dijo. Como el Guacho Cabañas. Pero Tevez, desde ahí abajo, llegó. Y ahora regresa a Boca, que nunca lo olvidó.
Tevez vuelve en un momento brillante de su carrera, que además coincide con su retorno a la Selección argentina. Regresa a Boca –donde ganó un torneo local, una Copa Libertadores, una Intercontinental y una Sudamericana– 11 años después de su partida. En el medio acumuló 14 títulos entre Corinthians, Manchester United, Manchester City y, su último paso, la Juventus. Solo no fue campeón con el West Ham –jugó en la temporada 2006/2007, igual que Javier Mascherano, con denuncias y procesos judiciales abiertos por la intervención del empresario iraní Kia Joorabchian– pero ayudó a conseguir la permanencia en la Premier League. Difícil encontrar otro antecedente, aunque el más cercano sea el de Juan Román Riquelme en 2007. «Boca no puso un solo euro por el pase de Tevez», tuvo que aclarar Angelici sobre los supuestos 5 millones de euros. En algunas entrevistas le recordaron que su nombre se hizo conocido cuando como tesorero se había negado a firmarle –y renunció cuando se hizo– una renovación a Riquelme porque sostenía que eso era poner en peligro las cuentas del club. Semejante cambio de actitud merecía una explicación. «Soy muy consciente de las finanzas. No hago locuras», dijo Angelici y contó que por Tevez se le dará a la Juventus la opción de compra de algunos juveniles, además del 50% del pase de Guido Vadalá. Boca tendrá que hacerse cargo del contrato del Apache, el cual, según trascendió, ronda los 5 millones de dólares anuales, una cifra inalcanzable para cualquier club de la Argentina. Los hinchas de Boca –y los que no son hinchas– lo van a disfrutar. El tiempo dirá si el lujo de tener al ídolo en casa se paga demasiado caro.

Alejandro Wall

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