Con Marcelo Méndez, técnico de exitosa carrera que asumirá luego del Mundial de septiembre, el seleccionado buscará defender los progresos exhibidos bajo la conducción de Julio Velasco. Tokio 2020, primer desafío de un proyecto a largo plazo.
25 de julio de 2018
Activo. El argentino celebra el triunfo de Sada Cruzeiro, en una de las finales de la superliga. (Fotos Prensa FEVA)
Después de haber desarrollado una exitosa carrera en el exterior, le llegó la hora: Marcelo Méndez, experimentado entrenador de 54 años, conducirá a la selección argentina de vóley desde octubre próximo hasta 2024. Su designación, impulsada por la Federación de Voleibol Argentina (FEVA), ocurre en medio del proceso rumbo a los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, lo que abre otra etapa en el equipo nacional. Entre otras cosas, porque la copa del mundo, en septiembre, marcará el final del proyecto inaugurado por el técnico Julio Velasco, símbolo de la disciplina, en 2014.
Claro que Méndez cuenta con credenciales suficientes para el más importante reto de su trayectoria que conviene repasar. No casualmente es el técnico más ganador a nivel clubes. Nacido en Buenos Aires, su paso más destacado en el vóley local fue como entrenador de River Plate, al que sacó campeón de la Liga Argentina en la temporada 1998/99. En el cuadro millonario permaneció hasta 2004, cuando tuvo que irse de la Argentina por la crisis económica. Ese mismo año, aceptó dirigir a Son Amar Palma de Mallorca, en España. El éxito fue contundente: obtuvo una Copa del Rey, seguida de tres títulos de la Liga Española y un quinto puesto en la Champions League de vóley, hasta hoy el mejor resultado de un club ibérico en este torneo.
La acumulación de logros en Mallorca lo llevó a conducir a la selección española, con buenos resultados, en lo que fue su último paso por Europa. Sin embargo, el regreso a Sudamérica para dirigir nuevamente a un club no significó un paso atrás. Al contrario. En Brasil, país cuyo segundo deporte más popular es el vóley, revolucionó la liga local dirigiendo al Sada Cruzeiro. Los números dan cuenta de ello: desde su arribo en 2009, la institución conquistó 31 títulos sobre un total de 35 finales disputadas, incluidos tres Mundiales de Clubes. Este año siguieron los triunfos, aunque ahora, además de dirigir al Cruzeiro, deberá pensar en otros desafíos. «Esperé toda mi vida esto. Fue un largo camino hasta sumar los méritos para tener esta oportunidad y ahora siento la gran responsabilidad de mantener a la Argentina siempre en lo más alto del vóley mundial», declaró Méndez en sus primeras palabras tras ser oficializado.
Herencia e impronta
Cuando Julio Velasco asumió en el cargo, la idea de la dirigencia era que se quedara durante dos ciclos olímpicos. No obstante, en mayo, el DT presentó su renuncia. Sin que hubiera motivos deportivos o de otra índole involucrados, el técnico fundamentó su decisión en problemas personales que lo obligan a estar cerca de su familia, radicada en Italia desde hace décadas. Así fue que aceptó la oferta para dirigir al Módena, equipo de primera división.
La conducción de Velasco deja un fuerte legado. Por un lado, en cuanto a los resultados obtuvo un diploma olímpico en Río 2016 (el equipo nacional perdió con Brasil), la medalla de oro en los Juegos Panamericano de Toronto 2015 y un primer puesto sudamericano, en 2014, entre otros triunfos. Por otro, logró destacar la importancia de potenciar las estructuras. De este modo, Méndez tendrá que hacerse cargo a partir de octubre, cuando finalice el mundial de Italia-Bulgaria que se realizará entre el 9 y el 30 de septiembre, de la titánica tarea de suplir a un maestro de la profesión.
Su primera prueba será llevar el equipo nacional a Tokio 2020, ya que aún no está clasificado. Para conseguirlo tendrá que imponerse en los torneos preolímpicos que se jugarán en 2019 en un formato que la Federación Internacional de Vóleibol aún no confirmó, aunque se presume más difícil que antes. «No siento presión por reemplazar a Velasco», ha admitido Méndez, quien en julio se reunió con el DT saliente y le comunicó su intención de viajar al Mundial de Italia-Bulgaria para seguir de cerca al seleccionado. «Hay que ilusionarse, pero también estar con los pies sobre la tierra. Tenemos que saber quiénes somos para saber adónde vamos a ir. Quiero un equipo con identidad propia, que se base en el juego colectivo», sostuvo. Experiencia y conocimientos para lograrlo, está claro, no le faltan.