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En pocas manos

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Desde el gobierno nacional se impulsa el desembarco de las sociedades anónimas en la administración de los clubes. Antecedentes de una iniciativa que genera resistencias y pone en riesgo el funcionamiento social de las instituciones.

 

De los socios. Chicos juegan al fútbol en las instalaciones del Club Lanús, una de las entidades donde se practican múltiples disciplinas deportivas. (Jorge Aloy)

Perdimos, Mauricio», le dijo Julio Grondona, el 20 de julio de 1999, a Mauricio Macri. Recién terminaba la reunión del comité ejecutivo de la afa en Ezeiza y el presidente de Boca había intentado avanzar entre sus colegas con el plan privatizador. Grondona lo convenció de que se sometiera a votación: le aseguró que lo apoyaría. Fernando Miele, presidente de San Lorenzo, también dijo que lo iba a acompañar. Pero todo terminó 38 a 1. Macri quedó solo. «Perdimos», le dijo Grondona, que subterráneamente había boicoteado el proyecto. Pero el empresario nunca abandonó su idea de importar el modelo español, las sociedades anónimas deportivas. Y 17 años después, como presidente de la Nación, volvió a la carga.
«En un mundo en el que todos apuntamos cada vez más a elegir en libertad, que los socios de cada club lo elijan, ¿por qué se lo van a prohibir?», dijo Macri durante una entrevista con la agencia estadounidense Associated Press. Pero los movimientos para el desembarco de las sociedades anónimas no son solo mediáticos. En la superficie, Macri instala el tema aprovechándose de los desastres institucionales y económicos que afronta el fútbol argentino. Por abajo, sus operadores trabajan para ganar voluntades. La principal espada macrista es el presidente de Boca, Daniel Angelici, que es mucho más que el hombre en la afa del gobierno nacional: sus tejidos van de Comodoro Py a Viamonte 1366 y, de ahí, a Figueroa Alcorta y Tagle, la confitería Rond Point, que el macrismo futbolero utiliza casi como oficina paralela.
Ahí también suele atender algunos asuntos el titular de Fútbol para Todos, Fernando Marín, otros de los auspiciantes del proyecto de Macri. Marín es fundamental en el armado: maneja la chequera de la televisión. Y además tiene antecedentes: a fines de 2000 se convirtió en el primer gerenciador de Racing, una experiencia que aunque tuvo un éxito futbolístico (la Academia fue campeón después de 35 años) terminó en naufragio y hasta con las mismas maniobras (acumulación de deudas, pases sospechados y evasión impositiva) que se le adjudican a los dirigentes tradicionales. Fernando De Tomaso –vicepresidente de Marín mientras éste era el titular de Blanquiceleste y luego su sucesor en el cargo– fue condenado por administración fraudulenta.

Obstáculos
«Acá quieren crear la distorsión de que el rico es más honesto que el pobre», dice Juan Torres, exvicepresidente de Independiente, presidente de la agrupación Lista Roja. Torres fue uno de los oradores en la reunión de comité ejecutivo de afa que aplastó las ansias privatistas de Macri aquella mañana en Ezeiza. «Si los clubes dejan de estar en manos de los socios, se pierde la democracia. Y a los privados lo único que les interesa es el fútbol, que es el negocio. La escuela, lo social, los deportes amateurs, en general deficitarios, desaparecen. Esto no significa que no haya mucho por modificar, pero democracia y eficiencia no son incompatibles», sostiene el dirigente, que además es miembro del Foro Social del Deporte.
El obstáculo para Macri es el estatuto de la afa, que no contempla las sociedades anónimas. Ya no está Grondona y el calendario titila con luz roja en una fecha para que el entusiasmo privatizador tome vuelo: el jueves 30 de junio. Ese día se elegirá al nuevo presidente de la afa. Angelici opera para tener un hombre propio en el sexto piso de Viamonte. A su gente de confianza le descartó que él mismo pudiera presentarse. «Tengo mucho trabajo», argumentó el Tano. Según denunció la diputada Elisa Carrió, Macri lo necesita para un asunto más delicado: la Justicia federal. Angelici maneja, por ahora, dos cartas. Una es la del presidente de Belgrano, Armando Pérez, con el que se reúne periódicamente para hablar de afa. Pérez, dueño de tsu Cosméticos, encabezó quizá el único caso de gerencimiento en el fútbol argentino que no tuvo que desarmarse por la puerta de atrás. Cuando se terminó el contrato, el empresario fue revalidado en elecciones. Pérez, que adelantó su candidatura, es uno de los que apoya el sistema mixto, aunque en algunas declaraciones fue cauteloso: «Todavía no es momento de discutirlo». Víctor Blanco, el presidente de Racing, también apoya. Es otro candidato potable para Angelici, aunque Blanco todavía no se definió.
«En afa no va a pasar, aunque pongan al presidente», le dijo a Acción el dirigente de un club grande que prefirió mantener el anonimato. El massista Nicolás Russo, presidente de Lanús, también lanzó su candidatura a la presidencia de afa y es uno de los que se opone a las privatizaciones. Claudio Chiqui Tapia, presidente de Barracas Central y yerno de Hugo Moyano, pretende ser la avanzada del Ascenso. Así como apoyó a Segura en las elecciones fallidas, ahora quiere ser el candidato. Y también es opositor a las sociedades anónimas. Esa lista de resistencias se completa con un peso pesado: Marcelo Tinelli. Aunque todavía no tiene definido presentarse en junio, si se tomara el proyecto que difundió cuando fue candidato, el conductor se plantó contra las gestiones privadas. Se lo dijo personalmente a Macri durante una reunión que mantuvieron en Olivos. Y hasta la comisión directiva de San Lorenzo se posicionó en contra del proyecto.

Límites y orgullos
«Las sociedades anónimas crean desigualdad. En el mundo aparecen los jeques árabes comprando clubes y generando diferencias muy grandes por el poder económico que tienen. Pero, además, en Mandiyú fracasó, en Quilmes fracasó, en Argentinos fracasó y en Racing fracasó», sostiene Torres. «Cuando era presidente de Boca, Macri firmó un precontrato con la empresa isl para un gerencimiento, en paralelo a San Lorenzo. Se lo bajamos en la asamblea. Macri tenía mayoría, pero era tan aberrante el acuerdo que ni los suyos lo pudieron votar», recuerda Pablo Abbatangelo, presidente de la agrupación La Bombonera, histórico opositor en Boca al actual presidente de la Nación. «isl fue a la quiebra y desató el escándalo de coimas y corrupción en la fifa. Fue el gran antecedente de lo que pasó después. isl puso en riesgo al atp Tour y al fútbol mundial. ¿Qué habría pasado en Boca?», reflexiona Abbatangelo.
Además de sostener la apertura privada de los clubes, Macri plantea que los dirigentes deben avalar con su patrimonio la economía de los clubes, una medida que aplicó él mismo en Boca. «Eso solo sirve para limitar el acceso a quienes no tienen dinero, porque ni siquiera es garantía para un caso de dolo», explica Abbatangelo. «En Boca –continúa– tenías que juntar propiedades por 50 millones de dólares. Pero nosotros demostramos en la Justicia que hasta los avales que presentaba Macri eran truchos. Ni ellos lo podían cumplir. Por eso originalmente tenía que ser el 20% del patrimonio neto del club y hoy es solo del 5% y alcanza con hacerlo a través de un seguro de caución».
Durante el primer intento de Macri hubo una avanzada en el Congreso con un proyecto del entonces diputado menemista Raúl Granillo Ocampo. En sus épocas de legislador, también Daniel Scioli –rival de Macri en las últimas elecciones– empujó una ley de sociedades anónimas deportivas. Ninguna prosperó. «Con esa norma, para entrar, las sad tienen que poner un capital del 50% del promedio de gastos del fútbol de los últimos dos años. Se podrían quedar con el fútbol de Boca, River o Racing a cambio de migajas», dice Abbatangelo.
«Aún durante la dictadura militar –dice Torres– en los clubes se votaba». Para quienes defienden a las asociaciones civiles, que a los presidentes los elijan los socios es, además, un motivo de orgullo. Y una forma de organización inclusiva. Así como hay grupos de hinchas en Inglaterra que se nuclean contra el poder de jeques y magnates, también en la Argentina las experiencias privadas generaron rechazo. En Racing todavía se recuerda un cantito de tribuna: «Siga, siga, siga el baile, al compás del tamboril, porque Racing es mi vida, no la empresa de Marín».

Alejandro Wall

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