La arquera estadounidense, quien se nacionalizó argentina para jugar en el seleccionado, es becaria del Conicet por su investigación sobre el desarrollo del fútbol femenino en el país. Su mirada sobre los avances, debates y desafíos de la disciplina.
11 de septiembre de 2019
Activa. La futbolista, hoy en Sol de Mayo, de San Luis, durante su visita a Buenos Aires. (Horacio Paone)Nadie habría pensado hace unos años que el fútbol femenino local llegaría tan lejos. Basta mencionar dos logros de 2019 como la medalla de plata obtenida en los Juegos Panamericanos de Lima y el boom que se desató durante el mundial de Francia. A ello se suma la llegada del profesionalismo, que a partir de septiembre exige a los clubes de primera división formalizar al menos ocho contratos por plantel.
Tampoco Gabriela Garton, socióloga y una de las arqueras de la selección argentina, se imaginaba este presente cuando en 2013, recién llegada de Estados Unidos, se radicó en Argentina para investigar las profundas diferencias entre el fútbol femenino y masculino en nuestro país para su doctorado en ciencias sociales. «Los hombres en las carnicerías hablan de sus partidos», le contaron a «Gaby», con y griega como ella prefiere que la apoden, durante el mundial. «Se sentían representados: un poco por la desilusión de la selección masculina y otro poco por la idealización de que transpiramos la camiseta sin cobrar un mango», le dice a Acción la arquera de 29 años, quien nació en Minessota de madre argentina. Burton, en su arribo al país, se convirtió en becaria del CONICET gracias a una tesis que logró transformarse en libro: Guerreras. Fútbol, mujeres y poder.
Su condición de jugadora de fútbol le permitió investigar otra faceta, las diferencias entre los vestuarios de mujeres en Argentina y Estados Unidos. «Once abrazos y once besos», destaca Garton, era el mensaje que precedía al entrenamiento del seleccionado, un gesto que contrastaba con la frialdad de los equipos estadounidenses. Así fue que la nacionalización llegó casi por decantación, movilizada por el deseo de representar a la «Celeste y blanca». Claro que los comienzos no fueron sencillos. «No teníamos ni canchas para entrenar», señaló sobre sus inicios en River. Una situación que se repetía en muchos clubes. «Tenía curiosidad de ver por qué en un país tan futbolero, el fútbol de mujeres estaba tan atrasado», explica Garton.
Esa posibilidad de conocer la realidad desde adentro le permitió reflexionar sobre esa deficiencia y también por el incipiente desarrollo de este deporte, expresado en que cada vez hoy más mujeres se inclinan por la práctica del fútbol. «Lo hacen para juntarse con amigas pero también para participar de una pasión nacional. Hasta hace poco solo participaban como hinchas». De todas maneras, explica, existen antecedentes de mujeres futbolistas. «Hay registros fotográficos de esposas de militares jugando en los años 20. Pero pasaba desapercibido», sostiene, y agrega como ejemplo de esta discriminación que «la Liga de Fútbol Femenino de la AFA fue creada recién en 1991». «Compañeras de más de 30 años cuentan que cuando tenían 15 jugaban contra mujeres de más de 40. Eran torneos de pierna fuerte y por plata. Contra hombres y entre mujeres. Me contaron de infinidad de “cracks” que se perdieron. Porque luego del torneo a ninguna se le hubiese ocurrido meterse en un club», cuenta Gaby entusiasmada por las charlas con sus compañeras de selección que nutrieron su libro.
Otro escenario
El avance de la disciplina no está exento de debates y conflictos. La llegada del dinero trajo las primeras dudas y discusiones en la disciplina. El argumento de «no querer contaminar al fútbol femenino –dice Garton– era la excusa perfecta para no profesionalizar la actividad». Otro tema reciente también alteró las aguas. En la convocatoria a los juegos Panamericanos, reconocidas jugadoras como Belén Potassa y Estefanía Banini fueron excluidas por sus críticas al DT, Carlos Borrello, y a la AFA por la diferencia en el trato hacia la selección femenina. Gaby, quien tampoco fue convocada, aunque por estar lesionada, se manifiesta de acuerdo con muchos de los reclamos, pero explica que quizás haber ido al choque no sea la mejor forma de reclamar hoy. «Estamos acostumbradas a protestar. Pero hay que tener cuidado de que no se genere el efecto inverso», sostiene la arquera, en relación con la visibilización de las demandas de las futbolistas.
El nuevo escenario abre oportunidades para el fútbol femenino y jugadoras como Gabriela Garton, mujer de selección. Sin embargo, la actualidad económica del país siembra dudas sobre su futuro: por un lado, su actual club, Sol de Mayo, de San Luis, no le garantiza la firma de un contrato dado que no está en Primera División. Y, por otra parte, el desfinanciamiento del CONICET es otro obstáculo: «Estoy becada hasta el 2021, pero veo que tener continuidad resulta muy complejo por la situación del país».
A pesar de todo, tiene en mente seguir investigando dentro y fuera de la cancha. Con pasión y convencimiento, ese mismo que la lleva a afirmar que el fútbol femenino es atractivo para los espectadores al igual que el masculino. «El juego es el mismo. Mis compañeras aprendieron y se criaron jugando con los varones», sostiene. Lo otro, tener los mismos derechos que los hombres, es parte de la lucha que vienen emprendiendo junto a otras mujeres. La que las impulsa a jugar el partido en todas las canchas.