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Etapa crucial

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El rugby argentino afronta el desafío de fortalecer sus estructuras con miras a acortar distancias con las potencias, mientras continúa la discusión entre amateurismo y profesionalización.

 

En juego. Landajo, uno de los que renunció a la beca, es tacleado en un partido local. (ProFocus-Fernando Sanchez Checa)

La misión de la Unión Argentina de Rugby (UAR) es la difusión de este deporte en todas las regiones. Siendo el juego del rugby una actividad amateur practicada exclusivamente por aficionados, sólo la UAR podrá contar con equipos seleccionados rentados, excluyéndose de tal posibilidad a los equipos de las uniones afiliadas o invitadas, como a los de los clubes que las integran». La cita puede encontrarse en la página web de la UAR (www.uar.com.ar) y establece uno de los dilemas actuales del rugby vernáculo: ¿cómo conjugar amateurismo y profesionalización? ¿Cómo hacer para que las reglas y los estatutos que rigen los destinos de UAR y de las 25 uniones de rugby afiliadas no conspiren contra los esfuerzos que desde algunos años se vienen realizando para colocar a Los Pumas entre los mejores seleccionados del mundo?
La respuesta no es sencilla, dado que incluye cuestiones estatutarias, las realidades deportivas que se viven en las distintas regiones del país y una tradición que se remonta a las últimas décadas del siglo XIX, cuando las elites inglesas institucionalizaron los orígenes del juego en toda Gran Bretaña y llevaron la práctica del rugby a las colonias, incluyendo los actuales territorios de Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica, países que no casualmente se convirtieron en tres de las principales potencias rugbísticas de la historia. En Argentina la práctica del rugby se oficializó en 1899 con la fundación de «The River Plate Rugby Union» (hoy UAR), iniciando un período de 115 años de vida que aún mantiene en el nivel de equipos (y más allá de las remuneraciones «encubiertas» que pudieran existir) un viejo precepto del amateurismo inglés: la ausencia de compensación económica para los jugadores de los clubes nacionales, ya que el cobro de un salario, según los criterios heredados del período decimonónico, podría ser contrario a los «verdaderos intereses» deportivos.
En las últimas semanas se ha desatado un nuevo capítulo de esta saga de tensiones entre amateurismo y profesionalización, aunque lejos estuvo de provocar las rencillas y querellas de otros tiempos. Lo sucedido fue que 5 de los 18 jugadores que integraban el Plan de Alto Rendimiento (PlaDAR) implementado por la UAR renunciaron a sus contratos con el propósito de jugar el Torneo Nacional de Clubes y la Copa Buenos Aires, dado que sus respectivos equipos forman parte de la Unión de Rugby de Buenos Aires (URBA), entidad que no permite la participación de jugadores profesionales. Al respecto, tanto Carlos Araujo, flamante presidente de la UAR, como Luis Gradín, titular de la URBA, dejaron en claro que este tipo de situaciones son una consecuencia lógica del momento de transición que vive el rugby argentino, incorporado paulatinamente a las principales competencias del ámbito internacional. Desde el año 2012 Los Pumas participan junto con los All Blacks (Nueva Zelanda), los Wallabies (Australia) y los Springboks (Sudáfrica) del Rugby Championship, una competencia que supo llamarse Torneo de las Tres Naciones y reúne a las mejores selecciones del hemisferio sur. Y a partir de 2016, tal como fue adelantado por la SANZAR (South Africa, New Zealand and Australia Rugby), la Argentina dispondrá de una franquicia en el Super Rugby, un torneo ubicado en el máximo nivel de las competencias por clubes del mundo.
Cuenta Frankie Deges, columnista del portal de noticias A pleno rugby, que en 1981 Australia inauguró, en Canberra, el Australian Institute of Sport (AIS), entidad que puso en marcha un programa de entrenamiento que permitió elevar el nivel de los australianos en todos los deportes, incluyendo la competitividad de los Wallabies, quienes se alzaron con los campeonatos mundiales de 1991 y 1999. Experiencias de ese tipo tratan de implementarse en la Argentina, tal como lo demuestra el surgimiento del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (ENARD), dependiente de la Secretaría de Deportes, el cual ha permitido mejorar la infraestructura disponible y otorgar becas de entrenamiento y formación, varias de las cuales están destinadas a las jóvenes promesas del rugby argentino. Por otra parte, la UAR ha montado centros de alto rendimiento en Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Tucumán y Mendoza como parte de una política de descentralización destinada a los deportistas con los que proyecta dar el salto de calidad que necesita el seleccionado argentino para instalarse definitivamente en la elite del rugby mundial. La temporada 2014 arrancó con ese desafío y la confirmación de que se va en la dirección correcta: el seleccionado Pampas XV, conformado por una camada de jugadores que se desempeñan en el medio local, obtuvo la Pacific Rugby Cup 2014 disputada en Australia, una competencia de segunda línea que permite evaluar el rendimiento de los jugadores formados en los centros de alto rendimiento; tal es el caso de los rugbiers Martín Landajo, Tomás Cubelli, Tomás Lavanini, Manuel Montero y Matías Moroni, los cinco renunciantes a los contratos de la UAR antes mencionados.
De ese mismo plantel saldrá el grueso de los integrantes del seleccionado mayor, Los Pumas, que en junio abrirán la serie de encuentros contra Irlanda, el último campeón del Torneo de las Seis Naciones disputado por los representantes del hemisferio norte: además del seleccionado irlandés, participan Francia, Italia, Inglaterra, Gales y Escocia. Luego seguirá un enfrentamiento con el seleccionado escocés y en agosto llegará el turno de la edición 2014 del Rugby Championship, con el único reto de acortar las distancias deportivas que existen con las principales potencias mundiales: apenas un empate, contra los Springboks en 2012, sobre un total de 12 partidos disputados, es el saldo de las dos participaciones anteriores. De lo que acontezca en la presente temporada podrán sacarse nuevas conclusiones, sabiendo que la meta es crear estructuras que, sin negar las bondades del amateurismo, allanen el camino trazado.

L. C.

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